por chogas el Jue Ene 29, 2009 8:35 pm
Capitulo 8: La fría noche
El viento resoplaba contra las frágiles paredes de la cabaña, se colaba de forma indeseable por las rendijas que dejaba la madera, un siseo se escuchaba en la lejanía, aparte del movimiento de las ramas de los árboles todo estaba en paz, demasiada calma.
La resistencia se encontraba refugiada dentro de la choza, algo apretados, existía el espacio justo para que cupieran todos, aunque se notaban las caras de agobio, ¿Quién no deseaba un lecho confortable para pasar la noche? Es más, no solo eso, desde que he pasado más tiempo en la aldea que persiguiendo mis sueños, mis aventuras, también yo me he vuelto más acomodado. Likimeya se encontraba a mi izquierda y parecía no poder dormir, no eran especulaciones mías, sus ojos entreabiertos llevaban así toda la noche.
-Señora… - susurre con miedo - ¿Os ocurre algo?
-¿Sigues despierto amigo? – Intentó disimular – Deberías dormir un poco… mañana nos espera un día largo.
-Lo mismo os digo – le conteste mientras la arropaba – No tenemos tiempo para noches de insomnio.
Gire mi cabeza hacia la pared, escuchando tras de mi un suspiro, el suspiro de una anciana que ha contemplado las tierras de Warsage en su época de apogeo… y que ahora se precipitan hacia el vacío, cayendo por un acantilado de oscuridad, sin que ella pueda hacer nada. Todos sus trabajos por mantener la paz, toda su vida dedicada al servicio del honor, al lado de los valores, de la confraternidad entre las razas, para que… la avaricia de los hombres culminara con todo. Su cabello plateado rozaba mi espalda, no tarde en notar su respiración mas lenta, signo inequívoco de que había comenzado su andadura por el mundo de los sueños, ¿Qué soñaría?, quizás lo que sueña mientras se encuentra despierta.
Frente a mi se encontraba una pequeña rendija entre dos tablones de madera, existía el espacio justo para poder contemplar la oscura noche, los fantasmagóricos árboles que se agitaban entre la penumbra, el siseo de las hojas de estos, que allí, en las alturas, no dejaban de sonar. De vez en cuando, el ruido de un animal desorientado que buscaba un lugar donde refugiarse, antes de que un cazador diera con él. Los aullidos de los lobos alertaban de la luna llena, desgraciadamente, desde mi posición no podía contemplar dicho espectáculo. Un fuerte golpe de viento me obligó a retirar mi ojo de la rendija, por miedo a que la tierra me dañara la vista.
La noche se encontraba muy avanzada, no había podido pegar ojo, en cambio, algún que otro ronquido de mis compañeros delataba lo contrario, me levanté y pegué mi espalda contra la madera, observé a cada uno de los guerreros, inmediatamente me vino a la mente cierto pensamiento sobre un vampiro, Gawa no se encontraba con ellos, era de esperar… el viento era el único impedimento de una noche preciosa, perfecta para un cazador. No tardé en levantarme por completo e incorporarme cerca de la puerta, estaba deseando salir de allí, gire el picaporte y sigilosamente abandone la estancia solamente con la compañía de mi túnica verde.
El viento me levantaba los fardones, agarrando un palo a modo de bastón acelere el paso para refugiarme entre los árboles, el destino de tal paseo no era otro que el de tomar el aire, despejar mi mente y sentirme arropado por la naturaleza. Noté los aullidos más cercanos a mi, y por impulso levante la mirada hacia el oscuro cielo, contemplando como una gran esfera blanca se posaba en la copa de los árboles. Kaiser y yo solíamos pasar muchas noches contemplándola, en nuestras aventuras habíamos tenido tan mala pata que normalmente teníamos que dormir al raso, aunque noches como esta… era de agradecer, la luz de la luna alumbraba lo necesario a mí alrededor para vigilar cada hueco… y de todas maneras no tardaría en amanecer.
- Ojalá todos los días fueran luna llena… - susurre para mi mismo.
- Ojalá… - Escuché detrás de mí- ¿Qué se supone que haces aquí?
-No podía dormir, Kaiser – le conteste al lobo – ¿No es razón suficiente?
-Supongo que para ti sí – apoyó el hocico en mis rodillas y dejo de hablar.
Contemplé como su pelaje bailaba al son del viento, mientras mi mano llegaba por atrás de sus orejas, en cambio, mi vista no dejaba de contemplar la luna, tan grande, tan hermosa.
Noté un pequeño temblor en mis extremidades, la tierra había dado un suspiro, o eso me había parecido a mí, no le di importancia hasta que ocurrió de nuevo, involuntariamente levante mi espalda y giré el cuello para observar que causaba tales movimientos en la tierra. Mi sorpresa no se hizo esperar, observé como una criatura deambulaba corriendo entre los árboles, mis mente no daba credibilidad a mis ojos, pero se trataba de un coloso de piedra, armado con una maza iba destrozando cuantos árboles se encontraban a su paso, sin necesidad de dos golpes, colocándome detrás del árbol, agudice la vista y pude observar al maldito vampiro que había sido la causa de todo esto. Gawa se encontraba dando brincos de árbol en árbol, sus intentos por acabar con la vida del coloso parecían inútiles… o quizás solo se estaba divirtiendo, de todas maneras, esa diversión podía acarrearnos algún daño. Me alcé completamente y corrí hacía la cabaña con Kaiser pisándome los talones, el cual aun no creía lo que estaba viendo.
No habíamos dejado muy atrás la choza, y nuestros pasos enseguida nos llevaron hasta ella, sin pensarlo dos veces di una patada a la puerta tirándola abajo, vociferando para despertar al resto del grupo:
-¡Levantaros! ¡Rápido! – Grité sin coger aire – ¡Algo se acerca hacia nosotros!
-¿¡Estás loco elfo!? – Contesto Athos incorporándose - ¿¡Que coño haces!?
- Mierda Athos, ¡escúchame! – Gritaba mientras le agarraba del cuello con ambas manos- Un coloso, por el bosque, y no parece muy pacífico.
-¡Joder! – Vociferó mientras intentaba soltarse mis manos de su cuello - ¡Era lo que nos faltaba!
El resto del grupo se dio por enterado, y todos agarrando sus armas abandonaron la cabaña por la misma puerta que yo había echado abajo. No tarde en agarrar mis flechas, el arco y la cimitarra que siempre me acompañaban, abandone la choza detrás del resto, para que me diera tiempo a contemplar el espectáculo.
Os lo contare objetivamente, ya que sin necesidad de más, podréis comprobar por vosotros mismos que aquella noche fue una de las peores que pasé en mi vida.
Pudimos ver como los árboles eran derribados unos tras otros, como un ser de 10 metros de altura cargaba con una maza que podría pesar dos toneladas y no tardó en llegar a nuestra posición. Kaiser rugiendo se había colocado en frente, mientras los demás levantaban sus escudos casi en un acto involuntario, ya que era imposible protegerse de aquella maza. Se palpaba el terror en el ambiente, menos Athos y Efrel, hombres curtidos en batallas, que se habían tenido que enfrentar a bestias inmundas, los demás, temblábamos….
El coloso se llevo un golpe en la cabeza, después el vampiro dejo caer sus piernas sobre el suelo con una media sonrisa, mientras nos observaba a todos se relamía, encontraba esta situación divertida.
-¿¡Que has hecho bestia asquerosa!?- Buscaba con la voz Efrel al vampiro.
-No me ofendas amigo, solo intento poner algo de emoción a nuestras vidas – Sonrió y arrancó a correr contra el coloso.
Esquivando la primera embestida de la maza consiguió darle un puntapié en la cabeza, mas tarde salió despedido contra el bosque que había sido arrasado. No pasó mucho tiempo hasta que el coloso se dio cuenta de la presencia del resto del grupo, arrojándonos una mirada arrogante se dispuso a atacarnos, nosotros solo esperábamos el momento, sin saber que mas hacer.
Camino de la revolucion... [Road to revolution]