por Lord Athos el Mié Jul 19, 2006 11:11 pm
El post en el que iba a escribir se jodio asi que hago este otro:
CAPITULO PRIMERO
DE CÓMO LAS FECHAS SIRVEN PARA ALGO MAS QUE ATRAVEZAR CUERPOS
Estaba tendido en la hamaca del patio trasero de mi castillo, una calida tarde de diciembre, disfrutando de mi pipa y de un gran vaso de “limonada” , pensando en las batallas ganadas y las perdidas, también pensando en que nadie leerá esta historia después de leer el titulo.
Dormitaba tranquilamente, cuando de pronto mi sensibilísimo oído, percibió el inconfundible silbido de una flecha rasgando el aire, lamentablemente la acumulación de lagañas provocada por la siesta vespertina y el ligero estado etílico producto de la “limonada”, me indujeron a reaccionar con la vivacidad de un muerto; por fortuna la flecha solo atravesó mi sombrero y lo clavo en un árbol.
Me levante asustado y me puse a observar el seto que rodeaba mi castillo (menuda idea esa de proteger un castillo con un seto) tras comprobar que ya no había nadie, examine la flecha en cuestión, que llevaba una enigmática inscripción:
“Made in Taiwán”
Y más a un lado esta otra:
“Esta flecha pertenece a la organización ultra secreta CACA: Coalición Armada Contra Athos, si la encuentra, por favor llevarla a nuestra sucursal en la presente dirección: bosque oscuro pasaje 5, torre negra, numero 33; y si la lleva clavada al cuerpo… puede conservarla”
De pronto, comprendí lo que debía hacer; así que, descolgué mi espada y mi báculo, me puse la túnica y calzándome los NIKES fui a “devolverles” la flechita, cavilando en lo que podía significar esa organización y en como cuernos hicieron poner tanto texto en una sola flecha.
CAPITULO SEGUNDO
UN COMPAÑERO INESPERADO… E INDESEABLE
Caminando iba por el bosque, cuando divise a lo lejos un troll. Sacando la espada me prepare para pelear, pero el troll me salio medio mano quebrada y dizque se quería unir a mi misión para ayudarme, le dije:
-Ya bueno, puedes venir, pero que me estés metiendo mano o viniendo con maraquerios te hago la vasectomía con mi espada- le dije al gordis.
-¡Hay pero que agresivo! -me respondió el mariposón- no te preocupes, no te voy a hacer nada cariño.
-Mas te vale –respondí escueto, queriendo terminar la charla ahí, al ver el guiñito de ojo que me arrojó el jabalí deforme.
Cuando llegamos a la susodicha torre me di cuenta de que era muy parecida a la de Sauron, solo que con unas tres mil toneladas de piedra menos, y al acercarnos le dije al troll:
-Mejor no te alborotes cochi, que si no nos dejan con la cabeza empalada.
No me hizo caso el engendro, y antes de que pueda empujarlo, salio disparado para la torre
Dando su grito (o más bien alarido) de guerra:
-Te amo Riki Martin!!!!!!!!!!!
Y sobre las almenas, surgieron unos 20 arqueros y lo asaetearon tanto al desgraciado que quedo como bandeja de bocaditos, entonces aprovechando que los arqueros sádicos seguían disparando al cuerpo por pura saña, prepare mi arco, lo cargue con 15 flechas y…
¡ZAZ! No salio ni una…y peor aún: metieron una bulla tremenda, llamando la atención de los arqueros, que me empezaron a disparar flechas al mejor estilo Legolas.
-Por merlín que si no hago algo me dejan igual que al jamón con patas – pensé, y lancé un hechizo para convertir las flechas en paja, pero por desgracia me salio al revés y se convirtieron en lanzas- Santa Cachucha!!!!!!!! -dije agachándome, y debido al susto (y al sancocho de frijoles que me comí durante el desayuno), se me escaparon algunos gases indecorosos, pero me salieron tan fuertes que desviaron las lanzas, mataron a los arqueros, derrumbaron la torre y de paso, tumbaron un buitre que volaba por ahí.
Preocupado de que en adelante me nombraran como: “Athos, el señor de los pedillos” o el “mago explosivo” me encamine rumbo a la torre para ver si habían sobrevivientes, aprovechando para despojar al gordo, pero me di cuenta de que estaba en problemas cuando de repente, una voz extrañamente delicada dijo detrás de mi acompañada del clásico sonido de un arco armándose:
-Mueves un pelo y te dejo como brocheta-
CAPITULO TERCERO
LA EMBOSCADA
Calibrando el peso de las palabras mi mollera procesó, a la velocidad de un caracol embutido de relajante muscular, las posibilidades de acción:
A) Rendir mi espada y llorar como bebé pidiendo clemencia.
B) Darme la vuelta y luchar como un desesperado.
C) Preguntar donde quedaba el baño.
Dado que acababa de escuchar algo así como 50 arcos mas cargarse detrás de mi y en medio de la floresta, renuncie a la opción B y ya no tuve necesidad de la opción C.
Entonces tire mi espada y cuando me arrodille y estaba empezando a moquear, levanté mi vista y vi algo que me dejo con la boca abierta: había en ese claro del bosque, abierto por mi “accidente”, como sesenta amazonas, formidablemente sexys, todas unas diosas, apenas vestidas con unos trapitos que, costurados todos juntos, no hacían un metro de tela. Pensando en lo mucho que ahorrarían en detergente para la ropa, pregunte dificultosamente debido al súbito incremento de babas:
-¿Buedos nias que pueso hader por usdetes?-
-Síguenos –me dijo la que me había hablado antes con voz misteriosa-y no hagas más preguntas.-
Las seguí calladito y muy contento, pensando que ser prisionero de las guerreras más sensuales de este planeta y sus alrededores, era muchísimo mejor que ser camarada de un troll obeso de sexo dudoso; pero una serie de detalles preocupantes me hicieron cambiar de parecer…
Primero; el hecho de que algunos de los bombones tenían orejas colgadas como pendientes en el cuello. (Moda hippie, pensé) pero dudé al ver que una de ellas estaba mordisqueando su collar.
Segundo; el hecho de que algunas me miraban con cara de “te deseo”, o “quisiera que estemos solos” primero hizo que se me hinche el pecho, pero al oírles preguntarse entre ellas si seria mas rico a la plancha, en sopa o en parrilla, confieso que empecé a asustarme.
Por ultimo; el letrero grande tipo gigantografia que había a la entrada de la aldea confirmó mis dudas y temores: “Las comeorejas, amazonas caníbales”.
-Espero que esto solo sea un campamento para porristas adictas al manejo de armas medievales- pensé mientras el grupo de mujeres me miraba con unos ojos codiciosos que ya no me eran gratos.
