HISTORIA ENANA. Origen de la Traición

Un lugar donde los héroes se reúnen a discutir, reír y beber!

HISTORIA ENANA. Origen de la Traición

por ELDORODWEN el Sab Oct 15, 2005 10:43 pm

Hace ya mucho tiempo de todo lo que os voy a relatar. Ahora es el momento de desvelar la causa de muchas cosas. Antes hubiese sido una temeridad, pues el conocimiento es poder, y el poder llega a ser peligroso... Pero ahora estoy obligado a advertiros, mi tiempo se acaba. Conocer al enemigo es factor indispensable si quieres tener una posibilidad de vencer. Atended, amigos míos, y tomad por lecciones mis palabras.


Mucho antes de que mi noble amigo Ganímides naciese, su familia y sus amigos eran gentes importantes y reconocidas en Anladirian, capital de la Región Neborek. La mayoría de ellos ocupaban cargos en el gobierno y administración de la Región. Pero como en todos los tiempos en los que ha habido nobles corazones, una sombra les acechaba, la sed de alguien corrupto por el poder. Drogbar era un muchacho inteligente y peligroso que no se conformaba con menos que todo. Envidiaba al resto de los poderosos de Anladirian pero lo peor de todo era que tenía seguidores. Siempre buscaba el modo de desprestigiar al noble Varek, padre de Ganímides, y ahora entiendo el porqué aunque eso os lo desvelaré más tarde.

Varek se ganó el favor del pueblo tras numerosas victorias en las fronteras, continuamente amenazadas por bárbaros. Y ganó también el corazón de la hija del Duque, Centilia, la inalcanzable meta de Drogbar. Éste siempre achacó el nombramiento de Varek como Gobernador a su relación con Centilia, en lugar de a sus reconocidos méritos.

Tanto el Duque como el Gobernador tienen la costumbre de alojarse en el palacio de la capital, aunque cada uno ocupa un ala diferente y las estancias del centro se dedican al trabajo. Cuando Varek se instaló en palacio comenzaron a suceder cosas extrañas. No es raro que antiguas construcciones despierten admiración, los enanos sabemos de eso, pero no es normal que despierten miedo. Muchas noches de Luna oscura se oían rumores más allá del sótano, por debajo de las piedras. Este rumor se propagaba muchas veces por los muros hasta el tejado mismo. Los sirvientes comentaban estas cosas en el mercado. Muchos viejos del lugar dicen que el palacio está maldito y despierta siempre que alguien no deseado entra, o eso era hasta que se comprobó que era un rumor infundado por Drogbar para hacer salir a Varek del cargo. En esas noches la espada de Varek, ahora en manos de Sturm, brillaba sutilmente por las gemas de su empuñadura. Varek inició una investigación en el más absoluto secreto, incluso para su amada y el Duque, acerca del lugar. Y eso fue lo que le condujo hasta los míos...

Varek se pasaba horas en bibliotecas buscando cualquier información referente al palacio, los alrededores e incluso lo que hubiese existido antes fundarse Anladirian. No encontró ningún párrafo que le desvelase nada concreto excepto que en tiempos remotos hubo una ciudad enana, bajo la superficie, cosa que todos saben. El palacio y la ciudad están en la falda de una montaña, en el extremo de una inmensa cordillera. El palacio se asienta justo sobre la antigua fortaleza. Así que recurrió a su cargo, no sin remordimientos, para introducirse en la biblioteca del Templo del Señor de los Secretos, dios enano de las profundidades, patrono de tratados y guardián de juramentos. Allí se encontró con algo que nadie quisiera conocer y que le causó pesadillas. La ciudad enana había caído tres siglos atrás debido a una batalla con bárbaros que llegaron sedientos de oro. Lo que nadie sabe es que entre los enanos hubo un sacerdote oscuro que les traicionó para conseguir el tesoro y el control de Neborek. Con sus malas artes reunió a un ejército de no-muertos levantando los cadáveres de ambos bandos que iba ocultando en el corazón de la montaña. Mientras los suyos peleaban a las puertas en el exterior, él los sorprendió una día por la retaguardia y les atacó. Antes de caer el Príncipe de Neborek en sus brazos, un clérigo del Señor de las Cumbres le maldijo y juró que los suyos regresarían para la venganza. En sacerdote oscuro cayó por la espada de un guerrero bárbaro aterrorizado ante su presencia. Los bárbaros huyeron ante la visión del ejército fantasmal y los pocos enanos que quedaron dieron gracias a los dioses tras sobrevivir al ataque. Tras la batalla, los enanos enterraron en lo más profundo de la ciudadela lo que creyeron el cadáver del sacerdote y quemaron los restos de los no-muertos. Se supo más tarde que la espada que mató al traidor estaba encantada y su portador fue reconocido como héroe entre los suyos y los enanos. Es el antepasado de Ganímides. El sacerdote oscuro no está derrotado aún, es un no-muerto. Y aúlla de dolor ante la presencia del arma que le cambió para siempre.

Lo peor de todo es que Drogbar sí conocía la historia. Deseaba liberar al sacerdote para controlar Neborek y hacerse con el tesoro. Pero deseaba antes que nada hacerse con la espada porque son pocas las armas encantadas que existen y se desean para alcanzar poder.

Ahora os contaré cómo se desarrollaron las cosas hasta el momento en que Ganímides se exilió.
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por jorge mupa 22 el Sab Oct 15, 2005 11:50 pm

bonita historia ya te contare alguna
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jorge mupa 22

 
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por ASHURAM el Mar Oct 18, 2005 5:34 am

En el palacio familiar, Drogbar daba vueltas a un puñado de informes ante la mesa de su escritorio. Estaba calculando al detalle su próximo golpe con el que deseaba derrotar a Ganímides. Matarle le convertiría en un mártir de Anladirian, así que decidió desprestigiarle como fuese. Pero sin que sus manos pareciesen sucias. Se oyeron unos golpecitos en la puerta y el muchacho dio un respingo.

- ¿¡Sí!? –respondió con una voz de irritación incontenible.

- Señor, su familia ya está reunida para cenar, le están esperando –respondió un voz detrás de la puerta con el tono más respetuoso que le era capaz.

- ¡No bajaré! Estoy ocupado. Luego tomaré un bocado en la cocina...

- Pero Señor, sus padres...

- ¡Ya he dicho que no! ¡No me importunéis más! –gritó Drogbar mientras daba un puñetazo. El sirviente se retiró de la puerta y avanzó escalera abajo.

Drogbar levantó la mano molesto mientras gruñía. Del golpe se había pinchado con la punta del abrecartas y unas gotas de sangre empezaron a bajar desde el puño hasta la muñeca. El muchacho, fascinado con la visión del líquido vital, levantó la mano para ver cómo descendía por el brazo. De repente, pensó en voz alta mientras señalaba una vela de la lámpara:

- ¡Rayo! –de la herida empezó a manar aún más sangre. Ésta se fue iluminando con un tono azulado y comenzó a dar chispazos. El ambiente olía a tormenta-. ¡Sí, arde! –y del puño brotó una descarga que alcanzó la vela y la evaporó. Drogbar no cabía en sí de gozo.

Llevaba tiempo deseando experimentar algún poder. Frecuentaba una taberna en las afueras donde se encontraba con un seguidor de Dyastor, mensajero de los Señores Oscuros, el que propaga el miedo con el trueno. Éste hombre era un clérigo llamado Gideon. Tenía aproximadamente la edad de Drogbar aunque sus méritos eran cuantiosos pero temidos. Le expulsaron de la Orden de Urkan, Señor de la Salud, por manejar las fuerzas del mal. Quería experimentar más poder, poder infinito sobre la vida y la muerte. Drogbar le expuso su plan acerca de la antigua fortaleza subterránea nada más saber de él. Gideon le juró lealtad a cambio de una parte del botín y cualquier información acerca del poder del no-muerto que encontrasen. Drogbar obtenía a cambio las enseñazas acerca de la magia que le proporcionaba Galieon, hermano mayor de Gideon, un mago negro seguidor también de Dyastor.

Pasada una hora la puerta sonó de nuevo, pero esta vez el que llamó no esperó permiso para entrar. Abrió y entró con una autoridad irrefutable. Era el padre de Drogbar. Avanzó hasta el escritorio, dio un golpe en un extremo y seguidamente barrió la mesa hasta el otro tirándolo todo al suelo.

- ¡Me trae sin cuidado lo que te traigas entre manos, hijo! ¡Se supone que tienes cabeza para saber lo que te conviene y si es digno o no! ¡Pero aquí y ahora sigues bajo mi techo y no toleraré ni una impertinencia más! Si se te llama para cenar, vas a cenar. Si te ordeno que me acompañes a mis negocios, me acompañas. Si te pago los estudios, estudias. Y si te digo que la servidumbre no son tu jauría de perros de caza es para que los trates con respeto. Mañana te toca práctica de esgrima, no hagas esperar a tu hermana.

- ¡Yo no estoy hecho para luchar con los músculos, padre! ¿Cuándo demonios admitirás eso? Te supliqué que me consiguieras un tutor en magia...

- ¡La única magia que vas a ver es la de cómo se evaporan tus retribuciones si no obedeces! Y llévate el escudo de la familia, debes aprender a soportar su peso. Es lo único mágico que quiero ver entre estos muros. Aún no sé por qué demonios cuando se usa vas más rápido. Algún antepasado loco haría experimentos con él. La magia acaba torciéndolo todo, recuérdalo.
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ASHURAM

 
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por Proserpina el Vie Oct 21, 2005 11:39 pm

(ASHURAM: no te lo tomes a mal...
FE DE ERRATAS: en el párrafo anterios, sustituír Ganímides por Varek. Ganímides aún no ha nacido.)

Drogbar se sentó con un par de compañeros de estudios en la lóbrega taberna. “Pinta de Oro” era frecuentada por comerciantes de dudosa reputación, cambistas y sobre todo por “dedos largos”. Muchas mozas paseaban por los alrededores del establecimiento para ofrecer sus servicios y, con la aprobación del tabernero, sólo las más favorecidas se arrimaban a las mesas.

Una de ellas le había echado el ojo a un muchacho de piel muy pálida y con los ojos y el cabello azabache. Se tiró un poco de la ropa para ampliar el escote y se le acercó con la mejor de sus sonrisas.

- La noche se presenta fría. No querrás pasarla solo, ¿verdad?

- No me haces falta. Vete a calentar a los puercos –le respondió cortante Drogbar y sus compañeros se carcajearon.

- ¡Púdrete tú con ellos! Se ve que ni los perros te satisfacen –mientras giraba para marcharse los compañeros imitaron a un cerdo de burla. Drogbar cogió por la muñeca a la moza y tiró hacia si.

- ¿Y por qué no me enseñas tú las comodidades de esos lechos de paja? –le abrió la mano y le puso una pieza de plata, se la cerró y dijo- Otra más si me esperas arriba dentro de un par de horas, y no me gruñas.

La moza se contuvo como pudo de parecer sorprendida ante espléndido pago y, por orgullo, arrugó la nariz y le sonrió sarcástica. Hizo una reverencia burlona y se marchó. Al darse media vuelta, Drogbar le palmeó el trasero, pero ella no pareció inmutarse. No era tan deprimente como las demás, ni por el físico y por la chispa de inteligencia que brillaba en sus ojos. Tampoco era una belleza sacada de las historias. Camino de los dieciséis años, era algo mayor que Drogbar. Éste supuso que debido a las penurias del campo se reveló y se fue a la ciudad. Era bastante alta para su edad y de formas muy desarrolladas. Era la típica pelirroja de piel clara que en tierras lejanas hubiesen mirado con recelo acusándola de bruja. Drogbar no pudo evitar pensar en el desdichado fin de algunas personas nada más emprender el camino de la vida. En Neborek muchos tenían que encontrar su camino desde muy jóvenes. “No todos tienen suerte... porque otros se la quitan... –pensó-. Varek...”

- ¡Eh, Drogbar! Despierta. Aún no te has acostado con ella, jajaja –exclamó un compañero mientras le daba un codazo-. Te gusta de verdad, ¿eh?

- Una más, Pietro. Vayamos a lo que nos ha traído aquí –y se puso de frente a la mesa-. Mañana Varek enviará unos despachos a cinco de las fortificaciones fronterizas. Mi contacto en palacio, el cual no sabe nada de nuestro plan original, dice que los mensajeros partirán a mediodía. Quiero que caigan un par de ellos, aparentemente en manos de bandidos. Cuando nuestras tropas se queden incomunicadas y Anladirian no de abasto con las quejas del pueblo, se necesitará alguien que ayude. Espero que todo esté preparado para que yo sea el más indicado a ocupar uno de los puestos en palacio. Cuanto antes logremos introducirnos de lleno, antes nos dedicaremos a buscar el tesoro que esconden sus entrañas. Abatiréis al mensajero que vaya hacia el Sur y al que vaya al Suroeste. Gideon y Galieon os estarán esperando escondidos en ambos cruces.

- Yo preferiría ir con Galieon –dijo Pietro-. El sacerdote oscuro me da repelús.

- No me queda más remedio que ir con el Gideon –resopló Fahzar-. ¿No participará tu misterioso amigo de las sombras, Drogbar? ¿Le conoceremos algún día?

Drogbar le lanzó una mirada picaresca y una sonrisa maléfica. Señaló con el pulgar a su espalda y hacia arriba. Los dos compañeros alzaron la cabeza y creyeron ver un bulto que se movía por una viga en el oscuro espacio que había por encima de las mesas hacia un ojo de buey. Cuando salió al exterior, tragaron saliva y resoplaron aliviados. Se despidieron de su señor y se marcharon. Drogbar terminó la cerveza y fue hacia las habitaciones.

Drogbar examinaba cuidadosamente a la moza mientras dormía. Durante un momento le pasó por la mente la idea de que le gustaba, pero no se dio cuenta porque seguía obsesionado por su plan. Se levantó del lecho con cuidado y se vistió. Faltaba poco para el amanecer y prefería llegar a clase de esgrima después de asearse y desayunar en casa. Puso una moneda de plata en la almohada junto a la cara de ella. Hizo amago de acercarse para besarla pero ella le interrumpió con una profunda respiración. La moza abrió los ojos y le sonrió. Drogbar se apartó enseguida.

- Buenos días. Gracias por tus servicios. Me marcho –dijo secamente.

- No hace falta que te deshagas en piropos, ... –le miró interrogante.

- Drogbar.

- Bueno, Drogbar, yo estaré aquí siempre que quieras. Y si no, puedes preguntar por mí. Me llamo Stela, pero me conocen como Bífida. Y no es por mi lengua, bueno, sí. Por ésta –y señaló en la cadera izquierda una mancha de nacimiento con forma de cabeza de serpiente con la lengua fuera-. Seguro que ya la has visto, ¿no?

- Sí, es curioso, Stela. Mi escudo familiar representa... Bueno, me marcho –giró bruscamente y se fue en zancadas hacia la puerta. Ella se incorporó velozmente y le preguntó con ansiedad.

- ¿Vendrás esta noche? ¿Te veré?

Mientras abría la puerta, sin mirar atrás, le dijo fríamente “Sí, nos veremos”. Bajó rápidamente las escaleras y pasó como un cometa por delante del tabernero. De camino a casa pensaba por qué demonios había dicho que sí. ¿Por qué demonios estaba inquieto? ¿Y a qué demonios venía esa sensación antojadiza de encontrársela de nuevo? Durante la clase de esgrima no pudo concentrarse en las prácticas, su propia hermana le daba estocadas fatales. De repente entró por la puerta Varek, con su espada familiar. Era un joven cercano a los veinte años. Su presencia era imponente. Robusto, pelo castaño oscuro, ojos verdosos penetrantes. Su familia no era noble pero a él se le podría confundir con uno de ellos. Que Varek estuviese allí sólo podía significar una cosa: ya habían salido los mensajeros. ¿Cómo irían las cosas?
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por Artros el Lun Oct 24, 2005 8:47 pm

[Prosperina, no te lo tomes a mal pero... xDDD
FE DE ERRATAS (esto me recuerda a la white dwarf xD) Anladirian es la capital de Neborek, no el nombre del príncipe de Neborek, esta sin poner aun, así que inventate alguno ;)... eso suponiendo que con el - Anladirian no de abasto- te referias al principe y no a la capital xD]
Camino hacia la guarnición de Garmishon al sur de Neborek cabalgaba un mensajero con los colores de la casa recién fundada de Varek, el negro y el amarillo ondeaban en las bridas del caballo. De repente una saeta certera atravesó al caballo por el cuello, el jinete callo al suelo y se levanto tan rápido como pudo... desenfundo su espada y se preparo para el combate, mirando hacia la arboleda desde la que había salido la flecha, sintió una mano fría que tocaba su nuca y apenas le dio tiempo a darse la vuelta para ver como un hombre de ropajes oscuros retiraba la mano... sintió como se le escapaba el alma y todo a su alrededor se desvanecía...
- Clavale un par de flechas -Gideon sonreía ante el poder que Dyastor le concedía- ¡Así no estúpido! que parezca que han sido disparadas ¡usa la maldita ballesta!
- Si señor –Fahzar pronuncio las palabras con sarcasmo- ¿Como sabes que no descubrirán que has usado magia?
-No lo sabrán –Gideon miro con odio al sicario, no le gustaba- El poder de Dyastor no tiene limite, el me protegerá, solo un clérigo poderoso podría descubrir que se ha usado la magia del dios oscuro aquí.
- Ya esta –Fahzar sonreía orgulloso del trabajo- todo dispuesto, un buen trabajo si señor.
Gideon resoplo harto de aquel tipo -demasiado orgulloso de si mismo- pensó- algún día le enseñare modales- una sonrisa maléfica apareció en su boca, Fahzar se preocupo al verla...

Dos jinetes cabalgaban hacia el norte camino a Anladirian, detrás dejaban a un mensajero atravesado por saetas, las bolsas vacías, las armas desaparecidas, las joyas arrancadas y el mensaje en el bolsillo... típico de bandidos.

Mas al oeste otro mensajero con los mismos ropajes tuvo que detener su caballo ante un hombre que yacía en mitad del camino sosteniendo una espada, parecía muerto, bajo del caballo y se acerco, la cara del hombre estaba llena de heridas y la sangre seca estaba por todo su cuerpo, decidió acercarse mal al estar seguro de que no había peligro, se agacho junto al cadáver, al tocarle la cara sintió el frió acero atravesar su abdomen la ilusión desapareció, Pietro levanto al sorprendido mensajero y saco su espada, el mensajero cayo de rodillas, con un nuevo movimiento el espadachín separo la cabeza del cuerpo poniendo fin a la agonía de su enemigo.
- ¿Porque has hecho eso? me estaba divirtiendo –Galieon apareció a su lado terminando el conjuro de invisibilidad.
- No era necesario seguir aguantando sus quejidos –Pietro se puso a coger las pertenencias del hombre- ¿Que pondrá en el mensaje? podríamos leerlo y así...
-Estate quieto insensato –los ojos de Galieon relampaguearon- si haces eso descubrirán todo, acaba ya y vayámonos cuanto antes.

Otro mensajero quedo en el camino, este había sido asesinado con mucha violencia, los ropajes habían sido rasgados, los bandidos se estaban volviendo muy violentos, eso no le gustaría a los pueblos de los alrededores... del pueblo insatisfecho a la turba furiosa solo hay un paso, el futuro era incierto, o eso pensarían los incautos que creen que las cosas son lo que parecen, porque el futuro lo estaba escribiendo un mortal y ese mortal era Drogbar... y no hay nada mas peligroso como un mortal escribiendo el futuro.

Pero ni siquiera los hombres que controlan el futuro se libran del poder de las sutiles caricias de Astiriana, ni siquiera los corazones mas oscuros pueden evitar que la llama del amor aparezca en su interior, incluso me atrevo a decir que algunos corazones se volvieron oscuros porque la llama del amor los había quemado. Drogbar descansaba junto a Stela, observo sus rasgos, su cuerpo, su melena... suspiro, le recordaba demasiado a Centilia, la noche anterior no lo había querido aceptar, pero sabia que era cierto. Acaricio el rostro dormido de la muchacha, mañana volvería, ella y el lo sabían, no había nada que decir ni que pensar, a veces las cosas se hacen solas. Se vistió y se dispuso para bajar, tomaría el desayuno y esperaría a que llegasen las noticias de sus planes, mientras tanto perfilaría uno nuevo, su padre le estaba siendo muy molesto y seguro que le reñiría por no haber dormido esa noche en casa, pero el no iba a esperar a que le riñese, iba a callar a ese viejo carcamal de una vez por todas, la sonrisa que surgió en su boca habría asustado al mas valiente de los hombres, la sonrisa que apareció en su boca no era propia del alma de un hombre a pesar de que el amor que sentía por Stela si lo fuera.

Cuatro hombres entraron por la puerta de la “Pinta de oro” y se sentaron junto al hombre paliducho que estaba en una esquina.
- ¿Como fue todo? –Les pregunto Drogbar.
- Tal como lo planeamos –Galieon le sonrió.
-Perfecto, porque tengo una nueva misión para vosotros...
Todos se acercaron a la mesa, al poco tiempo rieron estrepitosamente y comenzaron a pedir copas para brindar, al tabernero no le gusto esa risa, pero mientras pagaran podían quedarse, según parecía celebraban una nueva “herencia” sabia como iban esas cosas, las veía todos los días, alguien moriría esa noche, pero a el eso le daba igual... mientras pagaran.

A medianoche cuatro hombres salieron de la taberna, fueron por las oscuras y solitarias calles de Anladirian, a un lugar que ellos conocían bien, un lugar propicio para emboscadas. Si todo salía bien el padre de Drogbar habría sido informado de que su hijo estaba con una fulana en la”Pinta de oro”, por eso no había ido a dormir a casa esa noche, ni tampoco en la anterior y posiblemente tampoco en la siguiente. El padre de Drogbar subía furioso por la calle portando su escudo familiar, espada en mano, le iba a enseñar a su hijo a comportarse; no sabia que a la vuelta de la esquina encontraría la muerte a manos de aquellos que servían a su hijo, no sabia que a partir de ese día el nombre de su familia estaría condenado a girar entorno a la traición, el odio y la mentira.

Llego al final de la calle y se dispuso a girar, alguien había apagado la luz de aquel farol, quizás si no hubiese estado cegado por la ira se hubiese fijado en el peligro de un ataque, pero ya era tarde cuando se dio cuenta... intento esquivar la saeta dirigida a su cuello, pero impacto sobre su hombro, había dos figuras delante suya, una recargaba la ballesta y la otra blandía una maza, pensó en retirarse, pero dos figuras mas aparecieron a su espalda, un espadachín y un hombre que portaba un bastón... ¡un mago! aquellos no eran vulgares rateros, al menos moriré con el honor de el deber cumplido, se preparo par el ataque.
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por Jorge57 el Mar Oct 25, 2005 11:30 pm

joer
no e podido leer todo el post

weno
la verdad es k no me e leido ni la primera historia

pero weno
os felicito por aver tenido los wevos de leer y escribir este tocho
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Jorge57

 
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por ELDORODWEN el Mar Oct 25, 2005 11:50 pm

Cuando Drogbar llegó a casa a la mañana siguiente se encontró a dos miembros de la guardia de la ciudad en la puerta. “Entonces, ya está hecho”, reía en su mente. Disimuló muy bien su sorpresa al llegar a la puerta. Miró con aire pasmado a los soldados y se llevó la mano al corazón.

- ¿Ha pasado algo? ¿Mi familia está bien?

- Joven, el oficial le dará más información. Sabemos que es un asunto delicado, no es para tratarlo en la puerta de la calle. Le están esperando –los soldados abrieron paso e inclinaron la cabeza en señal de respeto.

Al entrar en casa, Drogbar oyó los lamentos de su madre que llegaban desde la biblioteca, a la izquierda de la escalinata. Se dirigió a la carrera para disimular y entró bruscamente en la sala. La escena era de la tragicomedia más típica de las que había leído: su madre estaba llorando en el hombro de su hermana, las dos en el sofá, mientras el oficial con una nota estaba en el sillón de enfrente. Como era temprano aún no habían preparado el fuego de la chimenea pero los rescoldos iluminaban fugazmente a los tres con un aire tétrico que al muchacho, sin embargo, le pareció cómico, irónico. Iluminados con el color de la sangre que una vez vivió en ese hogar. Junto al sofá había un cajón de madera con las cosas de su padre, les habían llevado la espada, el escudo y el sello que siempre llevaba al cuello. Sabía que el cadáver lo llevarían al Templo de Urkan, donde tratarían de averiguar qué sucedió. Después lo dejarían en manos de los monjes de Karnu, Conductor de las Almas y Señor de los Muertos. Más ironías aún: los dioses, hermanos; los templos, uno frente a otro. Y la gente se acordaba más de Karnu cuándo éste se les acercaba en lugar de dar las gracias a Urkan por cuando su hermano no les veía. “En el fondo todos somos Oscuros. Maldita hipocresía. Algún día la gente se enterará”. Los tres volvieron el rostro hacia él. El soldado se levantó de inmediato y le tendió una mano para indicarle que se acercara y tomara asiento.

- Joven Drogbar... Esta noche su padre ha sido asaltado. Lo lamentamos mucho, ha muerto. Sospechamos que se tratan de rivales comerciales pues según parece le atacó gente competente y para hacer algo así deben ser mercenarios a sueldo. Estamos haciendo lo imposible por averiguar qué ha sucedido. Lamento, además, dadas las circunstancias, reclamarle para un asunto oficial. Traigo esta notificación de palacio para usted. Ahora debo retirarme. Mis condolencias, nuevo Señor de la Cobra –el hombre le estrechó la mano, le entregó la nota y se encaminó hacia la puerta. Una doncella de la servidumbre estaba junto a la biblioteca lista para acompañarle fuera.

Nada más salir el guardia. Se acercó a su hermana y a su madre, cogió con cada mano una de las suyas y las besó. No cabía dentro de sí. Lo que ambas mujeres creyeron un arranque de ira mientras juraba que las protegería era para Drogbar una carcajada en su alma. Por él, que se quedaran su hermana y su madre con el negocio siempre que pudiese disponer de fondos. Él tenía cosas que arreglar con Varek, y eso requería tiempo. No, mala idea. Él llevaría los negocios. Si él controlaba, nadie más le ordenaría.

Suponía lo que decía el escrito oficial. Le llamaban para que se encargase de algo importante a causa de los problemas con los bandidos, seguro. De camino a casa, los madrugadores mercaderes comentaban que los asaltos iban en aumento y que ésa noche había sido funesta para los que iban solos. Estaba deleitándose detrás de la mesa con el sobre en las manos, regodeándose en su sillón. No quiso aún entrar en el de despacho de su padre, había que guardar las apariencias. Las dos mujeres se habían entregado inmediatamente a preparar una recepción en la casa para los más allegados así que él se excusó con el pretexto de hacer unos comunicados para sus compañeros de estudios. Abrió el sobre, las manos le temblaban. Desdobló la notificación. Estaba sellada por el propio Varek. “Maldición, ya no me sabe igual”. le requería para tratar un asunto de máxima importancia en privado a la mañana siguiente, antes del mediodía. Interrumpiría sus clases de Historia, pero le daba igual. Últimamente hasta los profesores le resultaban insidiosos. Un escalofrío le recorrió el espinazo. Algo no iba bien. No podía ser que el tema de su padre aún le molestase, ¿o acaso se había empeñado en hacerlo desde el más allá...?

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(OS PIDO, COMO LA VEZ ANTERIOR, QUE ME DEJÉIS LLEVAR ESTA PARTE A SOLAS. MUCHAS GRACIAS Y BESAZOS A TODOS.)

El sacerdote tenía cruzados los brazos en la espalda e iba y venía a un lado del cadáver del comerciante. En la cripta del Templo de Urkan hacía un frío casi sobrenatural y eso era fundamental para la conservación de los cuerpos hasta que concluían las investigaciones. Tendían los restos en mesas de piedra, enormes bloques dispuestos alrededor de la cripta. Sabía que el antiguo Señor de la Cobra era alguien conocido no sólo por su fortuna sino también por ser buen guerrero. Era tradición familiar que los descendientes, independientemente de su sexo, dedicaran parte de su tiempo al manejo de las armas. Y eso le preocupaba. Un hombre tal formidable como de la Cobra no parecía posible de derribar por cualquiera. Y lo que era peor: tampoco sabía de nadie que en ese momento tuviese ganas de ensañarse con él. Tenía un mal presentimiento. Se quitó la túnica que usaban para trabajar, la dejó sobre una mesa auxiliar de madera en el centro, se lavó las manos en un lebrillo de agua con esencias y subió las escaleras hacia el despacho de su superior. En el claustro hacía frío, el invierno se aproximaba. Aún quedaban hojas en los árboles que resistían al paso del tiempo. Llamó a la puerta del Prior del Templo y una voz anciana pero autoritaria le pidió que pasara. Al entrar, el sacerdote inclinó respetuosamente la cabeza y se llevó la mano al corazón. El anciano Prior alzó los ojos del libro, dejó con mucho mimo la pluma junto al tintero y cruzó los brazos. Miró hacia la puerta con ojos dudosos.

- ¡Um! ¡¿Aam?! ¡Ah, eres tú, joven Tzemuinocoalt! Tener que hacer caso al final a mi ayudante y esos famosos anteojos gnomos comprarme... Pero bueno, dime, ¿qué preocupación te trae aquí con esa cara?

- Siento interrumpirle, padre Olegario, pero tengo un caso, supuestamente de asalto y robo en un callejón la noche pasada, que me da mala espina. Quisiera pedirle su opinión acerca del fallecido, de los restos...

- ¡Oh! ¡Aam! Bueno, ¿por qué no? Más que de sobra tengo tiempo ahora y estirar las piernas bien me viene –mientras se levantaba cogió su báculo junto al asiento y frunció el ceño-. No, éste no es. El báculo a la izquierda de la entrada pásame, en el soporte, gracias. ¿Y la túnica para trabajar? Eso es, vamos allá. Y dime, hijo, ¿cómo es que con tu pueblo no te quedaste y tus dones para hacerte chamán no usaste?

- Es una larga historia, padre. En resumidas líneas, llegaron corsarios mercenarios, arrasaron y los que quedamos nos instalamos por aquí. Pero vayamos al caso, padre. Verá, el cadáver tiene signos de lucha evidente al menos con cuatro personas, una de ellas le disparó una saeta de ballesta. Y, además, signos de haberse chamuscado por dentro... algo rarísimo, como si le hubiese caído un rayo.

- Pero tormenta no hubo anoche, hijo... Y de habido haber, el rayo alcanzado no le hubiese dentro del callejón, antes en un tejado daría. Eso con la intervención de un mago nos deja. Y en la ciudad de que halla alguno de esas características noticia no tenemos, informarse bien la guardia procura de quién llega y quién se va. Tal vez decidió manifestarse anoche... Pero sigue, hijo.

- Estoy de acuerdo con usted, padre. Pero aún hay más: ¿cuatro personas muy competentes para acabar con un hombre muy conocido? ¿A base de mazazos, rayos, saetas y espada? Eso me huele a venganza personal, no a un grupo de rateros. Alguien quiso que acabara bien muerto. Y no puedo saber cómo fue porque algo oscuro rodea al difunto, como si quisiera velarme la verdad.

- ¿Algo oscuro, dices? Preocupado me tienes, hijo –comentó frunciendo el ceño y mirándole a los ojos-. Veamos pues ahora qué te preocupa.

Ya estaban frente al cadáver del de la Cobra y, tras haberse purificado las manos y puesto la túnica, el anciano extendió sus manos por encima del cadáver. Cerró los ojos y murmuró una plegaria. Las manos brillaban tenuemente con una luz dorada, parpadeante. El anciano se asustó y se apartó.

- Atacado por un gran mal este hombre ha sido, no hay duda. Pero lo peor lo que he notado no es, sino lo que no me deja ver. De este modo a los asesinos no atraparemos. ¿más pistas tienes, hijo?

- Las saetas que se usaron: creo que coinciden con las encontradas en algunos mensajeros abatidos en estos días. Y también uno de los cadáveres estaban rodeados de un halo de oscuridad.

- ¡Por ahí empezado deberías! Eres hábil, joven urkanita, no te infravalores. ¿Las saetas mostraste al cuerpo de exploradores urbanos de la guardia?

- Sí, padre. Tratan de averiguar qué tipo de ballesta las disparó.

- ¡Bien, hijo! En llamarme has hecho bien no obstante. Mantenerme informado debes. Ahora a descansar me retiro.

Se quitó la túnica, se purificó de nuevo las manos y subió las escaleras no sin cierta dificultad. Tzemuinocoalt suspiró, miró al cadáver y fue a la biblioteca para hacer sus anotaciones.
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por ELDORODWEN el Mié Oct 26, 2005 12:02 am

(CORRECCIONES:
- Príncipe de Neborek es el título que dí al enano que regía Neborek antes de la batalla contra los bárbaros. No le puse nombre propio porque, sinceramente, no quise.
- Anladirian está claro que es la capital de Neborek.
- Y para que conste para el futuro: Neborek acaba en la cordillera montañosa que la separa de la Llanura Perlada. El Valledegnomolestargracias es zona fronteriza de Neborek.
- El más alto cargo de una Región, si se trata de una comunidad HUMANA, es el Duque -como Celeutor-. Las principales ciudades y sus alrededores y aldeas, las dirigen los Gobernadores -como Varek-.)
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por -Elk- el Mié Oct 26, 2005 3:30 am

1 idea,pongan a un niño echizero con alguna realcion (de poderes mal pensaos)con la diosa de la luna!^^...entonces si leeria la historia...
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-Elk-

 
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por ASHURAM el Mié Oct 26, 2005 11:54 pm

Drogbar iba de un lado para otro por el largo pasillo. ¡Hacerle esperar cuando estaba ya citado! ¡Delante de todos los funcionarios de palacio! ¡Una humillación! La puerta del despacho de Varek se abrió poco a poco, la persona que estaba dentro terminaba de hablar con el Gobernador mientras salía. Era un oficial de la guardia y llevaba una nota. Al salir, le dirigió un saludo militar a Drogbar y se fue rápidamente.

- ¡Adelante, Drogbar! –exclamó potente la voz de Varek. Drogbar entró a grandes zancadas y aprovechó que Varek estaba “hundido” en un libro para desahogarse con una funesta mirada-. Dame un instante, enseguida estoy contigo. Siéntate, te lo ruego.

- Gracias, Gobernador –dijo fríamente Drogbar. Cerró la puerta y se acomodó en el sillón frente a la mesa.

- Olvídate de los formalismos entre nosotros, Drogbar, no estamos en una recepción oficial. Nos conocemos de hace tiempo –dejó la escritura, puso un marcapáginas en el libro, lo cerró y le miró con seriedad-. Sé de sobra que no me tienes aprecio, que deseas que me derroquen. Aún no sé el porqué y, francamente, me da igual. Yo no abrigo hacia ti nada más que respeto profesional, pues te has convertido en un miembro destacado de los separatistas –en ese momento tomó una carpeta y estudió uno de los papeles-. Te aceptaron en la Academia Militar y de Ciencias Políticas tras un brillante examen de ingreso y por la experiencia familiar hace dos años, muy joven. Acogieron tu excepcional mente junto a compañeros de segundo curso...

- Todo eso lo sé, Varek, éramos compañeros. ¿Y aún no sabes por qué te detesto? Todos saben que soy mejor que tú pero te escogieron a ti, desde el principio. Mandabas pequeñas patrullas, luego ayudante táctico, luego te dejaron al mando de una tropa en la frontera... Y para colmo, en lo único que no se me exigía que fuese mayor que tú, me encuentro también con que me lo arrebatas...

- Si te refieres a Centilia, Drogbar, más vale que ates tu lengua –dio un golpe en la mesa y comenzó a alzar la voz-. Porque si sigues por ese camino no tendré ningún escrúpulo en cercenarte la cabeza aquí y ahora. ¿Todo ese odio por ella? Yo no te impedí nada, ella escogió. ¡Maldita sea, tú ni siquiera lo intentaste! No puedes esperar a que una mujer se entere de que existes esperando a que ella te vea. No es un comprador que pasa por delante de tu comercio y busca mercancía. Mientras tú te acobardabas ante la idea de dirigirle la palabra yo me gané su amistad. Y mis méritos no eran una excusa para impresionarla, eso no es digno de un profesional.

- Claro, lo que tú digas –dijo medio sarcástico Drogbar-. Ya está bien. ¿Hablamos ahora de lo que querías contarme?

- Te he mandado llamar para ofrecerte un puesto. Y conste que no es para aliviar tus rencores. De todos los expedientes que me han mostrado eres el mejor candidato. Me da igual lo que digan mis partidarios acerca de un oponente en palacio. Si te digo la verdad, hasta me conviene para que los tuyos estén contentos. Se trata de oficial de la guardia, ¿te interesa?

- Sí, me interesa –Drogbar se aferró a los brazos del asiento hasta que los nudillos se le blanquearon. Varek no lo percibió porque buscó en un cajón.

- Bien, entonces debes firmar y poner tu sello en estos dos documentos por duplicado: tu nombramiento con el juramento y tus funciones con la aprobación y acatamiento –Varek le tendió dos pergaminos y le ofreció el juego de escritorio, lacre y una vela-. Los nombramientos de cargos inferiores no se llevan a cabo con tanta parafernalia, lo prefiero. Una vez termines te acompañaré personalmente al cuartel para presentarte, si eso te hace sentir mejor.

- No me compadezcas, Varek, no lo necesito. Pero agradezco el gesto, me tomarán más en serio si tú me presentas, así no pareceré un recluta de la mano del sargento –terminó de sellar el último pergamino, le miró con frialdad y le hizo una media sonrisa-. ¿Vamos?

Esa noche, Drogbar se sentía eufórico. Por la mañana se había hecho cargo de una patrulla urbana muy reconocida, encargada de la investigación. Antes del almuerzo, y con el sabor de la victoria, tuvo tiempo de soportar al maestro de esgrima junto con su hermana. Unas clases de política antes del té le descubrieron que todo le daba igual por tedioso que fuese. Hacía todo eso para mantener las apariencias. Los títulos no le importaban pero a las administraciones sí. Su mente se recreaba en que ahora tenía acceso a palacio. Por la tarde cerró un trato económico importante... y estaba junto a Stela. Se sorprendió a sí mismo cuando le hizo el amor de forma tan salvaje, a causa de sus triunfos estaba tan despreocupado que descargó toda la energía que llevaba acumulada. El amanecer iba a ser glorioso esta vez.

Stela abrió los ojos y le miró de forma lastimera. Había reunido valor para decirle algo, pero no sabía cómo hacerlo. Necesitaba dinero, pero pedir más de lo que iba a recibir le avergonzaba. Y no quería herir a Drogbar, en el fondo sabía que se había enamorado de él. No podía aprovechar que dormía para quitarle un par de platas. Y pedirle a una de sus colegas que le hurtara e ir a medias era repugnante. No, había que decírselo, ya llegaría la solución.

- Drogbar, yo... –sorbió la nariz y derramó una lágrima-. Estoy embarazada, puedo sentirlo, lo sé. Eres el padre...

- ¿Cómo estás tan segura? Es decir, no te ofendas, puedo entender que te dediques a esto pero no sé cómo puedes hacerme responsable con toda certeza...

- Deja que te explique, Drogbar. Por mucho que cobremos las prostitutas tenemos unos gastos tremendos para mantenernos con vida y sanas. Debemos pagar alquileres, algunas de nosotras protección, medicinas... Y todas, sin excepción, te lo puedo asegurar, hacemos uso de los servicios de un chamán de un lejano archipiélago. Nos da todos los meses una pócima que nos impide concebir. Pero la pócima es cara debido a sus componentes, no creas que se aprovecha de nosotras. Hace un par de días iba a comprar la pócima con parte de lo que me has pagado pero me robaron por el camino. Esperé entonces a encontrarme contigo para volver a intentarlo pero me enteré después que el chamán tuvo problemas con unos gamberros que le destrozaron la tienda. No he podido tomar la pócima y, aunque no me hubiese acostado contigo las últimas veces, ya era tarde. Y no me he acostado con nadie más que contigo desde que te conozco y antes que eso me fue muy mal las dos últimas semanas y no traté con nadie. Lo que me sorprende es el modo en que lo he sabido, la propia criatura me lo dijo, parecía un sueño –en ese momento Stela lanzó una risa floja, con desgana, para aliviar la situación-. No te lo vas a creer pero soñé que me hablaba en medio de una tormenta y al instante le vi como en el futuro moviéndose a gran velocidad... –no aguantó más y comenzó a sollozar-. ¡No sé qué hacer!

- Nada, salvo portarte como una madre –Drogbar le cogió una mano y le besó la frente. En un principio no le hacía gracia hacerse cargo de la situación, pero el sueño de Stela le desveló que tal vez Dyastor le había hecho poderoso en cierto sentido. Así que le sonrió-. No quiero que te deshagas de él, ¿de acuerdo? Me hago responsable de tu situación. Te vendrás conmigo a la mansión familiar... Quiero formalizar todo esto, de verdad.

Stela le besó agradecida. “Bueno, tal vez no sea glorioso del modo en que creía” pensó Drogbar mientras el primer rayo del Sol entró por la ventana.
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por Proserpina el Sab Oct 29, 2005 1:32 am

A la mañana siguiente, Drogbar fue a recoger las órdenes del día del despacho del Gobernador Varek. Tras recoger las notas, se encaminó seriamente al despacho de seguridad en palacio. Entró con seriedad, como si llevase un asunto de vida o muerte pendiente.

- ¿Oficial Maimónides? –preguntó con aire tembloroso-. ¿Es usted quien está al cargo de la seguridad en palacio?

- Así es. Y usted debe ser Drogbar, el nuevo Oficial de la Guardia al cargo de la unidad de investigación. ¿En qué puedo ayudarle? Parece preocupado.

- El Gobernador me ha encargado que patrulle los alrededores de la ciudad, sospecha que puede que ser que los asaltantes que han actuado últimamente en la ciudad se escondan en los bosques y sean los que asaltan a los mensajeros.

- Bien ¿Y dónde quedo yo en todo esto? –preguntó suspicaz Maimónides-. No entra eso dentro de mis competencias.

- Vera usted, compañero... –disimuló echando una rápida mirada al pasillo, cerró la puerta cuidadosamente y se acercó a la mesa-. Tengo el presentimiento de que todo esto son distracciones para desviarnos de algo más importante. Mientras nosotros nos concentramos en cuidarnos de lo de fuera, tal vez halla alguien planeando algo para golpear dentro... Necesito los planos de los sótanos de Palacio, las alcantarillas que pasan por debajo y los nombres de quienes hicieron las últimas obras y reformas en ambas zonas. Quiero empezar por explorar con la patrulla las alcantarillas, por si los delincuentes han dejado allí pistas, ya me entiende.

- No me parece descabellada su petición, Oficial Drogbar. Le daré unas copias mañana mismo, se las encargaré...

- ¡No, no! ¡Se lo ruego! Cuanta menos gente sepa de esto, mejor. No se me da mal la cartografía, en la Academia me enseñan bien. Yo mismo puedo hacer las copias, si no le parece mal.

- Pero no puedo permitir que los planos salgan de palacio, colega. Si no tiene inconveniente, deberá copiarlos aquí dentro. En la biblioteca hay una sala privada, tengo la llave u sólo existe una copia, para usted –en ese momento abrió un cajón oculto en una estantería con una llave que llevaba al cuello. Drogbar tomó nota de su localización. El oficial le entregó la llave-. La sala se usa para este tipo de ocasiones. Ahora está desocupada, pero deberá estar dispuesta en menos de 48 horas, por si acaso. La misma llave abre el armario donde están los planos, perfectamente etiquetados. Ni que decir tiene, que ahora estará usted en mi lista de personas que han accedido a esos planos... por motivos de seguridad. Le daré mañana por la mañana la lista de ingenieros que han accedido a las zonas en los últimos cinco años. Puesto que se trata de palacio, yo exploraré a fondo los sótanos y bodegas por si se nos ha pasado por alto algo o hay algo nuevo.

- Le comprendo y se lo agradezco –Drogbar tomó la llave y le imitó colgándosela al cuello aprovechando la cadena de la que pendía su sello familiar. Tras meter la cadena por el cuello de la camisa, se llevó la mano al pecho en gesto de compromiso-. Nadie tiene por qué saber que la tengo. Me retiro ahora para llevar a cabo mis asuntos. Volveré esta tarde para... –se oyeron pasos en el pasillo-. Ya sabe. Gracias de nuevo.

El oficial le tendió la mano y Drogbar se la estrechó. La mañana le pareció menos tediosa que la anterior. Esa misma tarde tan sólo tenía que arreglar un par de documentos del negocio familiar y luego se reuniría en “Pinta de Oro” con sus secuaces. Esta vez tenía pensado no hacer llamar a los hermanos. Necesitaba a los espadachines. Si, tal y como sospechaba, había medidas de protección mágica en palacio frente a ciertas personas, un clérigo oscuro cerca haría saltar todas las alarmas hasta las murallas de la ciudad. Y el mago era tan negro como la sangre del demonio más feo. Tampoco debía ir. “Pero sería interesante que me acompañara mi amigo de las sombras, nuca se sabe...” pensó. Quería explorar las alcantarillas en busca de “moradores de las profundidades”, como se les llamaba a los vagabundos y rateros que se escondían allá abajo. Quería eliminar unos cuantos y crear miedo entre ellos. Quería que le dejaran vía libre y no tener espectadores cuando llevara a cabo su plan. Esa tarde, de camino a casa, dejó una nota en clave en una taberna. El asesino acudiría a su cita, Drogbar lo sabía. Y seguro que, al tener “público”, iría tan enfundado que ni él le reconocería. Y, tal vez, le estuviese vigilando en ese momento, mientras pinchaba el mensaje.

Drogbar recuerda el día en que salvó la vida a un hombre, aún no sabía porque, y ese hombre se convirtió en su sombra. Nunca le vio la cara y no sabía su nombre, cuando impidió que alguien de negro le clavara una daga por la espalda estaba cubierto hasta las cejas de ropas negras ajustadas. Drogbar había dejado de ser un niño en esa época y desde la ventana de su habitación presenció la escena. El chiquillo usó con bastante suerte una pequeña ballesta que le había regalado su padre. Nadie, salvo el chiquillo y su sombra, supo de aquello.
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por Artros el Lun Oct 31, 2005 11:55 pm

Drogbar se sento junto a un anciano harapiento, el tabernero se tranquilizo al ver que aquel anciano tenia asuntos con un noble, podria pagar la cuenta.
-Saludos joven –el anciano dejo ver una sonrisa- y donde estan tus compañeros.
- Saludos, increible el disfraz que llevas hoy –Drogbar le tendio una copa de vino- mis compañeros vendran mas tarde. mo quiero que te vean, ya lo haran cuendo sea el momento.
- Gracias por tus cumplidos, lo cierto es que la mezcla del ilusionismo y el manejo de la daga siempre me hicieron el mejor –sus ojos comenzaron a relamapaguear- por eso ellos quisierpn eliminarme, por ser demasiado bueno... me temian. Pero no es eso lo que hoy nos trae aqui, que es lo que querias pedirme.
- Empezare a buscar al “olvidado”, ya tengo los planos y las llaves para las alcantarillas –drogbar le mostro la llave que llevaba al cuello- tengo aqui todo el poder que necesitamos.
- Asi que al fin podremos despertar al maestro –los ojos del anciano brillaron- bien drogbar, te he enseñado bien...
- Tu no me has enseñado, aprendi yo solo.
- Si claro, como tu quieras; dime cuando y donde y estare ahi.
- En la entrada a las alcantarillas, toma alguna forma que pueda permitirte entrar, a primera hora de la mañana de dentro de dos dias. Vete armado y preparado para cualquier cosa.
- Siempre lo voy –El anciano se levanto y dejo dos monedas de plata en la mesa- hoy invito yo.
El extraño anciano se marcho por la puerta con gran agilidad perdiondose por las calles de Anladirian.
____________________________________

- ¿Que? ¿Las alcantarillas? ¿y que diablos se nos ha perdido alli? –Pietro estaba desconcertado- Ahi solo hay vagabundos y dicen que extrañas criaturas moran en ellas y que...
- ¡Maldita sea! ¡no te pago para que pienses ni para que preguntes sino para que mates! –Drogbar le miro fijamente haciendo retroceder a Pietro- Estareis ahi a la hora que os e dicho, con estos papeles podreis llegar hasta ahi, pero ni se os ocurra decir que trabajais para mi, ahora tengo asuntos que atender.

Cuando de hubo marchado los Fahzar comenzo a hablar.
- Miralo, ahi se va tras su furcia –dijo con una mueca burlona.
- Pues segun me han dicho piensa contraer matrimonio con ella. le debe haber echo un ragalito –Pietro se vengaba de las palabras de Drogbar- y el muy estupido se cree que es suyo.
- ¡Jajajaja! dejalo, es un iluso, ademas como el a dicho –adopto la figura de Drogbar y puso su voz- No os pago para que penseis sino para que mateis...

Las dos figuras salieron de la taberna riendose, no pudieron ver la mujer que les habia estado observando todo el rato. Hace tiempo que se habia desecho de la figura del anciano, la de la mujer era mucho mas divertida, y esos dos estupidos no habian sospechado de el, no le gustaba su actitud, le diria a Drogbar que lo mejor seria matarlos despues de lo de las alcantarillas.
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por Artros el Mié Nov 02, 2005 2:47 am

Weno, yo me voy pero seguire escribiendo la historia... asi que esperarme a mi turno xD
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por Artros el Vie Nov 04, 2005 1:18 am

Cuando kerais la seguis, os la dejo aki pa ke la veais
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por heriusplusk el Vie Nov 04, 2005 7:02 pm

q ganas de escrivir no me e leido ni la 1 pero muchas gracias por colgarlas
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por ELDORODWEN el Sab Nov 05, 2005 2:25 am

(SIENTO HABER TARDADO TANTO. PERO ES QUE HAY QUE CURRÁRSELO.
Esta vez sólo pondré la parte que quiero hacer A SOLAS, ya sabéis. No añado más para no enrollarme. Un beso.)

El joven miembro de la guardia examinaba cuidadosamente las muescas de las saetas bajo la luz de una potente luminaria de cuarzo. Las velas normales no servían y ése invento enano para iluminar cavernas era magnífico para estudiar pruebas. Hacía dos días que le llegaron los proyectiles cuidadosamente envueltos y etiquetados desde el Templo de Urkan y estaba nervioso por todo lo que había descubierto hasta ahora. Pero no podía demorarse mucho más estudiando las pruebas, el joven Tzemuinocoalt le urgió a que le llevase un informe cuanto antes. No podía perder tiempo en pedir la firma de su superior, el Oficial de la Guardia Drogbar, para que tuviese el visto bueno. Drogbar estaba ocupado, según le dijo, con un asunto de vital importancia. Acudiría al Oficial Maimónides, sí, eso es. Este tipo de asuntos no requería el visto bueno del inmediato superior. Bastaba con que un Oficial de la Guardia aprobase su trabajo en caso de urgencia. Terminó de hacer sus apuntes, firmó y puso el sello del Departamento de Exploradores de la Guarida Urbana. El joven se sentía orgulloso de pertenecer a ese cuerpo. Se dedicaba a rastrear, examinar... auténtico trabajo de campo. Era muy feliz con eso. Nada tenía que ver con espeluznantes interrogatorios o peligrosísimas detenciones, no. Eran él y las pruebas, era internarse en lo más recóndito del ser a través de lo que dejaba en el camino. Sí, le encantaba su trabajo. Guardó con mimo las pruebas y metió en una carpeta el informe. Se encaminó a través de los pasillos del semisótano hacia el palacio. En la superficie, ambos edificios estaban en el mismo lado de la Plaza Mayor, pero separados por los amplios jardines de la residencia ducal. Los pasillos del semisótano eran un modo rápido y discreto de comunicarse con palacio, ahorraban tener que atravesar el frío jardín en invierno bajo la mirada de curiosos. O bajo los ojos de francotiradores.

- ¿Oficial Maimónides? ¿Puede atenderme un momento? –preguntó mientras golpeaba suavemente la puerta del despacho.

- ¿Quién es? –preguntó suspicaz el oficial, y se oyó cómo recogía unos papeles de la mesa.

- Soy del cuerpo de exploradores de la guardia. Su ayudante me dijo que tal vez podría atenderme ahora que está todo más tranquilo, a pesar de no tener cita... es importante.

- Pasa, por favor –y a la par que entraba el joven explorador el oficial se levantó del asiento y liberó la empuñadura de su espada para tenderle la mano-. Debes perdonar mi desconfianza, el cargo me lo exige y antaño me ayudó a sobrevivir. Siéntate y dime.

- Se lo agradezco, pero no dispongo de tiempo. Necesito que de el visto bueno a este informe, que lo firme. Debo entregarlo cuanto antes en el Templo de Urkan para ayudarles en un investigación –le tendió la carpeta y esperó de pié serio, con aire nervioso.

Para él, cosas como ésta eran muy importantes en el sentido en que le gustaba y agradecía que le reconocieran un trabajo bien hecho. Le hacían sentirse, más que útil, importante. En su familia, humildes campesinos todos, no esperaban que fuese a hacer gran cosa excepto cuidar de la hacienda. Y lo hacía: mantenía a raya a las alimañas con sus trampas o su arco. Él no estaba hecho para labrar y sembrar. Le gustaba “perderse” entre los árboles y cazar para la familia la carne que ellos no podían comprar. Cuando decidió, como otros muchos, abandonar las penurias del campo se alistó en la guardia y encaminó sus dotes y habilidades al servicio de la investigación. Era de los mejores rastreadores.

- Mmm... –Maimónides ojeaba la primera página, los preliminares-. Esto es interesante. Por favor, expón el caso. Eres competente y me gustaría saber con quién nos codeamos –el pecho del joven se hinchó de orgullo además de la profunda inspiración que hizo. Se sentó nervioso frente a la mesa y comenzó.

- Hace unos días las patrullas que rondaban el exterior trajeron los cuerpos de varios mensajeros asaltados en los caminos. A causa de un encargo urgente que se me hizo no pude ir al terreno a recoger las pruebas antes de que se llevaran los restos, pero un urkanita sí acudió en todos los casos, como es costumbre, para acompañar al difunto y nos hizo el favor de llevar las pruebas después al cuartel –el explorador iba señalando puntos del informe y esquemas y mapas que había adjuntado. Siguió relatando:

“Poco después del caso de los mensajeros asaltaron al conocido comerciante, Señor de la Cobra, y esta vez sí pude investigar sobre el terreno. Pero no pude sacar nada en claro porque algo que me daba escalofríos flotaba en el ambiente. Sí obtuve las saetas de ballesta que le clavaron. El urkanita sospechaba algo, que había conexión. Los sacerdotes suelen tener presentimientos certeros, así que retomé las pruebas de los mensajeros y las comparé con las del de la Cobra. Efectivamente encontré conexión. En ambos casos las saetas son idénticas en el sentido en que la manufactura es la misma, sólo cambia la calidad de la madera. Y lo más interesante está en que en ambos casos fueron disparadas por la misma ballesta, y juraría que por el mismo hombre –llegado a este punto al joven se le abrieron los ojos como platos. Estaba exaltadísimo-. Las saetas fueron disparadas por una ballesta en cuyo canal para alojar el proyectil hay una especie de firma. Una marca signo de orgullo de algún fabricante ilegal que araña el proyectil cuando sale disparado. Lo sé porque no es una marca común, como las de ballestas de mala calidad con el canal mal pulimentado. Consulté el archivo de antiguos casos y detenidos por fabricación ilegal. Me puse en contacto con algunos informadores y me hablaron de éste tipo: de alias “Espina Negra”, artesano reconocido en los bajos fondos. Hace también saetas, arcos y flechas. Los proyectiles los firma con una rara pluma negra de punta afilada. Pedí a otro oficial una orden de detención y se le interrogó. Confesó haber fabricado la ballesta, que aún no se ha encontrado, pero no sabe a quién se la vendió porque siempre acudía al amparo de la oscuridad y por la espalda. Nunca le permitió volverse, bajo amenaza de clavarle un arma. A “Espina Negra” sólo le importaba que le pagase. Aún le están interrogando para sacarle más información. El informe detalla, además, quién disparó. Fue un hombre joven y alto; los proyectiles manejados por mujeres sufren menos durante el manejo y el transporte, y éstos estaban en pésimas condiciones. La edad y la altura la averigüé a partir de un cabello que se quedó enganchado en una de las plumas posiblemente a causa del roce de la cabeza con el carcaj, es castaño, además. Y le encanta el tocino con pan tostado...”

- ¿Cómo dices? –Maimónides se inclinó hacia delante y apoyó los brazos en la mesa-. Resulta divertido, pero continúa, te lo ruego.

- Sí, señor. En las saetas hay restos de grasa de cerdo por la madera y alguna migaja tostada en las plumas. Es más: creo que sé de dónde sacó el pan.

- Es fascinante, eres fascinante. ¡Dímelo! –el oficial estaba tan pendiente del informe como un niño con un cuento en las verbenas.

- Es pan negro, con mezcla de centeno. Un tipo de hogaza que se sirve en tabernas de baja estofa por ser más barato. El pan negro de trigo cien por cien o el blanco no aparecen ni en dibujos. Pregunté a los panaderos para saber a quiénes abastecen. Como se hizo una redada en una de las tabernas más impopulares donde se sirven estas hogazas y otra está clausurada por reformas, sólo nos queda una: “Pinta de Oro”. Allí podría encontrase, tal vez, el que disparó –el explorador respiró hondo y soltó el aire de golpe esperando respuesta.

- ¡Muy bien! ¡Impresionante! Es una lástima que no trabajes para mí. Si algún día te hace falta que te haga hueco, dímelo sin reparos. Pero ahora lo que importa es tu informe. Lo firmaré encantado. Una cosa más... –miró a la puerta para asegurarse de que estaba bien cerrada-. Esto debe quedar entre nosotros. No le comentes nada a Drogbar. Está ocupado con algo importante y yo también tengo un presentimiento... acerca de éstas revelaciones. Llévalo al Templo de Urkan y advierte al encargado del caso que se ande con cuidado y me ponga al día. Mantenme informado. Tal vez Drogbar tenga razón, tal vez todo esto quiera distraer mi atención de algo gordo. Cuestión de seguridad interna, ¿comprendes?

- Sin duda alguna, señor –se levantó y estrechó la mano que le tendió Maimónides. Tomó la carpeta y se retiró.

En el Templo de Urkan fue llevado hasta el despacho del Prior, lo cual le extrañó. Pero se quedó conforme, y más aún cuando vio a la derecha de Olegario a Tzemuinocoalt. Seguramente, el joven sacerdote puso al corriente a su superior. Desde luego que estaba pasando algo gordo...
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por estebanes16 el Sab Nov 05, 2005 7:08 am

demonios si la biblia y el quijote les an quedado cortos a ustedes :-O :-O
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
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por Jorge57 el Sab Nov 05, 2005 6:01 pm

buff, si me daba pereza leermelo al principio...
imaginate ahora :O
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Jorge57

 
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por ASHURAM el Dom Nov 06, 2005 2:30 am

Drogbar se levantó de la cama y comenzó a vestirse con ropas cómodas y oscuras. Stela le miraba desde el lecho con aire preocupado. Era feliz porque Drogbar le había dado una nueva vida, en todos los sentidos, pero le preocupaba que le ocultase algo. En aquellos tiempos, todo el que tenía algo que ocultar tenía problemas. Y podrían perjudicarla. Se encontraba en la mansión de la familia de la Cobra rodeada de bienestar, pero no encontraba la paz cuando veía a Drogbar pensativo.

- ¿Vas al despacho? ¿No puedes dormir? Si quieres, bajaré a prepararte algo caliente para reconfortarte –dijo solícita Stela.

- No, no es necesario. Gracias, Stela. De todos modos puedo pedírselo a una de las doncellas...

- Es verdad –reía la muchacha-. La falta de costumbre, supongo. Ya iba yo a pasar frío yendo a la cocina cuando siempre tenéis a alguien de guardia.

- Chica lista, me gusta –Drogbar se acercó y le besó la frente-. Arrópate, hace frío. Tengo que salir a arreglar algo personalmente. No te preocupes. No me esperes. No digas que he salido. De todos modos, la familia ya está acostada, pero si sales y te encuentras con ellas por el pasillo no hace falta que digas nada.

- ¿Vas a “Pinta de Oro”? ¿Algo grave? Allá no es buen lugar para arreglar nada. Me asustas –le miró intranquila su pulso se aceleró. Drogbar lo notó cuando le tomó de la mano.

- Tranquilízate, cielo. No me queda más remedio que ir. Se trata de informarme acerca de un competidor en los negocios. Espero encontrarme con alguien que le ha estado espiando. Los negocios son así, Stela: o te alertas o te engullen –era una mentira piadosa. Ahora tenía que explicarle por qué iba a ir armado y protegido. No le gustaba dar explicaciones. Mientras cogía de los pies de la cama su cota de malla y la espada siguió con la mentira-. Pero tú sabes que aquella zona es peligrosa, por eso voy preparado. ¿Recuerdas los dos tipos con los que me viste la primera vez? Irán conmigo. No habrá problemas.

Drogbar besó a Stela mientras la tumbaba suavemente y la arropó. Se puso la capa con capucha y tomó de un cajón oculto y bajo llave un frasquito y unos papeles que guardó en la bolsa del cinto. No le había costado copiar los mapas, eran más fáciles de lo que esperaba. Al salir de casa notó el gélido aire invernal en el rostro. “Maldición –pensó-. El subsuelo estará abarrotado de mendigos. No caben todos en las camas de beneficencia de los templos.” Una vez llegó a “Pinta de Oro” se encaminó directamente hacia la mesa que solía ocupar sin pedir nada al tabernero. Por el camino miró de soslayo hacia el techo mientras se quitaba la capucha. Su “sombra” ya estaba allí. En la mesa esperaban Pietro y Fahzar con unas bebidas y algo de comer. En cuanto le vieron llegar, se terminaron de un trago las cervezas y se levantaron. Para Drogbar las cosas ya no estaban empezando como quería.

- Os dije que os quería sobrios, nada de bebida. Es irritante que no podáis terminar el día sin un trago. No es de profesionales –les dijo secamente a los dos-. Y tú, Pietro, ya estoy harto de verte comer esa porquería antes de salir. Una cosa es que quieras calentarte el estómago y otra que pretendas pudrirlo. Vámonos ya.

- Ésta cerveza no emborracha ni a un imberbe. Sólo hemos tomado estas jarras minúsculas y, además –dijo Pietro mientras chupaba las manchas de grasa de los dedos-, yo no puedo prestar atención al trabajo si me rugen las tripas. Estoy listo.

Salieron de la taberna. Aún no se habían percatado los secuaces de la presencia de la “sombra”. Se metieron en el laberinto de calles que formaban la parte más tétrica de los barrios bajos y, en un apartado callejón, se detuvieron en la entrada a una alcantarilla. Era una reja de forja bastante gruesa, con candado, que estaba inclinada con respecto al suelo. Daba a una escalera que descendía a la podrida negrura del subsuelo.

- ¿Y bien, Drogbar? No esperarás que entremos a martillazos. Se supone que hay que ser sigilosos. Ninguno de nosotros podrá abrir eso sin dejar señales –dijo preocupado Fahzar.

- En eso difiero –dijo una voz profunda pero cautivadora. Un bulto oscuro salió de un recodo de una de la paredes y se encaminó hacia los tres. Fahzar y Pietro llevaron las manos a las armas pero, antes de que pudiesen terminar de agarrarlas, la “sombra” estaba en medio de los tres y con una daga en el cuello de Pietro-. Haced paso al profesional, niños.

Pietro casi ensució los calzones y Fahzar respiraba con dificultad. Drogbar casi no podía aguantar una carcajada. “Sombra” ya estaba manipulando el candado con pasmosa habilidad mientras los secuaces terminaban de recuperarse del susto. Ni siquiera oyeron el “clic” del candado cuando “Sombra” volvió a hablar.

- Bienvenidos a las alcantarillas. ¡Pasen y vean! –dijo susurrante mientras levantaba la reja. Tampoco la oyeron chirriar. Algún truco usó para ello. No podía ser grasa, Drogbar lo sabía porque “Sombra” era muy escrupuloso en su trabajo, nunca dejaba huellas.

Escogieron esa entrada por estar apartada de la gente. Entrar por otro sitio más fácil hubiese sido exponerse sin remedio a grupos de mendigos que lograban forzar las rejas oxidadas y desgastadas. Cuanta menos gente supiese de ellos, mejor. Tampoco querían hacer una masacre indiscriminada, era exponerse a cometer un error innecesario. Avanzaron por el subsuelo hacia el extremo de la ciudad donde estaba Palacio. Por el camino tuvieron que dar patadas a alguna rata impertinente que no cedía el paso a la tenebrosa comitiva. En el centro de la ciudad, donde los comercios vertían muchos desechos, se toparon con gusanos carroñeros gigantes, del tamaño de una persona. Esas criaturas no eran problema para alguien experimentado, podían esquivarse y seguir adelante o abatirlas sin dificultad. A los que daban problemas eran a los mendigos que pillaban desprevenidos. Una vez llegados a las cercanías de la Plaza Mayor tuvieron más cuidado. “Sombra” iba prácticamente invisible. Atacaron a un par de mendigos antes de que pudiesen siquiera abrir la boca. A Pietro le entraron náuseas cuando le llegó el olor de la enfermedad que portaban esos cuerpos. Si le costó soportar el aroma de los desechos esta vez no pudo aguantar. Vomitó junto a uno de los cuerpos cuando fue a recuperar la saeta.

- Si no hubieses comido esa porquería no te habrías indispuesto tanto. Esos dos no podrán decir que estuvimos aquí. Ahora vayamos a por el resto. No quiero testigos. Quiero que a todos les asuste la idea de bajar aquí. Quiero el camino despejado para que podamos trabajar en nuestra búsqueda –dijo Drogbar con autoridad.

Un recodo tras otro, Drogbar iba arrojando unas bolitas que sacaba del frasco y se retiraba tapándose la nariz con un pañuelo empapado en esencias neutralizadoras. Las bolitas estallaban cuando tocaban el suelo y despedían gas venenoso. Ese gas era muy inestable y, una vez hacía efecto, se disipaba sin dejar rastro. Se oía gemir y toser a los desdichados a los que el gas envolvía. Nadie se preocuparía por ellos. “Sombra” barría hacia el canal de las aguas negras los restos de las bolitas antes de seguir avanzando. Acabaron así con una docena de parias antes de retirarse. Salieron por donde habían venido y allí mismo se despidieron.

Drogbar entró en “Pinta de Oro” y subió a una habitación que tenía reservada para aquella noche. Allí se mudó con ropa idéntica que había guardado y echó al fuego las apestosas prendas de la alcantarilla. Se marchó a casa en seguida. Entró por la puerta principal de su casa como si nada y subió a la habitación. Si alguien le había visto salir por ella, era mejor entrar por el mismo sitio después. Ahora sólo quedaba descansar y esperar noticias.
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ASHURAM

 
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por Artros el Mar Nov 08, 2005 10:21 pm

Prosperina?? tas ahi?
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Artros

 
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