por Arnastin el Lun Oct 24, 2005 5:03 pm
Oh no, hermosa joven, la luz de vuestros ojos es suficiente para despertar mi memoria.
A la mañana siguiente despertamos con con el alba, pero los elfos ya habían partido. Desmontamos nuestro campamento y partimos hacia el sur, rodean el viejo cuerno Rojo. He de decir que por aquel entonces el paso del Cuerno Rojo no era la mejor de las vistas que uno puede encontrarse al despertar, pero al menos no estaba plagado de orcos pues los enanos lo vigilaban aún.
Seguimos el rastro zigzageante de los elfos durante casi media jornada. Probablemete la hierba de la Cuarderna del Norte tiene más efecto en los elfos que en los humanos pues no andabamos 10 yardas sin que encontrasemos un elfo tendido en la cuneta boqueando humo como un mero mero. No les ayudo tampo el allazgo de ciertas setas de dudosa digestión y, a eso del medio día, encontramos los restos de la Compañía elfica corriendo desnudos ladera arriba en busca de algo que ellos llamaron Libertad. Los elfos pueden llegar a ser muy estraños.
Pero decidme, ¿nos apetece llegado este punto compartir una cerveza con este viejo enclenque?