por oasget el Mar Ene 29, 2008 6:00 am
-V-
Despertaste en cuanto el camión se detuvo por completo. Te levantaste y viste al anciano que iba contigo, primero pensaste en despertarlo… Pero al final solo cogiste tu maleta y bajaste. Diste pequeños pasos en el pasillo, algunos por que entre tanta gente no podías siquiera caminar y unos más tal vez para recapacitar y, en vez de quedarte en tu pueblo, subir en otro camión, fuese a donde fuese.
Al final bajaste más por que te empujaban que por quererlo, pero no importaba; acababas de pisar el suelo que cincuenta años atrás querías dejar desesperadamente. Y no te preocupaste, no pusiste atención en el viejo camino lleno de tierra, no prestaste atención a los grandes detalles, esos que en los cincuenta años no habían cambiado en nada. El pequeño parque te recordó la foto del taxista, su hijo más que el parque fue lo que saltó a tu mente.
Nuevamente la idea de esperar a un camión que te llevase lejos de allí cruzó por tu mente, pero, al ver la hora en tu reloj, dijiste que no podías hacer nada a esa hora. Las 9:49 marcaban tus manecillas. Esperaste allí, a mitad del camino, sin moverte un solo centímetro. Las ráfagas de aire hacían que el polvo se elevara y se pegase a tu pantalón gris. Tus zapatos de charol quedaron completamente opacos, llenos del polvo que revoloteaba. Terminaste de recordar todo cuanto debías, o querías, recordar… Al fin empezaste a caminar, te colgaste la maleta en la espalda y pusiste camino hacia tu antigua casa.
La recordabas de dos pisos. Pintura roja, parecida al color de los ladrillos. Dos ventanales grandes en los cuartos de la planta alta. Abajo, una puerta negra te recibía todos los días, un vidrio naranja situado en el medio desdibujaba la sala que tus padres nunca dejaban que tocaras para evitar que ensuciaras los muebles que, muy posiblemente, ya estaban más sucios que el suelo sobre el que caminabas.
Recordaste a la perfección el camino: dos calles derecho, una más a la derecha, la que daba frente a la 212, y por último izquierda. A pesar de todo decidiste que no tomarías ese camino. Cruzaste calles para evitar pasar por la 212, Al final llegaste a la casa que dibujó tu mente en vagos recuerdos. Era muy diferente. Los dos pisos aún se mantenían, uno de los grandes ventanales ahora estaba roto y el otro tapado con maderas. El color rojo ladrillo se había llenado de polvo y había sido roído por el sol sin compasión. La puerta negra estaba oxidada, del cristal naranja sólo quedaban algunas partes incrustadas en el marco, lo demás estaba dentro, destruido en pedazos. De la casa que vivía en tu memoria no quedaba más que los cimientos. Eso, aunque lo quisieras, ya no era tu casa. Te alegrabas por eso, pero entristeciste al recordar que en ese pueblo, olvidado por cualquier dios y… bueno, no sabías si los demonios también lo habían olvidado, no había siquiera un cuarto que se rentara. Pero toda tu familia vivía allí. Quizá hasta visitaras a tus tíos con la excusa de que estas de vacaciones.
Así lo hiciste, más por saber que no tenias otra parte donde quedarte que por querer hacerlo, pero, en fin, te quedaste. Fuiste con quien recordabas, era tu tío por parte de tu madre. Casa azul con barda negra, era todo cuanto recordabas. Con esos pocos datos lograste llegar, pues no muchas casas gozaban de tener barda.
Tocaste a la puerta. No hubo respuesta. Volviste a tocar. Esperaste lo que te pareció un minuto. Sin respuesta. Te giraste y empezaste a caminar. Detuviste el paso al oír “¿Si?” tras de ti, proveniente de la casa. Volteaste y viste a una mujer; cabello corto, castaño. Ojos claros, cafés. Medía 1,60 o un poco más. Llevaba un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos. No lucía nada mal.
“¿Disculpe ¿Usted llamó?” Te dijo como exigiéndote que la dejases de ver. Respondiste que sí, preguntaste por el tío Henn, así acostumbraban decirle. Te preguntó quién eras; después de charlar allí, fuera de casa, te enteraste que tío Henn llevaba dos años muerto y que, aquella chica con la que hablabas, que por cierto pasabas por diez años, era tu prima. Hablaron un poco más allí, ella preguntó por tus padres. Silencio por varios minutos. Más silencio… Al final les dijiste que tu padre murió hace tiempo y tu madre le había seguido dos meses después.
Te invitó a pasar, preguntó por qué, después de tanto tiempo, al fin les visitabas. Mentiste diciendo que querías alejarte un poco de la ciudad para relajarte y descansar de tu trabajo. Una nueva pregunta surgió “¿De que trabajas?”. Lo pensaste un rato, como intentando convencerte que por mucho que no lo quisieses ese era tu trabajo. “Profe… De literatura” Al fin dijiste. No estabas convencido, pero no tenías más. Debías vivir de algo y eso fue lo mas seguro que encontraste. Y ahora que lo pensabas no era del todo malo, vivías dignamente, tenías tus lujos, tu familia te quería. No había nada malo, nada aparte de esa rutina monótona. Pero no le dijiste eso, solo dijiste “Y vivo bien ¿Y ustedes como han estado?”. Te invitó a pasar. Hablaron por horas, te presentó a tus sobrinos, su esposo. Le hablaste de tu familia (si es que a tu mujer y a un fallecido hijo se les llama familia). Ordenó a uno de sus hijos dormir en la sala y a ti te dejaron su cuarto, ese sobrino te odiaría por lo que les quedara de vida.
Te recostaste en la cama. Dejaste tu maleta cerca del ropero que tenían en ese cuarto. Tomaste la almohada y te pegaste a ella, dormiste como nunca lo habías hecho, y esperabas que se repitiese más a menudo.
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Hasta que te dignas a aparecer! xD
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