HISTORIA ENANA. Origen de la Traición

Un lugar donde los héroes se reúnen a discutir, reír y beber!

por Artros el Mar Nov 08, 2005 10:21 pm

Prosperina?? tas ahi?
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por Proserpina el Mié Nov 09, 2005 11:01 pm

(¡TOY AQUÍ, MI AMOR! SIENTO HABERTE PREOCUPADO. LOS ESTUDIOS Y LAS CLASES ME TIENEN ALIENADA, CHARLIE. PERDÓNAME, CIELO. AQUÍ TENÉIS, CABRONES, QUE CADA VEZ ME LO PONÉIS MÁS DIFÍCIL, MENUDO RETO. JEJEJE.
¡OS QUIERO!)

A la mañana siguiente, Drogbar se encontró en la puerta de su despacho a un comerciante asustado, un miembro de la Guardia de la ciudad y un hombre harapiento. Supuso en un principio que hubo un altercado pero su mente espabiló en seguida e imaginó que le hablarían del problema de las alcantarillas. Devolvió el saludo militar del guardia e inclinó la cabeza al comerciante.

- Buenos días, ciudadanos. ¿En qué puedo servirles? –y Drogbar pasó dentro evitando todo lo posible por rozarse con el mendigo.

- ¿¡Buenos días!? ¡No son buenos, no han empezado bien! Espero que me atiendan cuanto antes, tengo asuntos que resolver en...

- ¡Haga el favor de moderarse y mostrar más respeto, señor! Está usted tratando con un Oficial de la Guardia, no con un mancebo recadero de su tienda –le exigió el soldado y luego se dirigió a Drogbar-. Mis disculpas, Oficial Drogbar. Se han presentado esta mañana los primeros en la puerta exigiendo ser vistos por un Oficial. Armaban mucho jaleo y les concedí que esperasen en la entrada. Le han visto llegar el primero y, sinceramente, señor, desearía aclarar todo esto cuanto antes.

- Bien, soldado. Retírese. –el guardia se alejó por el pasillo-. Y vosotros dos: no volváis a desesperarme con súplicas y exigencias u ordenaré que os arresten por comprometer la seguridad del Cuartel con tanto jaleo –ambos se tornaron pálidos como la muerte y agacharon la cabeza. Nadie deseaba estar alojado por cuenta de la Guardia ni una sola noche en las celdas. Drogbar se regocijaba de manifestar ese poder-. Hablad, yo tampoco tengo tiempo que perder.

- Gra... gracias, Oficial –balbuceó el comerciante-. Verá, esta mañana, cuando quise abrir mi tienda, encontré en el portal tres desgraciados. Éste estaba entre ellos. Se negaron a marcharse hasta que no abriesen las casas de beneficencia que les dan de comer. No es buena cosa para el negocio, los clientes no entran en una tienda si hay gentuza como ésta a las puertas. Los mendigos van y vienen por todas partes y ahora quieren quedarse en los comercios. Y no soy el único que ha tenido éste problema ésta mañana. En la puerta de un colega mío había otros cuatro. ¡Todos han salido como ratas de sus madrigueras! Es deses...

- ¡Basta! –ordenó intimidatorio Drogbar-. Ahora tú, ¿qué tienes que decir al respecto? –y miró con desprecio al mendigo.

- ¿Qué puedo decir para excusarme, señor? –gimió el hombre-. Duermo en las alcantarillas, no puedo mentirle. Esta noche un compañero me despertó y me arrastró a la superficie diciendo que un gran mal estaba acabando con todos, una plaga o enfermedad asfixiaba a todo el que pillase dormido. Nos quedamos en la zona comercial porque hay más vigilancia y temíamos que nos matasen. No queremos volver a bajar y no tenemos dónde ir ésta noche. Nos pasa de todo a los que nos azota la pobreza y nunca ha habido solución definitiva para nosotros. Sólo esperamos que éste nuevo mal pase pronto, mientras tanto sólo queremos sobrevivir.

En el momento en que el comerciante oyó la palabra plaga se estremeció y se apartó del mendigo mientras se llevaba un pañuelo a la nariz. Drogbar no mostró ni una pizca de desánimo y, en cambio, se irguió y habló profundamente.

- No es de mi competencia éste asunto, no se trata de crímenes. Yo sólo puedo ordenar que aumenten la vigilancia, pero os señalaré a quién se hará cargo de él. Las alcantarillas siempre han sido infecciosas, no entiendo por qué os empeñáis en seguir allí. Hablad en los templos para que acojan a más de vosotros por las noches. Mientras –y se dirigió al comerciante-, tú y tus colegas podríais darle alguna cosa para que se callen, va a dar igual que lo hagáis así a que infléis el cepillo y os deis golpes de pecho en esos mismos templos. Ahora tengo verdaderos problemas que resolver.

Ambos inclinaron la cabeza y se marcharon. Mientras Drogbar abría la puerta de espaldas a todos aguantaba la risa, todo estaba saliendo bien. Ahora sólo tenía que ir llamando a interrogar a los ingenieros que conocían las alcantarillas. Quería obtener toda la información posible acerca de viejos túneles laterales o más al fondo, entradas tapiadas o derrumbamientos antiguos que hubiesen taponado algún acceso que no quisieron volver a abrir. Sobre todo, quería saber si algún ingeniero había oído algo o sabía de alguna “leyenda” de algún rincón. Tenía tiempo de sobra ése día. No había nada que requiriese toda su atención. Podía gastar todo el tiempo en interrogar a los cuatro miembros de la lista.
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por aeris 88 el Jue Nov 10, 2005 6:52 pm

Angeles ^^ Os subo la historia a la primera pagina, oks? A ver si se bajan los posts repetidos =P
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por ASHURAM el Sab Nov 12, 2005 5:45 am

( Vaaale, habrá que subirla. Charlie, amor, estás más perdío que Willy Fog con un bonobús. Copia éste enlace entero y pégalo en la barra de direcciones una vez te metas en tu imperio, te llevará directamente acá:

https://www.empire-strike.com/foros.php?idforo=6&id mensaje=194732&limit=

Un besazo de to2 mo2 )
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por Artros el Lun Nov 14, 2005 9:18 pm

- Vera señor, no le puedo contar lo que me pide, me ordenaron que no lo contara nunca a nadie ni siquiera...
- ¡¿Ni siquiera por la seguridad del gobernador?! –Drogbar chillaba enrojecido- ¡Habla o te juro por mis antepasados que sufrirás como nunca!
- Lo siento caballero, pero le he dicho todo lo que podía decirle porque se trata de la seguridad del Gobernador, debería estar contento con ello, ahora si me disculpa me marchare.
El ingeniero se dispuso a abrir la puerta de la sala de interrogatorios de la mazmorra, estaba cerrada, entonces lo entendió todo, no iba a salir con vida de ahí. Debería haberlo imaginado cuando lo llevaron directamente a las mazmorras de palacio, esos dos hombres con pintas de mercenarios no le gustaban, luego estaban los dos jóvenes de túnicas negras con esa mirada llena de oscuridad. Se dio la vuelta y se preparo para lo que se avecinaba, por una puerta secreta de la pared entraron los dos jóvenes... supo lo que iba a ocurrir, magia negra, solo esperaba ser capaz de confesarlo todo, o al menos aquello que pondría sus vidas en peligro en el lugar donde irían, un lugar de oscuridad, al que nunca debería haber ido, nunca debería haber entrado en aquel lugar...
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- Jefe de ingenieros Lacerius, hemos descubierto una caverna con extrañas runas- El excavador parecía preocupado, el trabajo en la excavación de las alcantarillas era duro y esas sorpresas bajaban la moral, debía encargarse de ello cuanto antes...
- Llamar al arqueólogo, y que vaya para ahi, yo voy ahora mismo
Llego al lugar, estaba lleno de simbolos extraños, en el centro de la entrada una cruz, era como aquella en la que se clavaba los reos como castigo, para el simbolo de sufrimiento, dolor, irregularidad, tomo el simbolo de Sylune entre sus manos.
- Diosa de la luz, dame el valor...
Tomo la antorcha que sujetaba uno de los mineros y entro en la cueva, avanzo, en las paredes de la cueva habia cadaveres, enanos, humanos, elfos, habia cadaveres de todas las razas, le sorprendio ver sangre que corria por los riachuelos que flanqueaban el camino... los guardias que le seguian temblaban. Tras caminar un rato llego a un portal de piedra, parecia marmol... no, quello debia ser marfil, al acercarse vio que se habia equivocado de nuevo, eran huesos, las calaveras estaban apiladas formando las columnas, el arco parecia estar formado por costillas, en el centro un simbolo de cobre con un martillo agarrado por unas manos esqueleticas, debia ver que habia dentro, algo le atraia, se dispuso a entrar...
- ¡Alto! –Una mano en su hombro le detuvo- Es que no me oye, este lugar es maligno, segun las runas detras esta el guardian, un tipo de criatura magica, por su descripcion diria que se trata de algun extraño golem, pero no sabria confirmarlo.
- Lo siento, no le oi –El ingeniero miro al arqueologo con preocupacion- ¿Que es este lugar exactamente?
- Es un templo creado por, para y mediante el mal, es lo unico que he podido averiguar, deberiamos taparlo y protegerlo con todo tipo de trampas mágicas.
- Si, eso haremos, y que esto quede entre nosotros cuatro
Miro a los dos guardias, que no podian apartar la vista del portal, comenzaron a correr haciendo caso omiso de los dos hombres que quedaban atras, desaparecieron entre las sombras.
El ingeniero miro al arqueologo asustado- No diremos nada a nadie.
- Sera lo mejor.
El ingeniero se sintio aliviado al salir, en ese momento miro su mano, tenia el simbolo de Sylune apretado, cuando lo solto vio que le habia dejado marcada una quemadura, el simbolo del martillo con aquellas terribles manos... solo pudo temblar. Taparian ese lugar y se olvidaria de ello, nunca lo contaria.
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- No ha sido dificil –Gideon sonreia orgulloso- ni siquiera ha sido necesario que me ayudes.
- Era debil –Galieon respondio con parcas palabras al reto de su hermano.
- Bien, ahora que sabemos donde esta y que tiene protecciones mágicas hay que buscar la manera de abrir todo eso –dijo Drogbar ignorando a los dos hermanos- Tendre que inventarme algo que sea realmente bueno, llamad a esos dos y que se lleven al cadaver.
El pobre ingeniero tenia una mueca que daba autentico miedo, Gideon le habia echo sufrir hasta el final. Sus conjuros oscuros le habian echo confesar todo, dolores indescriptibles habian inundado el cuerpo y lo que es peor, el alma; sin embargo la fuerza de voluntad de un hombre puede ser muy grande, y no todo habia sido contado, el secreto que debia guardar, la verdadera naturaleza del lugar no habia sido desvelada. Ahora se habia acabado el momento de el ocultismo, lo oido hasta ahora no es nada, llega el momento de la muerte y la traicion en esta historia, llega el momento de escuchar el porque...
[Eldor, te dejamos tambien la investigacion de las alcantarillas, que te gustan esos temas ;) xDD]
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por ELDORODWEN el Mar Nov 22, 2005 9:51 pm

AL FINAL, QUEDÓ LA OSCURIDAD. Parte 1.

El joven explorador avanzó por el pasillo del subterráneo hacia Palacio para relatar sus investigaciones en “Pinta de Oro” a Maimónides. Por uno de los pasillos se encontró con un par de empleados con su uniforme de Palacio llevando un bulto raro entre los dos. “Más reformas, otra alfombra vieja. ¡Cómo están últimamente!” pensó. Los empleados alzaron la barbilla apuntándole a modo de breve saludo y siguieron hacia la puerta de servicio. El explorador giró un momento para observar a los hombres por la espalda mientras sacaban trabajosamente el fardo y lo depositaban en un carro. “Lo que tienen que aguantar... He tenido suerte de tener mi puesto sin pasar por eso” reflexionó. Llegó a la puerta del Oficial de seguridad y llamó suavemente. Una vez más, como Maimónides no esperaba visita, se oyó que se puso en alerta.

- ¡Sí! –casi bramó el hombre.

- Explorador de la Guardia, para presentar informes, señor –dijo orgulloso el joven. Maimónides reconoció la voz y se oyó que se sentaba de nuevo.

- ¡Adelante! Pasa, pasa, muchacho. Cierra y cuéntame –con un gesto le ofreció asiento y antes de que pudiese opinar nada le tendió una taza de té-. El invierno empieza a azotarnos y esto es reconfortante. Tómalo, hijo.

- Gracias, señor –tomó un par de sorbos, respiró hondo y empezó a exponer sus averiguaciones-. Dos guardias y yo hemos estado en “Pinta de Oro” toda la mañana y no hemos encontrado a nadie que reúna las características del sospechoso. Antes de irnos preguntamos al tabernero como si lo estuviésemos buscando. Una moza de la barra nos comentó que anoche un hombre como ése estuvo allí. Y recordó incluso lo que había tomado: pan con panceta ahumada –agachó la cabeza-. Me equivoqué en lo del tocino –balbuceó muy bajo, tomó otro sorbo de té-. Dijo que le vio beber junto a otro hombre con pinta de mercenario y un tercero llegó y les reclamó para salir. Del segundo no me pudo decir nada pero recuerda al tercero: alto, esbelto, muy pálido. No supo decirme ni el color del cabello porque dice que le prendaron sus ojos, cosas más raras se oyen. Los dos guardias se han quedado allí listos para detenerle si aparece y mirarán por los alrededores. Por mi parte, no pude recoger pistas en ese antro, es un caos, todo lo que pudiese ayudar se ha perdido.

- No te apures, joven, has estado formidable. Tengo una cosa que pedirte, asunto confidencial, si tienes hueco en tu puesto claro –miró casi suplicante el Oficial.

- Adelante, señor. Tengo tiempo de sobra y necesito estimularme –respondió solícito el explorador.

- Esta mañana un par de individuos, un mercader y un mendigo han estado armando jaleo en el cuartel. Me he enterado de todo, es mi deber. Protestaba el mendigo de cosas raras que pasaron anoche en las alcantarillas. Ve a investigar. Y que te acompañe el urkanita si es posible, tengo un presentimiento.

Minutos más tarde estaba en el Templo de Urkan esperando a Tzemuinocoalt. Estaba en la puerta del despacho del Prior y observó desde allí cómo recogía de la mesa un par de pociones y un pergamino. “Desde luego que pasa algo gordo” pensó. Menos mal que había tomado su arco y flechas del equipo. Esas cosas que creía que nunca más iba a usar... En teoría todos saben manejar algún arma y nunca se sabe cuándo van a hacer falta, por eso el material lo suministraban por norma a todos los miembros de la Guardia, fuesen a usarlo o no. Se decidió por el arco corto porque muchos de los túneles son estrechos. De repente algo se le vino a la mente. “Túneles estrechos... arma corta... mendigos... cuerpos... bultos...” Abrió los ojos como platos e inspiró ahogando un grito.

- ¡Debemos irnos rápido, urkanita! ¡Sé dónde está el sospechoso! Es más, creo que ya lo he visto.

Ambos salieron a la carrera hasta la calle y allí el sacerdote se dejó llevar por el explorador. Corrieron y corrieron hasta un callejón que daba al que daba la puerta trasera de una tienda en la zona comercial y donde había una entrada a las alcantarillas. El explorador no se entretuvo en manipular la cerradura, dio una fuerte patada a un lado de la verja y ésta se combó saltando de su sitio. Sin el menor temor saltó dentro como una rana, con el arco preparado. Tzemuinocoalt tuvo que adaptarse un momento a la oscuridad tras bajar. Se encontró en la repisa junto al canal de aguas negras al explorador, en tensión y apuntando al final del túnel.

- Se diría que esperas acertar a lo que se mueva en esta oscuridad –dijo con media sonrisa para aflojar los nervios. El explorador ni se inmutó. En cambio, disparó el arco y se oyó el chillido de una rata.

- Puedo acertar, soy medio elfo. Mis ojos no temen a la escasez de luz –el sacerdote le miró con respeto y asombro-. Por aquí –y de camino al fondo del túnel recogió la flecha de la rata, empalada en la pared.

- Aún no me has dicho tu nombre, explorador... –preguntó con curiosidad el sacerdote mientras tanteaba para avanzar.

- Hicieron que me avergonzase de él hace tiempo, cuando los míos me despreciaban por mi ambición. Desde entonces pido que me llamen Harmatán, pues voy y vengo como éste viento, cálido. Y no guardo rencor –le respondió amargamente mientras avanzaba muy decidido-. Silencio ahora, estoy seguro de que tenemos compañía –le susurró muy quedamente-. Prepara el conjuro más potente que tengas. Si son los mismos que derrotaron a de la Cobra, lo vamos a necesitar –y asomó con cuidado la cabeza por una esquina.

Por si alguien le descubría asomó la cabeza casi cerca del suelo. A un centenar de pasos había dos hombres muy ocupados con un bulto. Estaban desenrollándolo. Agudizó el oído y se le heló la sangre.

- Es mejor descuartizarlo aquí y dejar que se lo zampen los carroñeros a llevarlo a un vertedero. Los mendigos creerán que ha caído uno de los suyos y que lo descubran en un vertedero es más sospechoso –susurraba uno de ellos, un tipo alto de pelo oscuro.

- Sí, es mejor. Pero más desagradable. ¿No podríamos dejarle tal cual en el agua y nos vamos? –se quejaba el otro.

Harmatán volvió y le indicó por señas la posición de los tipos al sacerdote. El urkanita comprendió al instante y se concentró en el pergamino que le había dado el Prior. Pronunciando una palabra de poder para que sus ojos pudieses leerlo con tan poca luz comenzó a leer. Una tenue aura de luz envolvió sus manos y el pergamino se consumió. Harmatán y Tzemuinocoalt giraron a la vez la esquina y mientras uno lanzó un haz de luz sagrada cegadora el otro clavó una flecha en el hombro del tipo alto. La luz causó heridas a ambos que, sorprendidos, no tomaron las armas tan rápido para frenar el ataque. Harmatán disparó otra flecha y desequilibró al tipo alto, que cayó a las aguas negras. El otro tipo había terminado de desenfundar su daga y retrocedía mientras parpadeaba. El sacerdote detuvo el tercer disparo del explorador y se acercó hacia el mercenario.

- ¡Si le matamos no sabremos nada! Ocúpate del que se ha caído al foso –y de un puntapié y un mazazo derribó al cegado. Éste sacó de un bolsillo un frasco y se lo llevó a la boca demasiado rápido para que el urkanita pudiese detenerlo.

- ¡Me has hecho daño, maldito! Déjame al menos que me alivie... –le bramó el mercenario. Tosió un poco mientras se incorporaba-. Me habéis detenido, de acuerdo. ¡Pero no os diré nada! –y en ese momento se le encogió mientras se sujetaba el vientre y gimió.

- Te han envenenado, estúpido. Tu patrón se ha ocupado que en verdad no digas nada. Pero yo soy sacerdote de Urkan, Dios de la Salud. Háblame y te curaré rápido –le habló preocupado Tzemuinocoalt. Pero el veneno actuó muy rápido y el mercenario empezó a sangrar negro y espeso mientras caía muerto-. ¡Loto negro! Es uno de los venenos más poderosos y más caros. Ya no puedo hacer nada por él. Y, como le sucedió a de la Cobra, le envuelve un halo de oscuridad que me impide averiguar nada.

- A éste tampoco podremos sacarle nada –dijo el explorador mientras levantaba la cabeza de Pietro-. Era él... lo sabía. Pelo castaño oscuro, grasa de cerdo y pan tostado... Hace un buen rato le vi por los pasillos subterráneos que van de Cuartel a Palacio junto a ése otro llevando al desgraciado que hay ahí envuelto. No me di cuenta de quiénes eran hasta que íbamos a salir del Templo. ¿Qué demonios hacía un empleado de Palacio con una ballesta colgada a la espalda? ¡Qué torpe he sido!

- Vayámonos de aquí y llevémonos a éstos tres. Debemos informar –suspiró el sacerdote.

- Te ayudaré a sacar los cuerpos y luego recogeré algo de información antes de regresar –colgó el arco a la espalda y tiró de Pietro fuera del foso.
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por ELDORODWEN el Mié Nov 23, 2005 1:49 am

AL FINAL, QUEDÓ LA OSCURIDAD. Parte 2.

Todos estaban a la espera de la llegada del Gobernador Varek en la sala especial de la biblioteca para exponer los últimos detalles del “caso alcantarilla”. Drogbar parecía impasible. A su derecha estaba Harmatán y, a la derecha de éste, Maimónides. En el otro lado de la mesa se encontraban Tzemuinocoalt y Olegario. Drogbar y Olegario se encontraban junto a la cabeza de la mesa, como si fuesen los lugares de honor junto al que presidiría la reunión. El joven Harmatán no acababa de acomodarse en el sillón de puro nervio. Maimónides le dio unas palmadas en el dorso de la mano y le sonrió.

- El Gobernador es un hombre como nosotros, hijo, no te pongas nervioso –trató de animarle-. Tu comportamiento ha sido ejemplar ¿para qué incomodarse entonces? Nadie va a echarte en cara nada, sólo habrá elogios, así que respira hondo y serénate.

A Drogbar le molestaba que Maimónides quisiese hacerse el bueno. Si alguna vez necesitaba dar órdenes de modo inflexible le tomarían por el intragable Oficial de la Guardia en lugar de obedecerle sin rechistar. No, lo que de verdad le molestaba era que ese condenado explorador era consumadamente bueno en su trabajo... y que casi le descubre. Tendría que pensar en eso, pero más tarde. Entró Varek y se le hizo un nudo en el estómago. Todos se pusieron en pié pero el Gobernador de un gesto pidió a todos que se sentaran de nuevo.

- Os lo agradezco pero ya saben que no soy excesivamente protocolario. Vamos al grano. ¿Oficial Maimónides? Empiece, por favor.

- Gracias, Gobernador. Efectivamente, tal y como sospechaba mi colega Drogbar, alguien estaba tramando dar un golpe en Palacio usando como entrada los subterráneos, las alcantarillas. Aún no sabemos qué es lo que se pretendía exactamente y eso, a éstas alturas, será difícil, por no decir imposible, de averiguar. Estamos buscando a una moza de la taberna “Pinta de Oro”, donde fueron vistos los sospechosos de... ejem –miró a Drogbar un momento como para darle el pésame y éste le devolvió una media sonrisa de consentimiento. Prosiguió-. Ejem, donde se vieron a los sospechosos del asesinato del Señor de la Cobra. Esperamos que la camarera nos diga quién fue el que estaba por encima de los dos mercenarios. Aún no hemos podido sacar ninguna información clara de “Espina Negra”, el fabricante de armas, acerca del que compró la ballesta en nombre de uno de los mercenarios.

- Bien, Maimónides. Prior Olegario, adelante –y Varek inclinó la cabeza con un profundísimo respeto hacia el anciano sacerdote.

- Desgraciadamente el autor del halo de oscuridad nos ha sido imposible de reconocer. Nunca mago o clérigo oscuro como éste ha habido, alerta estar debemos –en ese momento miró directamente a los ojos de Varek y algo le comunicó mentalmente porque Varek asintió y adoptó un semblante preocupadísimo.

- Gracias, Prior. Tu momento, Harmatán –y sonrió plácidamente al explorador. Éste dio un respingo en el asiento y se aclaró la garganta.

- Sí, ejem, gracias, Gobernador. Después de ayudar a Tzemuinocoalt a llevar los cuerpos hice un reconocimiento de las alcantarillas. Encontré rastros de pisadas que corresponden a las huellas dejadas por los sospechosos en el callejón donde cayó de la Cobra y... ejem, restos de una comida que, ejem, uno de ellos había vomitado la noche anterior. Son los responsables, estoy completamente seguro, de los asesinatos del Señor de la Cobra y del misterioso mal que acechaba a los mendigos. Pero lo que más me intriga es que, como ahora les comentará el sacerdote, se usara un carísimo veneno para acabar con los mercenarios y evitar que metiesen la pata. Podría haberse usado cualquier otro para el mismo fin a menos que, quien fuese su patrón, quisiera estar completamente seguro de que no diría nada en caso de caer herido. Esto delata al misterioso patrón como alguien muy rico o con acceso fácil al potente veneno. Se habla por ahí de un tal “Sombra” al que antaño trataron de hacerle desaparecer y del que no se ha vuelto a saber nada desde entonces. El maestro armero ilegal sospecha que tal vez pudo ser él el que hace ya bastante tiempo le encargase el arma, pero de eso hace ya más de medio año y nadie sabe qué ha sido del asesino. Eso me lleva a creer que está más presente en Anladirian de lo que todos creen y si ese tipo es un asesino tan reconocido precisamente no querrá que se le note. Yo sospecho si no tengo nada de lo que sospechar –dijo firmemente Harmatán. Entonces Varek dirigió una mirada a Tzemuinocoalt y le hizo una señal para que continuase.

- En efecto, el veneno era potentísimo: loto negro. Sólo los más adinerados pueden contratar a alguien que posea un veneno como ése o comprarlo directamente. No pude hacer nada por el mercenario, el loto negro es fulminante y pone a prueba incluso a los sacerdotes más experimentados. Lo peor es que tampoco pude atisbar ningún rastro sobrenatural excepto el halo de oscuridad que protegía las posibles pistas...

En ese momento se oyeron unos golpecitos en la puerta y el Maimónides se levantó de un brinco, hizo una señal a Varek para que se apartara de la puerta y se acercó con la espada desenvainada.

- Oficial Maimónides, soy su ayudante. ¡Tengo una nota urgente para ustedes! –se oyó una voz que el Oficial reconoció al instante. Olegario asintió para dar a entender que tras la puerta no había peligro alguno y el Oficial abrió-. Tenga, señor, es importante –y esperó órdenes junto a la puerta una vez que ésta se cerró de nuevo. El Oficial envainó el arma y leyó.

- Desde luego que es importante... –murmuró disgustado. Levantó la cabeza y habló a los presentes-. La moza ha aparecido asesinada, al parecer, por un cliente despechado. Y “Espina Negra” está muerto por veneno en el suelo de la celda, alguien le llevó comida en mal estado. Qué casualidad. Nos hemos quedado sin pistas claras.

- Un disgusto, es verdad –refunfuñó Varek-. ¿Algo más que añadir, Drogbar?

- Estoy de acuerdo con Olegario, mantengámonos alerta. Que hayamos estropeado el plan de quien sea no quiere decir que no vaya a intentarlo de nuevo. Si me disculpan, he de regresar a mi puesto para completar un par de cosas y marcharme cuanto antes a casa. Mi familia está muy angustiada.

- Ve pues, no te apures. Y mil gracias por tus servicios, Drogbar –Varek le tendió una mano en señal de reconocimiento y dio a entender que no le guardaba rencor. Drogbar la estrechó más por compromiso que por verdadero respeto y salió. De camino mandó al ayudante de Maimónides de vuelta a su puesto ya que no tenían ningún comunicado que hacerle.

Dentro de la sala Varek lanzó un profundo suspiro, miró a todos y se detuvo a pensar unos instantes en cómo y a quién dar la siguiente noticia. Si se trataba de seguridad era conveniente que lo supiesen el mínimo imprescindible. Todos los allí reunidos eran personas competentes pero sólo podía estar completamente seguro de dos: las más experimentadas.

- Bien, hemos terminado. Prior, Maimónides... Me gustaría aclarar un par de puntos antes de que se marcharan. A ustedes dos: gracias por todo –tendió una mano al explorador y luego estrechó la del urkanita. Ambos salieron por la puerta muy satisfechos. Varek prosiguió en cuanto se cerró la puerta-. Me he comprometido con Centilia y vamos a casarnos en breve, en cuanto sepa que Palacio está asegurado. No se dará la noticia al pueblo hasta que todo esté a punto. Y hay algo más, creo que ya lo sospechaba usted, Prior.

- Así es, hijo. Miedo de algo tienes. Y con tu espada que ver tiene ¿cierto es? Poder de esa espada noté que brota –y adoptó un semblante que imponía verdadero respeto y temor.

Maimónides estaba confundido, no sabía de qué iba el tema y le gustaba tener las cosas bajo control. Que hubiese salido un tema del que no estaba informado le ponía nerviosísimo.

- Le pido disculpas si no lo dije antes, Olegario. Tiene razón. He esperado a que se marchara el resto para hacerlo saber –se disculpó Varek-. Nada más alojarme aquí noté que unas voces...

Contó todo lo que sabía acerca de los cimientos de Palacio y la espada familiar. Los otros escuchaban atentamente y Maimónides se mostró inquieto. Se notaba que tomaba nota mentalmente de cada detalle de la historia. Al final, Olegario suspiró profundamente y habló.

- Preocupante es, sin duda. Pero no has de temer. El que se atreva a acercarse loco de atar es. Tal vez los del golpe quisieran oro pero del clérigo enano oscuro nada supieran. Celosos son los enanos de cosas como ésas. En contacto me pondré de todos modos, en tu nombre, con un miembro del Señor de los secretos para Palacio vigilar.
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por ELDORODWEN el Mié Nov 23, 2005 2:43 am

AL FINAL, QUEDÓ LA OSCURIDAD. Parte 3.

Drogbar estaba en el jardín de la mansión familiar. Hacía poco que se había puesto el Sol. Paseaba y tomaba el aire como si nada pudiese preocuparle. Pero estaba preocupadísimo. Una voz suave y seductora le habló desde unos arbustos.

- Una pena lo de la moza, ¿verdad? Lo que no me ha hecho gracia es tener que disfrazarme para llegar hasta el armero. Pero ya está todo resuelto. Te aconsejo que no hagas ningún movimiento durante un tiempo para no cometer errores y delatarte. Espera a que todo se calme y lo intentaremos de nuevo.

Drogbar avanzó hacia el arbusto y se paró junto a un banco mirando hacia el exterior para que no le viesen desde una ventana hablar “solo”. Sacudió unos copos de la nieve que empezaba a caer antes de sentarse, se arropó y se dirigió susurrando hacia la voz.

- Los hermanos vendrán en seguida. Dicen que hay algo importante que aclarar. Gracias por el veneno, Sombra. Esos dos no hubiesen tomado los frascos de tus manos. Idiotas... creyeron que eran elixires de curación cuando se los ofrecí... Los hermanos tenían razón: se estaban volviendo impertinentes y metían la pata a menudo.

En ese momento se acercaron a la verja un par de figuras con ropas amplias y oscuras amparadas por la negrura del callejón. Sombra ya estaba junto a la puerta y les abrió para ocultarse velozmente después. Los hermanos se acercaron al banco pero se mantuvieron tras el arbusto. Les sorprendió no “ver” allí a Sombra. “Seguramente habrá buscado otro sitio para mantenerse oculto. A ese no le veremos jamás la cara. ¡Es bueno, el condenado!” pensó Gideon.

- Aquí estamos. Venimos a proponerte algo muy serio, Drogbar: desaparecer. No en sentido literal, desde luego. Estaría bien que te ocultases durante un tiempo, incluso de tu propia familia. Te sumiremos en un largo sueño. A ti, a Stella y a Sombra. Para la familia puedes simular que haces un largo viaje de negocios. Deberías renunciar a tu puesto en la Guardia, claro está. Nosotros debemos usar nuestros poderes en un tiempo. He oído que en el Templo de Urkan han destapado mi expediente porque sospechan que he sido yo el autor de la magia negra que rodeaba los crímenes.

- No voy a desaparecer ahora de ninguna manera. Stela y yo nos casamos y quiero ver a mi hijo cuando nazca, no hibernar como un oso. Quizá más adelante. Tú decides lo que quieras, Sombra. Pero que sepas que tu nombre se mencionó en la reunión y...

- Me quedo. Te lo debo –habló con determinación el asesino-. Si surge algo que incomode la situación yo me haré cargo de ello. Piensa en el próximo golpe, muchacho, mientras haces de muy leal miembro de la Guardia. Nosotros estaremos a la espera y quietecitos.

- Como quieras, amigo mío –sentenció Drogbar-. Marchaos vosotros dos. Ya hablaremos más adelante. Os comunicaré lo que sea mediante un mensaje en clave en el tablón de la taberna “Porrones Bebercio”, será nuestro nuevo punto de encuentro.

Transcurrieron así un par de meses de calma y Anladirian se acercaba ya al final del Invierno. Drogbar celebró su matrimonio en la mansión tras una ceremonia íntima a la que asistió Sombra, aunque nadie le vio. Los hermanos se mantenían con una tienda de Herboristería que compraron a un chamán que decidió mudarse a otra ciudad menos problemática. No se hicieron de oro vendiendo pócimas a las prostitutas pero tampoco querían hacerse notar. Sombra hurtaba por ahí y por allá bajo la apariencia de un mendigo y no le iba mal. No quería arrimarse a Drogbar para que le mantuviese con una pensión por temor a que el muchacho diese un paso en falso y les descubriesen. Todo parecía volver a la normalidad. Pero sólo parecía...
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por ELDORODWEN el Mié Nov 23, 2005 2:45 am

FE DE ERRATAS:
``... Nosotros NO debemos usar nuestros poderes en un tiempo. He oído que en el Templo de Urkan...´´
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