Historia Gnoma. Idea original de ARTROS.

Un lugar donde los héroes se reúnen a discutir, reír y beber!

por ELDORODWEN el Vie Sep 23, 2005 2:01 am

(BIENVENIDA, PROSERPINA. Ya leí el post de petición de permiso y me alegro de tu participación. Veo que has hecho los ``deberes´´, has seguido muy bien. Nos ``vemos´´.

LORD: agradezco el ``subidón pero no es necesario. Tengo copiada la dirección del post. Besos.

AL RESTO: será mejor que para críticas en plan ``¡qué grande es el cine´´ habramos otro post, así no tenemos que andar buscando ventanitas. Más besos.)

De repente se oyó un estruendoso golpe, parecido a un gong pero no de metal. Se quedaron todos mudos y paralizados, en alerta, tratando de localizar su origen. Un segundo golpe. Ésta vez el gnomo dio un brinco y mientras señalaba el origen a sus compañeros desapareció entre la maleza. Pudieron seguirle por cómo se movían los arbustos, pues del hombrecito no se veía ni el copete. Un par de minutos después distinguieron a lo lejos unas luces de fogatas en un claro. Frenaron la carrera para acercarse con cuidado. El gnomo les estaba esperando en lo alto de un árbol desde el que les hizo una señal. Se agazaparon tras unas zarzas y observaron. En el claro había unas rocas de las que brotaba agua. Junto al manantial había una mole de piedra que tenía forma de bloque cuadrado. “El altar, supuso Sturm”. Alrededor del claro había pequeñas hogueras. Una de ellas iluminaba un árbol donde estaban atados los muchachos, justo en el extremo opuesto donde ellos se encontraban. Gladia susurró que paralizaría al primero que se acercase a los chicos. Había cinco hombres, cuatro de ellos eran tal vez los jinetes, el otro era probablemente el clérigo. Sturm le miraba como si pudiese matarle con sus ojos.

- Ese es para mí, hijo –se le adelantó Ganímides-. Si lleva magia encima recuerda que sólo yo puedo dañarle.

Sturm entonces alzó la vista y el gnomo también se adelantó a sus pensamientos. Casiin hizo señas de que atacaría con el lanzallamas a los del lado derecho para evitar quemar con ácido a los muchachos, que estaban más lejos. Decididas las cosas, se pusieron manos a la obra.

No hubo piedad en ninguno de los cuatro. Si había algo más deplorable que servir al mal era que los inocentes sufriesen por ello. Cerraron los ojos antes de que Gladia lanzase el fogonazo para no quedar ciegos y luego asaltaron con una furia desconocida incluso para ellos mismos. No fue una refriega, fue una carnicería. Luego soltaron a los chicos y le pidieron a Casiin que se los llevara de allí hacia los caballos. El gnomo cogió un palo a modo de antorcha y obedeció. Los otros tres registraron el lugar. Encontraron en el cadáver del clérigo una carta, una diadema y algunas monedas. Decidieron llevarse los cadáveres en los caballos de los mercenarios para enterrarlos a la mañana siguiente.

- Larguémonos de una vez. Este lugar me enferma, duele –Sturm no pudo contenerse y pateó el altar. Apagaron las fogatas y se fueron.

Decidieron galopar sin descanso hasta el pueblo para dejar en manos de su familia a los chicos. Aún no era media noche. Esperaban llegar en menos de tres horas. Seguir un rastro lleva más tiempo que una cabalgata.

En el pueblo todo eran vítores y aplausos. Los apenas doscientos habitantes no se habían acostado a la espera de noticias. La madre recogió a los chicos nada más entrar los aventureros en el pueblo. Sturm le dio las monedas que habían recogido del cuerpo del clérigo. Una oleada de gente los arrastró hacia a la taberna nada más desmontar. Algunos se ocuparon de los cuerpos de los mercenarios y de los caballos. Ya dentro de la taberna y tras unas rondas de celebración se retiraron a una mesa apartada. La gente seguía brindando pero respetaron su intimidad. Primero leyeron la carta: ...
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por ASHURAM el Vie Sep 23, 2005 2:15 am

(¡HOLA, PROSERPINA! Ya veo que mi vecina Eldo te ha conocido. me alegro d q t apuntes. solemos entrar juntas, nos ponemos de acuerdo porque somos vecinas, no solo en el post, jeje. t lo digo para que no t impacientes si un dia no aparecemos, q luego lo hacemos de golpe. vamos en plan pili y mili.
Artros yo lo dejo por hoy. no sobrecarguemos a la nena en su primer dia, jajajjajja.)

“Saludos, Gideon: Tu querido hermano Galieon ya va a la caza de nuestro enemigo. Te encomiendo a ti la tarea de que nos prepares el camino de regreso para acabar con el Duque. Invoca a nuestros Señores Oscuros para que nos otorguen favores. Drogbar.”

- Me temo que todas nuestras buenas intenciones se volverán contra nosotros –dijo Ganímides-. Allá donde vamos hay siervos suyos y debemos ocultar nuestra presencia. Nos va a llevar tiempo.
- Aunque no lleguemos a tiempo de desbaratar el ejército que pretende reunir, no habremos desperdiciado tiempo –golpeó la mesa Sturm-. Estamos impidiendo que le sea más fácil llevar a cabo su gran golpe. Ya no cuenta con el asesino ni con el mago ni con el clérigo maldito. NO puedo permitir pasar de largo ante tanto mal sin hacer nada, no sin acabar como uno de ellos.
Volvieron a reunirse con la gente. Los aldeanos preguntaron por sus andanzas y ellos respondieron según lo convenido. La historia de la compañía minera desaparecida y los cuatro supervivientes convenció a todos salvo a uno.

Cuando decidieron ir a descansar a las habitaciones del piso superior, cedidas amablemente por el tabernero, un enano se interpuso en la escalera de acceso.
- Volved a la mesa, “compañía” –dijo con voz seca y profunda-. Hablemos un momento.
Accedieron para no provocar incidentes. Sentados todos se examinaron mutuamente por un momento. El enano le llegaba por encima de la cintura a Sturm, era de los más altos de su raza. Vestía pantalones ligeros, camisa de manga corta que dejaba al descubierto brazos como garrotes, un chaleco de cuero y no llevaba armas. Tenía un saquillo de monedas al cinto. Destacaban en la oreja izquierda, de abajo a arriba, un aro de bronce, uno de plata, uno de oro, uno de platino y el último de mithril. En la oreja derecha había un único aro de adamantina. Intuyeron que eran una especie de condecoraciones. Llevaba brazaletes de cuero con insignias.
- Mi nombre es MEMNÓN. Soy sacerdote de la Orden del Señor de las Cumbres, uno de nuestros dioses del Panteón enano. No tenéis porqué decir vuestros nombres, lo entendería –los cuatro se miraron y fruncieron el ceño como si no entendiesen-. A estos pobres podéis hacerle tragar lo que sea pero a mí no me la dais con queso. Sé que no sois supervivientes, al menos de una prospección, los enanos sabemos de eso. Andáis tras algo más gordo que el cabrito al que habéis despachado, lo intuyo. Yo iba tras ese maldito desde que salí de Lakenor. Hizo daño a una comunidad de los míos porque no quisieron entrar en sus filas y quería alertar a mi gente en Paso Espumoso, bajo la antigua fortaleza de Alcestis. Pero como allí no se detuvo continué detrás suyo. Y yo que quería convertirle en albóndigas... ¡Os habéis adelantado! –carcajeó-. Si no os molesta alguien como yo me apunto a ir con vosotros a por el que le ordenó hacer tales cosas. Prometo ayuda de Alcestis para ir a Lakenor, si os interesa –guiñó.
- Es de fiar –dijo Sturm a los otros-. Puedo sentirlo. Por mí no hay problema –le dijo sonriente a Memnón mientras le tendía una mano-. Mi nombre es... Sturm –el enano le dio un buen apretón. El resto se presentó también. Le comentaron que dadas las circunstancias habían tomado otros nombres de cara al resto de la gente porque su enemigo ya les conocía. Le pusieron al corriente de todo.
- Yo tengo la ventaja de que a mí no me conoce de nada y ninguno de sus secuaces tampoco. Ese cerdo de Drogbar... mis disculpas, mujer. Carácter enano... –inclinó la cabeza ante Gladia y se llevó la mano al pecho-. Aún tengo que preguntaros algo delicado: el clérigo maldito llevaba consigo una reliquia de un amigo mío al que mató, una diadema. ¿La tenéis?
- La tenemos, vuestra es –se la entregó Ganímides.
- Os lo agradezco. Sólo quería saber que no hubiese caído en malas manos. Es una diadema que da el poder de impresionar a la gente, otorga carisma. A alguien como tú le vendrá bien –dijo a Sturm-, si me haces el honor... Yo no voy a usarla y no sé de alguien más digno.
Sturm le dio las gracias muy impresionado y la guardó bajo el peto. Decidieron descansar todo lo necesario esa noche y hasta la mañana, vender una de las mulas y todo lo que estorbase luego antes de ir hacia el Paso camino de Lakenor. Acordaron tomar uno de los caballos de los mercenarios para Memnón a pesar de lo que éste refunfuñaba pues no se le daba tan bien montar. como por lo visto no iba a colar demasiado lo de supervivientes de la prospección decidieron que al llegar a Lakenor preguntarían a saco dónde puede haber movimiento y necesidad de gente. En medio de tanta maldad y piratería no sería nada nuevo.

Otro compañero, más fuerzas para combatir. ¿Qué podría detenerles ahora?
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por Noojit el Vie Sep 23, 2005 10:18 am

esto es un favor q le hago a mi amigo artros...
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por Artros el Sab Sep 24, 2005 2:06 am

Salieron al alba del poblado, mucha gente salio a despedirlos.
-Maldita sea- murmuro Ganímides- ¿asi que pasar inadvertidos?
-Prefieres que los espantemos a gritos- le contesto Sturm con una media sonrisa.
Ambos rieron.

Avanzaron por caminos tranquilos... no les atacaron, solo un loco atacaria a semjeante compañia de guerreros. Finalmente llegaron al Paso al anochecer.
-Habra que acampar aqui- Dijo Ganimides - No podemos arriesgarnos a continuar.
- Estoy de acuerdo - dijo Casiin y empezo a buscar algo en su mochila.
- Como querais - gruño Memnón- pero a mi este lugar no me gusta.
- A mi tampoco- dijo Sturm frunciendo el ceño - pero no tenemos otro remedio.
-Preparare mis conjuros - dijo Gladia- mejor estar preparados.
- Creo que a ninguno nos gusta dormir aqui pero...
- ¡¡Aqui esta!! -la estridente voz del gnomo interrumpio a Ganímides- mis anteojosdetectoresdecalor -el gnomo sujetaba unos anteojos en la mano- con esto podre ver en la oscuridad... localizare cualquier peligro...
- ¡Ni hablar! - grito el enano- no pienso poner mi vida en manos de un invento gnomo...
- ¿Y por que no? -pregunto Casiin extrañado- esto es seguro ves- Casiin se puso los anteojos y se puso a tocar botones mientras miraba acia el enano- regulacion de flujo correcta...
- ¡Aparta eso de mi...- el enano comenzaba a gritar de nuevo.
- ¡Basta ya! -dijo Sturm cortante- ahora nos iremos a dormir, yo hare la primera guardia.
Los compañeros comenzaron a dormir bajo la aparente tranquilidad de la noche...(Gracias noojit)
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por carpi el Sab Sep 24, 2005 2:59 am

bueno,me voy ya a dormir,asi q os subo la conversaaa!!!
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por Proserpina el Sab Sep 24, 2005 3:49 am

Horas más tarde el enano refunfuñó una vez más pegado a la roca mientras miraba de reojo al gnomo. Ganímides pidió hacer guardia el último, antes del amanecer, y Casiin no quería desperdiciar la ocasión de poner a prueba su artefacto en la oscuridad. Miraba a todas partes mientras sonreía, como si a su alrededor hubiese un circo.

- Normalmente me las apaño bien a oscuras, no como los tuyos desde luego, pero me las apaño –y le dirigió una penetrante mirada a Memnón.

El pelo lo llevaba casi al cero por los lados y con una larga trenza por detrás que le llegaba a la cintura. La barba llegaba hasta la mitad del pecho y la llevaba en dos trenzas en las que enganchaba ambos lados del bigote. El color pajizo brillaba con la hoguera. Destacaba una coraza de manufactura especial: tenía dos piezas de cota de malla para los brazos que podían desmontarse. Esto era con intención de manejar bien las armas. Usaba también pantalones de cota de malla y casco. Rara vez usaba el pequeño escudo.

Pero lo que más impresionaban eran las armas. Manejaba un hacha a dos manos alta como dos tercios de su estatura. En la hoja se hubiesen podido servir holgadamente dos hogazas del tamaño de un papel cada una. De secundaria tenía una maza, algo más corta, enganchada a la espalda y la cabeza voluminosa como una garrafa de tres litros y con pinchos en un lado. Cuando en la aldea le vieron salir ataviado como para la batalla dieron un respingo. Sin con semejante apoyo no lograban salir adelante iban a tener que bajar los Dioses para ayudarles.

El enano tenía además un sentido del humor peculiar. Les había puesto nombres a sus armas. A la salida de la taberna comentó:

“Damas y caballeros. Os presento a Cote, Señor Maza Cote. Le encanta dar buenos apretones al saludar, jejeje. Y esta es mi amadísima Mena, Señorita Filo Mena, a la que le encanta dejar huella, jajajaja. ¡Decenas de malditos han sentido el filo de mi Filomena!”

Y tras alzarla como un trofeo besaba la hoja como a una novia de verdad.

Memnón devolvió la mirada a Casiin y le gruñó inesperadamente. El gnomo respingó. Memnón entonces le farfulló:

- Vale, grrr, lo siento. Pero es que los de tu raza me ponen de los nervios. Para colmo no será la primera vez que algún cacharro falla y hace ¡bum! Y todo al traste. También nos gustan los inventos y la ingeniería pero es que vosotros os lo tomáis todo tan... tan... grrr...

- De modo despreocupado, ya –le siguió Casiin-. ¿No se te ha ocurrido que tal vez seáis vosotros los demasiado serios? ¡Para qué amargarse la existencia! ¿Y a vosotros no os ha fallado nunca un prototipo? ¿Nunca habéis sacado de fábrica algo defectuoso? –el gnomo empezaba a mosquearse como nunca antes lo había hecho-. ¿Piensas que porque somos despreocupados respecto a la vida lo somos en nuestras labores? ¿Es eso? ¿No les has preguntado a nuestros amigos a cuántos me he cargado con uno de mis “chismes”?...

- ¡Vale! ¡Basta! ¡El Señor de las Cumbres! ¿Ves a lo que me refiero? ¡Pones de los nervios! Menudo asedio de preguntas. ¿Nunca se os a ocurrido en vez de tanto invento batallar preguntando? –se sujetaba la cabeza como si se tapase los oídos. En uno de los giros de cabeza vio a Casiin con la cabeza agachada y sorbiendo la nariz. El gnomo se llevó las manos a las orejas y se quitó el artefacto. Seguidamente se incorporó y antes de alejarse hacia los demás dijo:

- No tengo la culpa de ser como soy. Estoy orgulloso de ello. Tal vez pudiese corregirme y no me importaría hacerlo si mereciese la pena. Sin embargo los tuyos piensan que siempre son los demás los que deben cambiar.
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por ELDORODWEN el Sab Sep 24, 2005 6:47 am

Memnón se quedó con un palmo de narices y boquiabierto. A punto estuvo de caérsele una lágrima pero su fuerte carácter la contuvo. Le susurró a Casiin que regresara. No pareció que le oyese así que se levantó para seguirle. Tras incorporarse se sobresaltó porque a lo lejos vio un destello metálico en el fondo del Paso, a unos doscientos metros. Decidieron acampar en alto para estar mejor defendidos en caso de apuro. Desde aquella atalaya natural en una ladera a unos cincuenta metros de altura distinguió ahora dos destellos. Con la escasa luz de la Luna todo era posible y para evitar males mayores se acercó al resto agachado por si eran enemigos. Casiin estaba ya sentado junto a la hoguera apagada manipulando los anteojos.

- No los guardes, colega –le susurró-. Vas a estrenarlos de verdad. Seis ojos verán más que dos. Acerquémonos con cuidado al borde de la explanada. Viene alguien. –Casiin actuó muy profesional. En unos segundos estaban en el borde tumbados y avistando hacia la cañada-. Yo distingo a dos personas con armadura.

- Son dos. Llevan armadura. Se nota por la diferencia de calor entre la cara y brazos y el resto. Parece que van armados... No tienen prisa –miró a su compañero y preguntó-. ¿No avisamos a los otros?

- De momento no. Allá en el fondo no se les verá desde abajo y asustarlos armará revuelo –contestó Memnón seriamente.

- ¡Bueno! Sólo espero que no se pongan a roncar, jijiji... –el enano gruñó-. Si, vale, perdón. Creo que además de la armadura brilla algo... grande. Parece que lleven armas enormes... ¡Anda! ¡Si son...!

- En efecto, hachas –Memnón se incorporó y dio una voz profunda, larga, a modo de saludo que el eco hizo que tronase-. ¡Aaaaa-houuuu!

- Y luego dices que alertarles va a armar revuelo, jejeje.

Inmediatamente Memnón se lanzó ladera abajo como un desprendimiento. Los dormidos dieron un brinco y prepararon sus armas pero al ver llegar a Casiin dando trotecitos se relajaron. El gnomo les puso al corriente. Habían visto llegar por el Paso, desde Llanura Perlada hacia Lakenor, a una pareja de guerreros enanos. Memnón subió al rato en compañía de los guerreros. Los demás estaban esperando de pie en torno a la hoguera apagada.

- Compañeros... Estos son Ricino y Robellón, guerreros de la Comunidad de Alcestis –señaló Memnón-. Hermanos, mis compañeros de viaje...

- Félix –recordó Sturm al enano.
- Albekthor –dijo Ganímides.
- Alcione –dijo tímidamente Gladia.
- Destornilladorpuntaestrellada, Déster si lo prefieren –se acercó sonriente Casiin y les estrechó la mano.

- Encantados –respondió Ricino-. Veníamos al aire libre, aprovechando la noche, de explorar la salida hacia la llanura. Hay una entrada a nuestra ciudad aquí cerca y a ella nos dirigimos. Si optan por pasar el resto de la noche más seguros y viajar hasta el otro lado por nuestros túneles sígannos, por favor. El sacerdote querrá hablar con el Príncipe.

- ¡Jajaja! –carcajeaba el enano-. Ya os dije yo que podríamos recibir ayuda de Alcestis. ¡Por mí adelante!

Liaron los bártulos y siguieron a los enanos.
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por Noojit el Sab Sep 24, 2005 6:19 pm

me gusta mucho esta historia, felicidades a ls creadores (arriba) (otra vez) (xD)
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por ASHURAM el Dom Sep 25, 2005 3:56 am

Ante el asombro de los viajeros, Robellón se encaminó a la pared de roca y escarbó un poco en la arenilla. Dejó al descubierto un orificio y por él introdujo el mango de su hacha. No se habían dado cuenta hasta ahora pero su extremo estaba chapado en metal. El guerrero giró el hacha y se oyó un “clong” muy profundo en el interior de la roca. Seguidamente, una plancha de piedra extensa como las puertas de una catedral fue girando hacia el interior sobre uno de sus lados. Cuando ya se abrió lo suficiente fueron entrando y se percataron del tremendo grosor que tenía, el de tres ladrillos. Mover un coloso como ése era todo un portento. El suelo a la entrada estaba perfectamente pulido para que no detuviese el curso de la puerta. Casiin investigaba absorto el mecanismo de apertura. Una vez todos dentro, Robellón detuvo el funcionamiento e hizo que se cerrase mediante otro orificio situado en el interior, junto a la puerta. Luego tiró de una palanca y fuera se oyó cómo caía tierra y gravilla desde la cima.

- Para ocultar la entrada de nuevo –explicó Ricino-. Periódicamente recogemos escoria del fondo de la cañada para llevarla a depósitos en el interior. Y ahora, si son tan amables, por aquí –y señaló un túnel hacia la derecha, que como estaban en el lado izquierdo del Paso iba hacia el Sur.

En la entrada había otro hacia el Norte que comunicaba con la salida hacia la llanura y otro hacia el Este que atravesaba las montañas del Paso. Además de una especie de almacén con productos de emergencia, equipos de reserva y siete guardias. En la boca de cada túnel vieron una especie de estación propia de mineros: el comienzo de dos vías de raíles y un amplio andén a cada lado. Cada entrada estaba protegida por una reja. En su túnel, en la vía derecha, se montaron en dos vagonetas más cómodas y amplias de lo que esperaban. Tenían sitio para quince personas cada una. Ricino martilleó los raíles con un código de golpes flojos, fuertes, largos y cortos. Luego alargó el brazo, accionó una palanca en el andén y se pusieron en marcha. El túnel estaba iluminado por piedras mágicas que se incrustaban en el techo. En el camino vieron un hueco en el túnel en el que se albergaban tres vagonetas y utensilios. Al otro lado había un puesto de guardia con siete enanos. Se cruzaron con un par de vagonetas que iban por la otra vía, en sentido contrario y vacías. “Para que la entrada disponga de transporte siempre” indicó Ricino. El viaje duró apenas dos minutos. Iban como un caballo a galope. En el andén les esperaban una escolta de cinco guardias. Tras salir por otra verja, Ricino y Robellón abrieron la marcha hacia un corredor ascendente.

Atravesaron un portón abierto y llegaron a una amplia plaza subterránea, una única bóveda sin columnata. Alrededor se habrían cámaras para diferentes fines: puesto de guardia, comunicaciones, almacén y mantenimiento. Otra puerta les llevó a la Comunidad de Alcestis propiamente. Calles iluminadas con faroles, gemas u orificios abiertos en la roca, bien pavimentadas. Casas cómodas y prácticas abiertas en las paredes cómodas. Si no fuese por la falta de Sol y viento, aquello podría pasar por una ciudad humana auténtica hecha en piedra.

- A través de los raíles comunicamos a los vigilantes del portón vuestra llegada y éstos ya han avisado al Príncipe. Os estará esperando. Sigamos –comentó Ricino. Hizo una señal a los guardias y éstos regresaron a su puesto en la bóveda. Les llevó por escaleras talladas en roca a una garita en lo alto de una pared. Les llamó la atención que salían de ella gruesos cables que discurrían cerca del techo hasta no supieron dónde. También colgaba de ella una cabina.

- ¡Anda! ¡Un elevador! Como los que usamos en mi ciudad, ¿sabes? –dijo Casiin sarcásticamente a Memnón. El enano esta vez no gruñó. Subieron a la garita y un encargado les invitó a subir a una jaula que estaba enganchada a los cables del techo-. Y esto debe ser como el elevador pero en horizontal ¿verdad? ¿Un telesilla? –esta vez preguntó con interés a Robellón.

- Así es –dijo satisfecho-. Veo que te interesan nuestros avances tecnológicos. Apuesto a que si te cansases de viajar aquí tendrías futuro. Usamos estos transportes en casos especiales para no tropezar con el tumulto. El resto de los ciudadanos dispone de una red de vías por la ciudad.

- No me tiente...

Unos cinco minutos después de entrar en la montaña estaban a las puertas de Palacio. “¡Menuda eficacia! Si hubiésemos ido a pie...” pensaba Sturm. El resto del grupo estaba también absorto. Las puertas eran monumentales, chapadas con planchas de acero de dos dedos de grosor. Tenían talladas runas enanas con una breve historia de la ciudad y una oda al Señor de las Cumbres. Las letras del dios estaban adornadas de oro. Ricino y Robellón se despidieron y les dejaron con dos guardias de Palacio. El interior era, más que espectacular, sobrecogedor. La robustez estaba disfrazada de blancura por planchas de mármol y lámparas de acero bruñido con luminarias de cuarzo. Por amplísimos pasillos adornados con grandes estatuas en hornacinas y tapices de escenas históricas les llevaron a las habitaciones para invitados. Todas ellas daban a una sala común. Después de tantas penurias encontrase con tanta comodidad les parecía que no tendrían la misma suerte jamás. En la sala habían servido caldo caliente, unas tostadas, queso, uvas y vino. Tenían agua para asearse y ropa cómoda para descansar.

- El Príncipe Faetón les recibirá mañana tras el mediodía. Descansen tranquilos, les avisaremos –los guardias saludaron y se retiraron. Se quedaron mirando unos a otros como si no acabaran de asumir lo sucedido.

- ¡Qué demonios! Esto se va a enfriar... –Casiin se acercó a la mesa y ofreció una silla a Gladia. Rieron todos y secundaron la idea.

Descansaron como niños. Se mudaron de ropa y se tomaron el desayuno que trajeron a poco que los despertaran. Les condujeron al Salón del Trono donde estaba el Príncipe esperándoles con un par de Consejeros. Tras una reverencia formal se acercaron al Trono.

- Saludos, gran Memnón. Tu nombre es cantado por algunos en las tabernas. Conocidas son tus proezas en Alcestis. ¿En qué puedo ayudarte, hermano? –miraba de forma penetrante a cada uno de ellos.

- Antes de nada, Alteza, estos son mis compañeros Alcione, Albekthor, Félix y Déster –les señaló y los otros fueron inclinando la cabeza-. Tengo asuntos que resolver en Lakenor con un tal Drogbar, el cual ordenó exterminar a unos hermanos, la Comunidad de Mileterris. Pretendemos infiltrarnos en la ciudad para desbaratar el plan de reunir un ejército que marchará hacia el Norte con el fin de derrocar al Duque Celeutor. Y, si los Dioses nos ayudan, nos enfrentaremos a él también.

- Noble propósito, hermano. ¿Cómo encontraste a estas personas? –la mirada que sostuvieron entonces Memnón y Faetón parecía decir más cosas de las que se hubiesen podido contar.

- Son víctimas que Drogbar ha dejado en su camino de destrucción. Les encontré en una aldea en Llanura Perlada –el sacerdote se irguió e hinchó el pecho-. Les une el mismo noble propósito, Alteza.

- Eres un hombre de honor, Memnón –dibujó una media sonrisa el Príncipe y luego se relajó en el Trono-. Confío en ti. Te proporcionaré informes detallados de Lakenor y todo lo que sepamos acerca de Drogbar y las gentes que se mueven por allí –esta vez se dirigió a todo el grupo-. Os recomiendo que los estudiéis bien y los destruyáis. Tomaos un par de días en Alcestis para hacerlo trazar vuestra estrategia.

(ESTE FRAGMENTO SE LO DEDICO A LOS IMPERIOS ENANOS DE TODAS LAS HISTORIAS Y A TODOS LOS INGENIEROS EN LA VIDA REAL. OBRAS GRANDIOSAS Y/O UTILES CONVIERTEN SU TRABAJO EN GRANDES RETOS, LOS CUALES ADMIRO.)
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por Proserpina el Dom Sep 25, 2005 3:50 pm

(¡Parriba! Te espero Artros.)
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por Norber07 el Dom Sep 25, 2005 5:02 pm

Pos ke kasi no es largo,macho,pa leerselo entero...y sobre todo para escribirlo!
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por Artros el Dom Sep 25, 2005 6:20 pm

- ¡Maldita sea! -Sturm miraba el mapa con enfado- es imposible llegar ahi sin pelear.
- Drogbar estara bien protegido y necesitaremos todas las fuerzas para luchar contra el- Ganímides miraba los documentos con preocupacion- tendremos que llegar hasta el sin pelear.
- Nos podemos infiltrar en su ejercito -Gladia sonrio- despues de todos no creo que tengamos problemas en pasar por mercenarios.
- ¿Y que ocurrira si me reconocen? -pregunto Ganímides.
- No ocurrira si vamos a la taberna de la ballena comekenders, mira estos documentos- Gladia le mostro los documentos- Ves, los que se encargan del reclutmiento ahi son nuevos lacayos de Drogbar, gente de la ciudad, no te conoceran.
- Muy bien -dijo Ganímides- nos infiltraremos en su ejercito...
- ¡¡No, no y no!!- el enano gritaba y vociferaba- ¡¡¡no pienso dejar que uses ese instrumento de tortura conmigo!!!
- No es un instumento de tortura es un lector de mentes -el gnomo alzaba un aparato con un pincho enorme desprocupadamente- solo sera un pinchacito...
- Dejalo Casiin -dijo Sturm sonriendo- partiremos ahora, no podemos perder el tiempo para descansar aqui.

El grupo salio de Alcestis en direccion a Lakenor, llegarian a la noche... y las noches en Lakenor tendian a ser peligrosas...
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por Proserpina el Lun Sep 26, 2005 5:56 am

Los enanos les habían comprado el cargamento y las mulas y habían llevado a los caballos por los túneles en las vagonetas. Al llegar al otro lado del Paso se despidieron de Ricino y Robellón, que gustosamente se habían ofrecido para acompañarles. De la entrada Sur a la ciudad había media hora escasa a trote. El Sol se estaba poniendo y su luz se reflejaba en la ciudad como fuego. Desde lo alto del extremo del Paso estudiaron Lakenor unos minutos.

Era una ciudad grande formada por siete zonas bien definidas, seis alrededor de la séptima. Estaba amurallada y tenía tres accesos. Junto a mar estaban el Barrio de los Pescadores y el Acuartelamiento militar. En el centro, el Distrito Comercial con las empresas más destacadas de la ciudad. Al Norte, el Distrito de los Dioses con multitud de Templos y el Barrio de los Palacios donde residían los personajes más importantes. El Distrito Gubernamental estaba entre el acuartelamiento y los palacios, al Este. Y la Zona Residencial del pueblo entre el Puerto y los Templos, al Oeste. Los accesos estaban en la Zona Residencial, el Acuartelamiento y los Templos. De querer cruzarla a pie de un extremo a otro un humano tendría que emplear algo más de una hora.

Antes de llegar Sturm creyó prudente ajustarse la diadema para que la gente no les molestasen. Al ser una cinta metálica no más gruesa que una uña, se medio ocultaba con el abundante cabello negro. Los aventureros se encaminaban a la posada de la “Ballena comekenders” en el Barrio de los pescadores con paso firme y aspecto autoritario. Desde que atravesaron las puertas de la ciudad por el Oeste, abiertas siempre que le sonase a uno el bolsillo, encontraron jarana y borrachos en cada calle. Se estaba celebrando la Fiesta de las Almadrabas. La posada estaba justo detrás del Templo a Marina, el único fuera del Distrito de los Dioses porque debía construirse junto al mar. En el porche de la entrada pagaron un par de cobres al muchacho de los establos para que se llevase los caballos. Cogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta.

- Descansaremos hasta mañana. Con tanto jaleo no creo que algún reclutador tenga ganas de darnos información. Mejor estar frescos para lo que surja –comentó a media voz Ganímides.

- Pero al entrar debemos fijarnos en las caras –siguió Sturm-. Si hay alguien que sospeche de nosotros habrá que abordarle para saber todo lo que podamos.

- Será mejor que durmamos en un cuarto común, con tabiques de por medio no nos protegeremos igual –sugirió Memnón.

En el interior había brindis por todas partes en la taberna del piso bajo. Se acercaron a la barra y llamaron al posadero. El hombretón se acercó sonriente.

- ¡Loada sea Marina y os evite las tormentas! Bienvenidos a Lakenor y a las fiestas. Mi nombre es Jiuston. ¿En qué puedo servirles?

- Deseamos una habitación para cuatro, por tiempo indefinido. Con cena, desayuno y cuidados para los caballos.

- ¡Ah, bien, bien! Tengo un par de ellas dobles ahora pero para mañana pueden trasladarse a una común muy amplia y cómoda. Con las fiestas, los comerciantes de fuera han ocupado casi todo. A estas horas ya no queda nada en ninguna parte –le brillaban los ojos ante el negocio y era evidente la media sonrisa que trataba de ocultar-. Será... una plata cada uno –Sturm le miró amenazadoramente, le señaló y contestó en tono serio.

- En el bosque a las puertas de la ciudad hubiésemos estado más limpios y cómodos sabiendo lo que nos ahorraríamos. No pagaremos más de siete cobres cada uno y menos cuando vamos a prestar servicio a Lakenor –el posadero dio un respingo hacia atrás.

- Esto... bien, bien. Hay trato... ¿A nombre de quién registro las habitaciones? ¿Desean tomar algo caliente ahora?

- Al mío. Mi nombre es Félix. Sírvanos en aquel reservado y ahora bajaremos. Queremos dejar nuestras cosas arriba y acomodarnos.

En pocos minutos regresaron y mientras cenaban estudiaron a la gente.

(PUES YO DEDICO ESTE FRAGMENTO A LOS CREADORES DE ``BALDUR´S GATE´´, DE LOS MEJORES JUEGOS DE ROL EN ORDENADOR. SUS AVENTURAS EN CIUDAD ME ENCANTARON)
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por ELDORODWEN el Lun Sep 26, 2005 10:07 pm

La mayoría de los parroquianos era gente normal, preocupados tan sólo de disfrutar hoy y esperar a mañana. Se sucedían bailes, chistes, bromas, entrechocar de jarras y vítores a su diosa patrona. Casi todos eran pescadores o comerciantes que se beneficiaban de los productos de mar. Entre los asistentes destacaban un par de tipos, ataviados con armaduras acolchadas, que parecía que acababan de salir del trabajo. Bebían con el resto de clientes y, como los demás, no escatimaban en elogios a las camareras.

- ¿A que van a ser ellos? –dijo distraído Casiin-. Podemos preguntarles al menos cómo se llaman y dónde podremos encontrarles mañana para buscar trabajo –sugirió a sus amigos con una sonrisa.

- Grrr. Yo estoy molido. Desde que salimos de la llanura apenas hemos dormido. ¡Y tengo el trasero plano por culpa del caballo! –gruñía Memnón-. Claro que... –se le iluminaron los ojos y habló con una sonrisa maliciosa-. Vosotros id a descansar. Yo averiguaré algo por mi cuenta, confiad en mí. Hay cosas que sólo un robusto enano puede hacer.

- Me parece bien –dijo resoplando Sturm-. Estoy deseando ponerme horizontal. Creo que ya no podemos hacer nada más por hoy.

- Tú has hecho ya de sobra, hijo –respondió Ganímides-. Cuando hablaste al posadero hasta yo me impresioné. Esa diadema es verdaderamente una joya.

El resto del grupo subió a descansar y Memnón se dirigió a una mesa en la que bebían los posibles reclutadores. Por el camino hizo una señal al posadero para que les llevara tres pintas de cerveza.

- ¡Loada sea Marina y os evite las tormentas! Permitidme que os invite, señores. Un brindis por la Diosa... ¡Y otro por los ejércitos de Lakenor! –el enano quería aparentar admiración. Los otros no se lo pensaron dos veces, tomaron las jarras y vitorearon. “Estos pardillos de la segunda no pasan... Vamos a soltar esas lengüecitas, pringaos” pensó el enano.
__________________________________

ME GUSTARÍA LLEVAR SOLA ESTE APARTADO, SI NO HAY INCONVENIENTE. ME ENCANTA DAR INTRIGA A LAS COSAS...)

Se encontraba en su despacho a pesar del cansancio y las altas horas de la noche. Detrás de su magnífica mesa y recostado en la silla daba vueltas a la cabeza. Esperaba noticias y éstas no llegaban. No le cabía en la mente que pudiesen tardar tanto. Eran encargos sencillos... Giraba a un lado y al otro su copa de vino mientras la observaba como hipnotizado. De repente la estrelló contra el escudo blasonado que había en una pared mientras gritaba furioso. Se oyeron unos golpes tímidos en la puerta. Se incorporó y apoyó las manos en la mesa.

- ¡Adelante! –el hombre inspiró profundamente y trató de serenarse. La puerta se abrió y entró el mayordomo con algo pequeño en la mano.

- Milord... Ha llegado esto para Vos –se acercó temeroso con la cabeza medio agachada, alargó el brazo y le ofreció un estuche muy pequeño de cuero del que colgaban unas correas.

- Ha llegado una paloma, bien, gracias. Por cierto... ¿cuánto hace? –dijo sarcásticamente.

- Hace cinco minutos, Milord.

- Tu tardanza me ha costado una copa regalo del Gobernador. Te descontaré una semana de sueldo –dijo inflexible-. ¡No te entretengas ahora en recogerlo, estúpido! ¡Quiero leer esto en privado!

El mayordomo inclinó aún más la cabeza y se fue retirando mientras el otro abría el estuche. Nada más sacar el pergamino éste creció y se hizo de tamaño normal. Esta clase de magia permitía mandar extensos mensajes en pequeños recipientes. Al cerrar la puerta el mayordomo oyó cómo su señor daba otro alarido y estrellaba algo de cristal. El mayordomo suspiró y pensó “Serán dos...” En el despacho, el hombre tiró el pergamino al fuego de la siniestra chimenea. El mensaje le daría dolor de cabeza para el resto de la noche.

“Milord:
Siguiendo vuestras instrucciones he observado a vuestro enemigo desde que partió del valle de los gnomos por si enviaba información al Duque Celeutor. Pero he tenido encuentros desagradables por el camino, me entretuvieron toda clase de alimañas y me sacó ventaja de dos días. Aún así le he seguido la pista. Sin duda pretende ir a vuestro encuentro. Ya no viajan como emigrantes en caravana. En el Paso de Alas Oscuras seguí su rastro y encontré los carromatos abandonados en una gruta. En la Llanura Perlada vi señales de pelea en la alameda y muescas en la roca del altar negro. La gente de la aldea no me ha dado información que pueda ayudarme, se muestran reticentes de traicionar a alguien. Para cuando recibáis este mensaje estaré a mitad del Paso Espumoso. Aquí le he perdido el rastro por completo. Me dirijo hacia la ciudad donde sin duda estará ya buscándoos. No enviaré más mensajes. En la ciudad ya sabéis cómo ponernos en contacto.
Aspid”

El hombre miraba el blasón de la pared. Por él aún chorreaba el denso y pegajoso vino como si fuese sangre. Como un mal presagio ensuciaba por el camino el fondo en azur y gules y el esmaltado dibujo de una Cobra...
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por ASHURAM el Mar Sep 27, 2005 8:28 pm

Cuando bajaron a la mañana siguiente se encontraron en su reservado con el enano sonriente ante una enorme plato de comida para desayunar y una jarra de zarzaparrilla. Ganímides hizo una seña al posadero para que les llevase el desayuno. Sturm le hizo el pago de ese día y de la noche anterior. Esperaron sentados a la mesa a que Jiuston se apartara después de que les sirviese para hablar con más intimidad.

- Bien, amigos. Las cosas anoche no pudieron ir mejor, jejeje –Memnón sonreía maliciosamente contento por sus logros-. Tras un par de pintas cada uno de vuestra, ejem, flojísima cerveza para mi gusto, se les olvidó el significado de la confidencialidad. Primero me contaron que “un tal Drogbar” llegó desde la Región gobernada por “un tal Celeutor” para visitar al Gobernador de Lakenor y que lleva aquí cerca de un mes alojado en un Palacio propiedad de un familiar ya fallecido. Y, como temíais, está reclutando a todo el que quiera ganar algo de dinero para marchar hacia el Norte con el fin de “ayudar al Duque” a acabar con las escaramuzas fronterizas. Hasta ahí nada que no podamos intuir –se detuvo para dar un gran trago de la jarra y zamparse un muslo de pollo de dos bocados. Les brindó la jarra, bebió de nuevo y prosiguió:

“Cuando los mofletes se les pusieron incandescentes por el alcohol me soltaron lo más interesante: dentro del ejército mercenario existen rencillas. Os explico. Es un cuerpo independiente de las tropas de Lakenor y el equipo y la paga no tienen nada que ver. El Gobernador deja hacer a Drogbar lo que le viene en gana, piensa que si se lleva de su Región a toda la escoria tendrá menos de qué preocuparse. Y Drogbar aprovecha la codicia de cualquiera que sepa manejar un arma para atraer a multitud de seguidores. Por lo visto paga algo más y proporciona mejor equipo. En sus filas han ido a parar antiguos grupos rivales “comerciales”, piratas. Todos los cabecillas pretenden hacer méritos para estar más cerca de Drogbar y recibir así mejor recompensa cuando todo acabe. Cada día patrulla los alrededores un grupo diferente para limpiar la zona de bandidos. O para reclutarlos. Por otro lado las tropas de Lakenor están recelosas de los mercenarios: temen que se apoderen de la ciudad, al tratarse de delincuentes es lógico. Pero como hay acuerdo entre el Gobernador y Drogbar a lo único que han llegado es a armar broncas entre ambos bandos en las tabernas y mirarse furiosamente por las calles cuando llegan de patrullar o abastecerse.”

- Eso nos da muchas más ventajas de las que pensamos. Un ejército codicioso no hace igual de bien su trabajo que uno profesional. Atended. Sturm y tú os alistáis juntos para informar desde dentro. Yo me apuntaré como externo en calidad de mediador comercial para abastecerles. Quiero aprovechar esa posición para cuando demos el golpe que tengan material saboteado. Entonces me ayudarás tú, Casiin, mientras tanto puedes trabajar para un herrero o ingeniero de la ciudad que sepamos que les aporta material. Quiero saber todo de ellos. Quiero llegado el momento que estalle una revuelta entre los mercenarios. Cuando queden cuatro gatos, las tropas de Lakenor terminarán el trabajo. Y tú, Gladia...

- Me miras como si no pudiese cuidarme –dijo con el ceño fruncido-. Puedo ir de ayudante de estos dos.

- El problema está en que si nos metemos entre los mercenarios nos alojarán en el cuartel... –se percató Sturm-. ¿Cómo vas a apañártelas allí dentro? ¿Y cómo nos comunicaremos con el exterior?

- Por eso no hay problema –sonrió Memnón-. Como el cuartel tiene sus límites y ya está copado por las tropas de Lakenor, los mercenarios se alojan fuera. Únicamente deben presentarse para la instrucción y las tareas del día en la explanada del acceso Este. Los mercenarios están así contentos: duermen y gastan fuera.

- Entonces yo podría ser vuestro ayudante por la tarde-noche cuando regreséis de las tareas y por la mañana servir en alguna fonda o taberna cerca del cuartel para obtener más información aún –contestó decidida Gladia-. No voy a estar parada aburriéndome. Y pensad en nuestro amigo Jiuston: hay que proporcionrle su sueldo –guiñó la muchacha.

- Todo decidido pues –Ganímides alzó su vaso y los demás le imitaron-. Por la Victoria, que los Dioses nos iluminen –entrechocaron los vasos y bebieron. En ese momento entraron los dos reclutadores. No se alojaban allí pero venían a tomar algo a menudo.

- Bien, vamos allá. Recordad vuestros falsos nombres... Nos vemos a la hora de almorzar o si no, a la noche –Sturm inspiró hondo, se levantó y fue hacia ellos. Le siguieron Ganímides y Memnón. Casiin fue hacia el Distrito Comercial para buscar trabajo y Gladia fue hacia la zona del Acuartelamiento para buscar una taberna.
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por ASHURAM el Jue Sep 29, 2005 9:10 pm

(De acueeerdo ¡Go up!)
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por Artros el Jue Sep 29, 2005 11:43 pm

-¡Maldito gnomo!- el herrero salio entre el humo- si no fuera por tus inventos no te tendria aqui.
- Vamos, no es para tanto -dijo Casiin con cara inocente- ahora corroe el metal en vez de darle mas fuerza.
- ¿No te das cuenta de lo que has hecho? -ahora les daremos a esos mercenarios metal en mal estado.
- ¡Bah! seguro que no se dan cuenta, donde lo compraran sino.
- ¡Estas despedido! ¡mira lo que has conseguido en una sola semana! -El herrero estaba rojo de furia- solo espero que esos mercenarios no se den cuenta... y de que tu calles tu boca-señalo amenazador a Casiin.
-¡Oh! no dire nada, creo que me ire- el herrero no pudo ver la sonrisa que Casiin llevaba al marcharse.

++++++++

- ¡Por supuesto comandante! -Ganímides sonreia al mercenario!- mis suministros son de lo mejor que encontrareis
- mmmmm, sois nuevo aqui, habeis conseguido todo muy rapido -el comandante comenzaba a dudar- ¿Como se que me puedo fiar?
- Vereis mi señor, le sere sincero -miro a los ojos del comandante, ya estaba en sus redes- lo cierto es que oi rumores de un ejercito de mercenarios se estaba reuniendo aqui y vos sabeis que donde hay mercenarios hay dinero, asi que llegue y pedi un prestamo, que ahora intento remunerar vendiendo los suministros que compre... no es nada raro
- ¡Jajaja! -los ojos del comandante brillaron reconociendo la avaricia- Por supuesto que si amigo mio, cuuenta con que conseguiras beneficios, trato hecho...
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por Proserpina el Sab Oct 01, 2005 4:16 am

Y mientras Casiin cenaba en “Ballena comekenders” y Ganímides terminaba con el papeleo y el cobro del dinero, Memnón y Sturm estaban en la taberna “El Vigilante Nocturno” refrescándose el gaznate junto a otros cuatro compañeros de patrulla. Era una taberna junto al Acuartelamiento muy popular entre las tropas de Lakenor y ahora la visitaban también los mercenarios. Detrás de la barra se encontraba Gladia colocando una remesa de jarras limpias. Los tres estaban atentos al resto de clientes. A causa de las rencillas se habían establecido “sectores” bien definidos en el local. En las mesas de la entrada solían ponerse los de Lakenor; en el fondo, los mercenarios más crueles; y junto a la barra, los menos problemáticos, donde ellos se encontraban. El pobre tabernero rezaba a los Dioses con cada cliente que entraba para que no fuese el detonante de una discusión. Memnón comentó a sus compañeros en tono confidencial:

- Ese tal Demestor, el cabecilla de los antiguos Sables Negros, he oído decir que pretende quitar de en medio a nuestra patrulla y al resto de las de grado medio –los compañeros de mesa y Sturm para disimular, casi se atragantan con la cerveza-. Oí a uno dos los suyos que cuchicheaban esta mañana que están preparándose para tendernos una emboscada la próxima vez que tengamos que ir de ronda. Quieren, además, saquear los barcos, donde se guardan ricos botines.

- Y digo yo –le respondió como si estuviese picajoso Sturm-, ¿vamos a dejar que nos hagan eso o lo hacemos antes con ellos? Apenas llevo una semana aquí y van a liquidarme por la espalda... malditos...

- Los Sables Negros han sido y serán la banda más sangrienta y adiestrada –intervino un compañero-. Demestor es una fiera de cuidado. A menos que nos pongamos de acuerdo un par de unidades, no veo la manera de vencerles.

- ¿Y si no tuviesen con qué darnos por la espalda? –dijo Memnón en tono misterioso.

- ¿Cómo puede hacerse eso? –intervino un segundo.

- Un amigo me ha dicho que un herrero coló esta mañana un lote de armas y armaduras defectuosas, no quería perder el tiempo ni el dinero –guiñó Memnón-. Ese lote se ha vendido ha nuestro ejército. ¿Y si resulta que yo sé cuál es el lote...

- ¡Y se lo pasamos a los Sables Negros! –respondió el tercero ilusionado-. Luego les atraemos a donde nos plazca y allí acabamos con ellos. Nos hacemos con sus tesoros y nos largamos de ésta ciudad maldita.

- Podemos incluso pedir ayuda a otra unidad y mientras ellos terminan con la refriega nos escabullimos para “cobrarnos las molestias”, jajaja –aclaró el cuarto.

- Magnífico, amigos –dijo Sturm-. Las unidades cuarta y quinta creo que le tienen ganas a los Sables. Pongámonos de acuerdo con ellos para encontrarnos durante la próxima patrulla, es dentro de tres días ¿no? Mientras, iremos colando el material defectuoso en las habitaciones de esos malditos. Brindemos... –el Paladín hizo una señal a la camarera y ésta se dispuso a servir una ronda.

Mientras Gladia llenaba las jarras se arrimó al borde de la barra y le comentó en tono misterioso a un miembro de la segunda unidad:

- Yo que tus compañeros me andaría con cuidado. Se os va a caer el pelo.

- ¿Qué dices, desvergonzada? –le gruñó el mercenario- ¿Se puede saber de qué hablas?

- Si tu jefe es verdad que se lleva bien con ese Demestor, más os vale que le sigáis con cuidado. El perro de los Sables os pretende meter en un buen fregado. Una oye cosas mientras está aquí y vosotros me caéis bien –le sonrió Gladia-. Dicen que anda buscando gente que le debe cosas del pasado para que le hagan un trabajito. Se rumorea que pretende cargarse a un par de unidades que no le caen bien –y mientras cogía la bandeja y se marchaba a la mesa a servir se le acercó simpática-. Sed buenos, cuidaos mucho.
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por ELDORODWEN el Sab Oct 01, 2005 6:01 pm

A al mañana siguiente, tras la instrucción, Sturm y Memnón se colaron en el almacén destinado al ejército mercenario, previo pago de una cuantiosa suma de plata a los dos vigilantes y un convincente discurso por parte del paladín. Se hicieron con el lote de armas y se lo llevaron a la “Ballena comekenders”. Por la noche Memnón, Sturm y los cuatro compañeros se acercaron a la posada donde se alojaban los Sables Negros, en la zona del Acuartelamiento. El posadero tan sólo dijo, después de agarrar una bolsa con plata equivalente a dos semanas de buen negocio, que nada de sangre o muertos. Uno de los mercenarios estaba de guardia en el pasillo de las habitaciones. El resto de la banda estaba celebrando en una suntuosa posada del Distrito Comercial el ascenso en el ejército mercenario de Deméstor. Para hacerle bajar pusieron a Casiin de cebo. Éste se acercó a las habitaciones para abrir las cerraduras aprovechando que el vigilante iba al retrete. Para un gnomo acostumbrado a manipular cosas complicadas, las cerraduras de las diez habitaciones dobles eran un pasatiempo. Antes de que el mercenario saliese, fue hacia la escalera y allí hizo como si acabara de subir. Cuando estuvo a su lado “tropezó” y le vertió una jarra de pegajoso zumo. El mercenario, muy mosqueado, le siguió a la carrera escaleras abajo y hasta la puerta de la calle, donde se puso a discutir con él. Mientras, Sturm, Memnón, y dos de los compañeros salieron de su escondite bajo las escaleras y subieron rápidamente. En una de las ventanas del pasillo echaron una cuerda abajo y con ella subieron el lote defectuoso. Sustituyeron las armas y bajaron por la cuerda las buenas. Antes de salir de las habitaciones les echaron el pestillo. Los cuatro bajaron después y salieron por la puerta de atrás, la de abastecimiento que daba a la cocina. El vigilante protestó un par de veces más después de casi diez minutos discutiendo y entró justo después de que todos se apartaran del lugar. Se despidieron de los cuatro compañeros y se fueron cada uno a su alojamiento.

En la “Ballena comekenders” los aventureros daban los últimos retoques al plan mientras cenaban. Todos tenían una misión que cumplir sin un minuto de retraso. Casiin se colaría al mediodía en un barco de la banda de la segunda unidad, aliada de los Sables, para hacerlo saltar por los aires. Memnón alertaría antes a las unidades cuarta y quinta para que se les uniesen en el bosque y evitar la emboscada de los Sables durante la patrulla de la mañana. Ganímides, a la par, avisaría a las tropas de Lakenor de la posible revuelta para que tomasen medidas. Gladia vigilaría de cerca el palacio de Drogbar. Sturm visitaría antes del estallido un par de Templos al menos para que le ayudasen a detener a Drogbar. Esperaban reunirse todos junto al palacio en cuanto empezase el jaleo. Sturm y Memnón pondrían la excusa de un encargo muy particular para no estar con la patrulla, Casiin les había falsificado un documento en el que les hacían responsables de recoger un cargamento especial. Una vez estuvieran los mercenarios ajustándose las cuentas y con las tropas de Lakenor detrás, Drogbar no contaría con el apoyo deseado. Incluso estaría mal visto por los personajes influyentes de la ciudad. Estaban deseando que llegase ese momento.

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(Recordad que ésta parte quisiera llevarla yo)

- Me alegro de volver a verle, Milord, a pesar de las circunstancias. Muy audaz el mensaje en clave del tablón en la posada –Áspid se encontraba en la puerta del despacho junto al mayordomo, inclinó la cabeza y entró. El mayordomo cerró la puerta y se marchó a sus quehaceres.

- Por favor, hijo mío... –Drogbar se acercó y le dio un abrazo-. Siéntate, tenemos que hablar.

Ambos estaban ahora frente a frente junto a la mesa. Cualquiera hubiese jurado que eran copias pero de diferente edad. Padre e hijo se llevaban apenas quince años. Los dos eran de complexión atlética, de cabellos castaño oscuro y ojos negros y profundos como una noche de luna nueva. La piel grisácea les daba un aire tétrico. Drogbar vestía ropas amplias y llevaba el escudo familiar bordado en el pecho. Áspid había acudido sigilosamente nada más leer el mensaje. No levaba ningún distintivo que le delatase salvo una espada larga con la empuñadura de una cobra oculta bajo la capa.

- Veo que las cosas le han ido muy bien, padre. Por todas partes en la ciudad hay mercenarios con vuestro emblema. ¿Cuántos habéis logrado reunir?

- Apenas ciento cincuenta hombres. Pero estoy a la espera de que lleguen más bandas. Hay piratas que atracarán tras largos meses de navegación en menos de dos semanas. Escúchame bien. Como sabrás, ya no contamos con la ayuda de los hermanos, Galieon y Gideon, ni del asesino. Podemos apañárnoslas sin ellos, aunque no nos vaya a resultar igual de fácil. Los jefes de las bandas son competentes a su modo, lo demostrarán cuando lleguemos a las puertas de Celeutor. Pero necesito a alguien junto a mí para lo que se avecina. ¿Conoces a alguien aquí que pueda encargarse de Ganímides y sus compañeros ahora?

- Por supuesto. Durante mis estudios descubrí a un joven muy diestro con la espada. Su técnica es, en mi opinión, perfecta. Me sorprendió, y eso es difícil. Tuvo un buen maestro, perteneciente a la misma escuela donde educaron a Ganímides, una casa con buena reputación. Y tiene amistades dentro del culto a Dyastor que le proporcionarían gustosos algunos trucos. Les deben favores por haberles quitado de en medio a cotillas chismosos.

- Ponte en contacto con él. Que acuda cuanto antes. ¿Cómo se llama? –preguntó interesado Drogbar. Áspid rió maliciosamente.

- Le tenéis delante, padre. Incluso podría ir al encuentro de tus enemigos ahora. Creo que ya sé dónde están.

- ¡No hablarás en serio! –Drogbar se incorporó de un respingo y golpeó la mesa-. ¿Crees que voy a arriesgar mi propia sangre por muy grande que sea la causa? Si mis sicarios no han podido ¿en qué vas a triunfar tú?

- Justo donde ellos metieron la pata –dijo calmadamente Áspid recostado en el sillón-. Yo NO me los encontraré juntos –recalcó seriamente. Cruzó las manos, giró la cabeza y miró el blasón de la pared-. Me lo llevo, va siendo hora de darle uso. Ya que practicáis algo de magia no creo que carguéis con él.

Drogbar se relajó, soltó una carcajada y descolgó el escudo de la pared. Orgulloso se lo ofreció a su hijo y se despidieron.
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por ASHURAM el Sab Oct 01, 2005 9:50 pm

A la mañana siguiente, Ganímides propuso enviar un mensaje a Celeutor por si no salía todo como estaba previsto. Los aventureros se desearon buena suerte. Antes de salir, Sturm pidió un momento. Se miraron intrigados y el paladín carraspeó.

- Tengo que pediros un favor. Cuando todo esto termine, nada más llegar a casa me gustaría... en fin, si me apoyáis...

- ¿Voy a tener que darte un palmetazo en la espalda para que lo sueltes, chaval? –dijo sarcástico el enano.

- Pues que quisiera celebrar nuestra boda y que seáis nuestros testigos, ejem. Ya está dicho.

Gladia le dio la colleja más sonora jamás propinada. Puso luego los brazos en jarras y le interrogó:

- ¿Testigos dices? ¿Sólo eso? ¿Es que se te ha olvidado lo que Ganímides ha sido para nosotros? ¿Y no se te ha ocurrido preguntarme? –Memnón carcajeaba, Casiin tenía los ojos como platos y Ganímides parpadeaba boquiabierto. Sturm frunció el ceño y no supo si pedir perdón o gruñir. Gladia se dirigió a Ganímides y le hizo una proposición señalando con el dedo y en tono inflexible-. Mi padre, que en paz descanse, no podrá ir. Así que tú serás el padrino, qué menos.

Nadie se atrevió a objetar. De todos modos estaban de acuerdo. Con todo aclarado fueron saliendo por la puerta a cumplir con su misión. Sturm y Memnón no tuvieron problemas con su superior cuando le mostraron el documento. Sturm se fue inmediatamente al Distrito de los Dioses y gracias a su buen trato logró el apoyo de tres congregaciones. Le acompañarían un clérigo de cada una para ir a detener a Drogbar. Ganímides habló con el máximo responsable de las tropas y éste ordenó que se preparasen para salir en caso de que estallase la revuelta. Casiin estaba escondido en la bodega de uno de los barcos impaciente por encender una mecha. Gladia se ocultó en un callejón al que daba la puerta de servicio del palacio de Drogbar y desde allí observaba la entrada principal y las ventanas. Las unidades alertadas por Memnón persiguieron cautelosamente a los Sables y éstos, en compañía de la segunda unidad, se prepararon para la emboscada. Al medio día se desató la tormenta...

Una explosión tremenda hizo que un barco se convirtiera en mondadientes y se hundiese antes de volver a parpadear. La segunda unidad lo vio y oyó todo desde lo alto de la boscosa colina donde estaban apostados. El mercenario que habló con Gladia se enfureció por la pérdida y sus compañeros le siguieron en busca de los Sables, ladera abajo. Los Sables en ese momento salieron disparados de su escondite para arrasar a los compañeros de Memnón que estaban al raso. Los Sables se vieron en medio de ambas unidades y, para colmo, la cuarta y la quinta aparecieron de apoyo al poco rato para acabar con lo que quedaban de los Sables y la segunda unidad. De regreso a la ciudad al cabo de media hora, se encontraron con las tropas de Lakenor esperándoles en las puertas. Los supervivientes fueron detenidos. Dentro de la ciudad, la unidad que quedaba había sido reducida sin problemas. Los oficiales confiscaron todos los bienes de los mercenarios y los pusieron junto con los detenidos en manos de la justicia.
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