por Soulafein el Lun Feb 16, 2009 5:57 am
-Capitulo V: La Marcha
La décima estaba avanzando a buen ritmo. Generalmente no solía exigirles a mis tropas un avance a marchas forzadas durante tanto tiempo sin descansar, pero sabía que gracias a su entrenamiento podrían aguantarlo. Si todo seguía como había planeado en dos días deberíamos cruzar El Abismo, eso contando con que los lagorz solo cuenten con un pequeño destacamento vigilando el paso... y por las útlimas informaciones no parece que me deba preocupar por ello.
Estaba pensando en Sunk, se había convertido en un buen guerrero, puede que el mejor de su generación, sabía valerse por si mismo... pero seguía siendo joven. Siempre había sido demasiado impulsivo, y el individualismo propio de los filos habia acentúado este hecho. Desde que era un niño había sido distinto, tenía una sensibiliad especial, y dudo mucho que ese aspecto se lleve bien con tener que matar, si es un filo tendrá que acostumbrarse...
¿Estará vivo aún? ya no lo percibo igual, como si la vida se escapase de su cuerpo... su madre estaba aterrorizada, Anka lo percibe aún con más nitidez que yo...
- Maestro Zarn, comandante ¿me estáis escuchando? - preguntó Krogan
- Perdona Krogan, estaba sumido en mis pensamientos. ¿Cuántas veces te tendré que repetir que me llames simplemente Zarn? llevamos cientos de años juntos y se te sigue escapando demasiado a menudo.
Una risotada proveniente de los otros dos grandes guardianes situados a caballo a mis espaldas terminó de sacarme de mi ensimismamiento. Fern y Gurn, eran hermanos gemelos y su aspecto llamaba poderosamente la atención, su estatura era superior a la mía y a la de la gran mayoría de los dunai, ello, unido a la armadura de placas de medio cuerpo típica de los guardianes les daba una figura imponente.
Krogan había estado conmigo desde que era un niño, tras la muerte de mi padre él se había encargado de continuar con mi entrenamiento y prácticamente con mi educación. Había estado a mi lado cuando llegamos a Belozar durante la era de la reunión. Hace quinientos años que lo conozco y no me termino de acostumbrar a su seriedad y a su forma de hablar, llama la atención incluso entre los guardianes más viejos de la casta. Desde la distancia se lo podría haber confundido con un joven guerrero. Su musculatura y su forma de moverse permanecían inalteradas a pesar de que tenía una edad poco habitual entre los dunai, solo superada por el maestro Wulf y el padre de la maestra Valiere, considerados una auténtica excepción entre los nuestros pues no solíamos vivir mucho más de seiscientos años.
Esta impresion de jovialidad se desvanecía al observar su rostro, sus ojos azules parecían cansados, desprovistos de brillo alguno, el cabello y la barba, característica de los guardianes, totalmente grises, las arrugas surcaban sutilmente su frente y boca, dejando leve testigo de la auténtica edad del guerrero.
Fern, Gurn y Krogan, junto con el joven Sibat formaban mi séquito habitual cuando partíamos a misiones o a la batalla, cosa que últimamente no había sucedido mucho. En la casta de los Khan, al contrario que en la Valiere o en la Mayarn, la guerra se consideraba un aspecto más de la vida de los dunai, tan necesaria como comer o dormir. Por ello el ambiente reinante entre los gemelos y en general en la tropa era de buen humor. Esto se notaba especialmente entre los guardianes, la élite de nuestra casta, que en los últimos tiempos se habían mantenido en un estado de relativa inactividad.
El único que parecía compartir mi preocupación era Krogan, aunque realmente tampoco sabría decirlo a ciencia cierta, pues era difícil adivinar las emociones que se escondían tras ese semblante imperturbable.
A pesar de mis temores una sonrisa asomó a mis labios. Confiaba en estos hombres. Representaban lo mejor de nuestra raza. Con ellos a mi lado parecía que podríamos afrontar cualquier problema.
- Creo que estabamos hablando sobre que ruta seguir para llegar a El Abismo ¿no es así Krogan?
- En efecto. Tendremos que pasar entre las huestes de lagorz y elfos. Aún se encuentran a kilometros de distancia, pero deberíamos evitar que sus rastreadores detecten nuestra presencia.
- Pienso que lo más lógico sería dirigirnos hacia el Abismo pasando más cerca de los elfos, así evitaríamos un encuentro con los lagorz, que, aunque improbable, se antojaría mucho mas problemático. Además, hace mucho que no tenemos noticias de ningún ejército elfo por estas tierras y podría ser conveniente que los filos echasen un vistazo a ver si averiguan algo.
- Creo que es lo que opinabamos todos- afirmó Krogan.
Los gemelos asintieron.
Nuestros yelmos reflejaban el sol del atardecer, su penacho rojo ondeaba al viento en lo alto de la colina. Durante todo el día habíamos tenido que soportar un calor incómodo, frecuente en esta zona, y la brisa que se estaba levantando era todo un alivio. Delante se extendía la llanura Frigia, una tierrá semi-árida al final de la cual encontraríamos el puente que cruza El Abismo. De vez en cuando se podían observar pequeños grupos de árboles dispersos, no se veía ningún grupo de animales a la sombra. Todo parecía en calma. Demasiado.
- Es hora de que volvamos con las tropas maestro, va siendo hora de hacer un alto y montar el campamento para pasar la noche. - comentó Fern.
- Es cierto, volvamos.
Tiré de las riendas de mi caballo y comencé a descender por la colina junto a mis compañeros, camino de encontrarme con mis tropas. Unos kilómetros atrás las encontramos tal y como las habíamos dejado.
Los caballeros avanzaban a la vanguardia montados en sus córceles. Detrás, un pequeño grupo de filos avanzaba con un par de filos negros a la cabeza. Se movían sin rozar el suelo, levitando, cosa que solían hacer cuando avanzaban en formación. Este aspecto los ayudaba a distinguirse aun más, y hablaba de sus capacidades superiores para la telequinesis, eran especialistas en mover objetos pesados con la mente, incluidos sus propios cuerpos, y les encantaba demostrarlo ante los demás.
Los guardianes iban en pesadas carretas de metal tiradas por caballos, como era habitual en ellos, puesto que su pesada armadura de combate les hacía demasiado complicado el recorrer grandes distancias a pie.
A un lado de la columna principal se veía el palanquín del padre de la maestra Valiere, Váler. Le había transmitido el liderazgo a su hija antes de su muerte, cosa que no era habitual. Pocas cosas en él lo eran, su gran edad, casi antigüedad. Su aspecto, frágil, sin embargo cuando se movía lo hacía a una velocidad sorprendente. Su largo cabello blanco se desparramaba sobre su sofisticada túnica de seda azul. De él emanaba una especie de resplandor que no parecía natural. La enemistad entre él y Krogan databa de antaño... de algún tipo de ofensa que había sufrido nuestra casta en el pasado, cual había sido ya nadie parecía recordarlo salvo ellos. No era frecuente encontrarlo personalmente en una misión como esta, pero había mostrado interés y su poder mágico era una garantía si había algún imprevisto.
El resto de las tropas se movían ordenadamente y a buen paso, pero los síntomas de cansancio empezaban a hacerse notar. Las columnas y las filas ya no se veían tan perfectamente alineadas. Los cánticos ya no sonaban tan vigorosos.
Sibat, que generalmente se encontraba controlando la retaguardia, había quedado al mando del ejército, avanzaba en primera línea, al frente de las tropas y sonrío al verme.
- Maestro Zarn, queria agradecerle el honor de haber depositado su confianza en mí al permitirme dirigir la décima en la próxima batalla. Aquí tiene su libro de batalla con mis anotaciones. - Dijo Sibat
- ¡Por Gideon! cuántas veces os tengo que decir que me llaméis simplemente Zarn, quiero que haya familiaridad entre los guardianes, y especialmente entre los grandes.
- ¡Décima alto! - Los caballeros de la primera línea frenaron a sus corceles en seco y rápidamente el resto del ejército siguió su ejemplo.- Es hora de montar el campamento y descanasar, hoy a sido un duro- De repente un grito interrumpió mis palabras.
- ¡Gran maestro Zarn!- gritaba un joven filo mientras avanzaba corriendo hacia mí, corría desaforadamente y cuando se detuvo delante mía apenas le podía entender debido al poco aire que le parecía quedar en los pulmones.
- Tranquilízate soldado, y dime que te ha hecho acudir corriendo de esa manera.
- Se trata de Lineor gran maestro, ¡Lo han matado!
Los ojos se me salían de las órbitas de asombro, el hijo mayor de Wulf muerto... imposible. Estabamos hablando de ,con diferencia, uno de los guerreros de mayor valía entre los dunai, y, junto con su hermano el más hábil de entre los filos negros. Si algo había acabado con él nos enfrentabamos a una fuerza cuya magnitud ignorábamos. Parece que despues de todo no había tardado mucho en aparecer el imprevisto.