Había un hombre importante que, antes de partir para un largo viaje a otro país, convocó a todos sus servidores de confianza y les entregó todos sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, y así sucesivamente a todo el grupo de fieles administradores. A cada uno le confió sus bienes según sus aptitudes variadas, y luego salió de viaje. Cuando este señor hubo partido, sus servidores se pusieron a trabajar para sacarle provecho a las riquezas que les habían confiado. El que había recibido cinco talentos empezó inmediatamente a negociar con ellos, y muy pronto obtuvo un beneficio de otros cinco talentos. De la misma manera, el que había recibido dos talentos pronto había ganado dos más. Y así, todos aquellos servidores consiguieron beneficios para su señor, excepto aquel que sólo había recibido un talento. Se marchó solo y cavó un hoyo en la tierra, donde escondió el dinero de su señor. Pronto, el señor de aquellos servidores regresó inesperadamente y llamó a sus administradores para que le rindieran cuentas. Cuando todos se encontraron delante de su amo, el que había recibido los cinco talentos se adelantó con el dinero que se le había confiado, y aportó cinco talentos adicionales, diciendo: `Señor, me diste cinco talentos para invertirlos, y me alegra entregarte otros cinco talentos que he ganado.' Entonces su señor le dijo: `Bien hecho, mi buen y fiel servidor, has sido fiel en las pocas cosas; ahora te estableceré como administrador de muchas cosas; comparte inmediatamente la alegría de tu señor.' Luego, el que había recibido los dos talentos se adelantó diciendo: `Señor, me entregaste dos talentos; mira, he ganado estos otros dos talentos.' Y su señor le dijo entonces: `Bien hecho, mi buen y fiel administrador; tú también has sido fiel en las pocas cosas y ahora te pondré a cargo de muchas; comparte la alegría de tu señor.' Entonces se presentó para rendir cuentas el que había recibido un solo talento. Este servidor se adelantó, diciendo: `Señor, yo te conocía y me daba cuenta de que eras un hombre astuto, en el sentido de que esperabas unos beneficios allí donde no habías trabajado personalmente; por eso tenía miedo de arriesgar algo de lo que se me había confiado. Escondí tu talento en un lugar seguro en la tierra; aquí está; ahora tienes lo que es tuyo.' Pero su señor respondió: `Eres un administrador indolente y perezoso. Confiesas con tus propias palabras que sabías que yo te exigiría una rendición de cuentas con unos beneficios razonables, como las que me han rendido hoy tus diligentes compañeros. Por lo tanto, sabiendo esto, al menos deberías haber entregado mi dinero a los banqueros para que, a mi regreso, pudiera recibir lo que es mío más los intereses.' Entonces este señor dijo al administrador principal: `Quítale ese único talento a este servidor inútil y dáselo al que tiene diez talentos.
Nunca la he entendido, ¿por qué el que le entregó lo que le pidieron es el malo?