
Aun logro recordar por las mañanas a la tierra que me vio nacer, esos frondosos bosques llenos de vida y magia, aunque ya he recorrido más de tres mundos enteros jamás encontré un lugar que se compara en belleza o hermosura a la fértil tierra natal de este forastero; en las noches las estrellas danzaban a veces en compañía de la Luna o a solas por su ausencia, en las tardes los ríos parecían ir más veloz que en los amaneceres pero siempre llenos de ese misticismo que jamás nadie podrá comprender y en las mañanas el Sol entraba por los espacios que las copas de los Arboles dejaban creando con siluetas juegos e historias que los ancianos contaban a los niños.
Un maravilloso lugar donde la Madre naturaleza había creado a su antojo monumentos por doquier, el antiguo Árbol de origen en el centro y a su rededor todo aquello de lo que yo y los míos nos sentíamos orgullosos, pero el Padre tiempo no se apiado de nuestras necesidades y revolvió en tinta oscura todo lo que amábamos…el Árbol cayó bajo la espada de nuestros adversarios y con el toda esperanza; mi gente que antes era orgullosa y altiva, fue rebajada a esclavos y sirvientes, obligados por un pacto de sangre hecho como última salida al tormento de sus captores; y yo, hui cuando todo eso pasaba, aquel que era llamado por los suyos “El Magno” es ahora por los demás llamado foráneo y maldito; sangre de mis venas; recuerdo de mi gente y de mi tierra, de esos siglos maravillosos vividos en lo que creí seria eterno y ahora solo me queda soñar y recordar cada noche y cada mañana a esa mi bella tierra natal que ya no existe más.