por ASHURAM el Lun Sep 19, 2005 11:00 pm
(Artros) Ejem!! ejem!! Existía una ciudad gnoma escondida (esto es ciertamente absurdo lo se, pero así lo indica la historia) en la que vivía un gnomo llamado Casiinventordeproductosfacialespara... pero lo llamaramos Casiin será mas fácil, un día observaba la carretera cuando vio aparecer una caravana de... humanos, que extraño ver humanos por esos parajes, Casiin sintió gran emoción, a los gnomos les encantaban las visitas(mas que nada para poder investigarlas y observar sus comportamientos), así que decidió acercarse y darles la bienvenida a su pueblo...
(Ashuram) ``Es curiosa la manía que tiene esta raza de llenar hasta los topes de cacharros los carromatos e ir ellos después al lado de los bueyes... Habrá que venderles el Compresorderopa, por ejemplo, para que hagan sitio...´´ Casiin nunca dejaba de elucubrar mientras andaba, da igual a donde fuese. En una ocasión su Maestrodegeotecnica de la Escueladeingenierosdecaminos le echó la bronca durante una clase práctica de campo porque tenía la mirada vete a saber en qué capa del infierno. Siempre parecía estar más allá de toda realidad, pero sólo por su pasión inventora.
La caravana se detuvo junto al Pozodegranito, junto a la Entradaoeste de la Granmurallaquesefundeconelentorno, todo un portento de ingeniería en comunión con la Naturaleza. Casiin se acercó al que parecía ser el comerciante de la tribu, un hombre maduro ya canoso pero de mirada viva y rostro risueño.
Estaba manipulando lo que parecía ser un artefacto de dos brazos con ruedas dentadas que se entrelazaban. El hombre lo asió como unas tenazas con la mano derecha mientras lo cerraba en el borde de un bote de barro de tapa metálica. También éste bote era curioso para el gnomo, la tapa parecía estar fundida con la cerámica en el borde del bote. Ante el asombro del gnomo, las tenazas mordieron la tapa metálica y quedó enganchada. La tapa se fue desprendiendo a medida que el hombre daba vueltas a una rueda de las tenazas. Una vez abierto el bote sacó con una fina daga algo parecido a fruta. Con gran satisfacción se llevó el alimento a la boca y se relamió.
El hombre salió de su ensoñación para darse cuenta que tenía junto a su rodilla izquierda un gorro rojo chillón con copete verde que le hacía cosquillas y bajo éste un ser con cara de no haber visto comer a nadie en su vida.
El gnomo empezó a hablar con voz chillona.
- ¡Uyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy! ¿Pero qué es esa especie de tenaza tan rara? ¡Se la cambio! ¿Y ese bote de tapa dura? ¿Me lo deja?
- Tranquilo, chaval. Parece que te haya picado toda una colmena ¡Qué exaltación! Ante todo, mi nombre es Ganímides Mantogrís, comerciante.
- ¡Ah! Mis disculpas. Mi nombre es Casiinventordeproductosfacialespara, inventor. Estaba absorto con ese artilugio con forma de tenazas. Y con el bote.
- ¡Oh! Claro, cómo no. Olvidaba que me dirijía a territorio gnomo y vuestro amor por la invención. Esto es un abrelatas. Y esto una conserva. Lo del abrelatas es cosa de una tienda gnoma de mi ciudad natal. Lo de la conserva de melocotón es cosa de enanos, se les da de maravilla eso de trabajar la chapa. Les propuse a unos comerciantes que me hiciesen algo capaz de aguantar viajes y aquí está. ¿Gustas?
(Artros) El gnomo no respondio ni si ni no sino que comenzó ha hablar al estilo gnomo... rápido y sin pensar:
- ¿Deverdadlohaninventadootrosgnomos? ¡Oh! ¡Esmaravilloso! ¿Yquémáscosastienesenelcarro? ¡Interesa ntetecnicaladeestastenazas!...
- ¡Basta! -gritó exhausto el mercader, arto de tantas preguntas.
Pero el alboroto creado por Casiin atrajo a más gnomos provenientes de la ciudad, que empezaron a observar la caravana con gran interés y ha realizar toda clase de preguntas y a intentar probar sus inventos de un aspecto amenazador(aunque ellos creían inocentes) con los artilugios, mascotas e incluso con los mismos viajeros...
Así que Casiin decidió fijarse en otras partes de la caravana y vio a un hombre revestido de hierro atusándose el bigote, hacia caso omiso de los chillones gnomos y no apartaba la mano de su espada, Casiin se fijo en el prendedor que llevaba al cuello; bueno, esto no es del todo cierto, en lo primero que pensó fue en la maravillosa espada arado que fabricaría con esa espada, pero desestimo rápidamente la idea al ver como miro a otro gnomo que le propuso que la convirtiera en un elemento para cortar la fruta...
Así que se puso a pensar, apostaría sus anteojos a que ese prendedor era de una dama (según había leído a los humanos les gustaba la absurda idea de llevar regalos de sus damas), y para descubrir la verdad de aquel asunto solo podía hacer una cosa... investigar.
(Ashuram) Ni corto ni perezoso fue dirigiéndose hacia el sujeto a investigar con aire inocente. El hombre era corpulento y de mediana edad, con cabellos negros como el azabache y mirada penetrante. La mano que aferraba la empuñadura de su espada tenía toda la pinta de no necesitar el arma de lo musculosa que era, lo mismo que su brazo. Por su armadura completa y su aspecto no daba lugar a dudas que se trataba de un soldado de escolta de la caravana. En cuanto vio acercarse al gnomo bramó:
- ¡Ya estás diciendo a tus amiguitos que se aparten de la caravana! Venimos cansados y no queremos jaleo y muchos menos manos largas con problemas acerca de la propiedad.
- Mis disculpas, señor...
- ¡Sturm!
- ¡Salud!
- ¡Me llamo Sturm, marionetilla de feria! ¡Orden, orden! -desenfundó la espada para impresionar al personal. Inmediatamente la turba de gnomos empezó a alejarse de la caravana.
Casiin decidió que ya lo investigaría más tarde. Regresó junto al comerciante.
- Siento el jaleo que le han causado mis compatriotas, señor Ganímides. ¡Hum! Parece una golosina estupenda. Y volviendo al tema de la conserva, ¿de quién es la receta? –exclamaba y preguntaba con ojos como platos, cual niño en una feria.
- La receta está muy extendida por mi región aunque en cada familia la elaboran con toques particulares. Te la daré en un pergamino con la elaboración pero no sé si tendréis a mano ciertas especias –el hombre siempre que daba explicaciones lo hacía con semblante autoritario y apuntando al cielo con el índice izquierdo.
Se ve que esta táctica le resultaba útil a la hora de convencer a posibles clientes pues inmediatamente le habló a Casiin de toda una gama de productos culinarios traídos de allende las montañas y que, curiosamente, disponía en su carromato. Claro que el gnomo no era tonto daba su perspicaz naturaleza y aunque atendía con un aire de expectación en seguida le hizo una oferta. Esto le pilló por sorpresa a Ganímides, acostumbrado a tener la última palabra.
- Un lote de productos faciales a cambio del abrelatas y un bote de conserva –dijo convencido de sí mismo Casiin.
- Pero no puedo deshacerme del artefacto, ¿cómo voy a abrir el resto de mis comidas? Le pongo precio de amigo a mis conservas, te las quitarán de las manos las mamás y los jóvenes...
- Y a mí no me sirve de nada comprar conservas si sólo se pueden abrir a machetazos o rompiendo el bote y estropeando el contenido –con esto dejó perplejo al humano y le pareció por un momento que se reflejaban en su rostro recuerdos pasados-. Sólo le pido ambos inventos unos días para estudiarlos por algo a cambio de las molestias.
- ¡Ah! Eso es algo convincente, desde luego. Puedo vender entre los míos esos productos, claro, claro. Trato hecho.
Con un apretón de manos seguido de una cortés indicación de Casiin para que lo siguiese se encaminaron ambos a la ciudad gnoma, hacia el hogar del hombrecito. Ganímides guardó los inventos en un morral que llevaba siempre colgado en bandolera del lado izquierdo “con cosillas de por si acaso...” como solía decir. O como se traducía en aquellos sombríos tiempos: una daga, yesca y pedernal, pequeña cantimplora, tabaco y pipa, algo de dinero y gemas semipreciosas en un saquillo, brújula y mapa de la región... y una poción de curación comprada en el último Templo por el que pasó. En el lado izquierdo y casi oculta bajo la gruesa capa de viaje llevaba al cinto una espada corta con signos de haber sufrido más el viaje que su portador. El gnomo caminaba con las manos cruzadas en la espalda con su típico aire pensativo pero no se le pasó por alto el detalle de la espada cuando se pusieron en marcha...
- No pareces el típico comerciante. Hablas de un modo refinado y con autoridad. Y los comerciantes no suelen llevar espadas como ésa –alargó la mano para señalar la empuñadura, rica en detalles de artesanía y que ahora podía verse mejor después de que Ganímides la dejara al descubierto al levantar el brazo.
- Soy un emigrante como estos a los que sigo y con un pasado que prefiero no recordar, como casi todos los que emigran –suspiró a medida que vaciaba las palabras.
- Pero ahora estás en una tierra donde nadie te va a pedir cuentas y acabas de hacer un nuevo amigo, ¿no? Mañana puede que no estés aquí y te ayudaría desahogarte un poco -¡ay, esa curiosidad, que no pocas veces costó la vida a uno de sus congéneres!
- Yo antes era un noble de mi ciudad, político de la región. Hubo una crisis, desacuerdos, intrigas y venganzas personales. Esta espada de mi familia intervino en ellas. Me enseñaron a manejarla como se les enseña a casi todos los nobles. Pero yo la utilicé como la utilizan los villanos. Ahora me valgo de mi labia y elocuencia para hacer de vendedor y buscarme la vida.
(Ashuram) Casiin pensó en lo triste que puede llegar a ser verse alejado del hogar y los seres queridos por causas ajenas a su voluntad y de lo duro que es que se obligue a alguien a tomar partido en temas escabrosos. Como buen inventor e investigador tenía su vena aventurera, deseos de explorar más allá del valle donde vivía, pero no se engañaba que seres como él en un mundo tan agitado y en tierras peligrosas eran presas potenciales para cualquier cosa...
- Me encantaría acompañarte con la caravana. A mí nada me ata aquí salvo mis amigos, o mi paternalísimo tío Rododendro Cascanueces y su mujer. Sería una ocasión fantástica para recopilar información y con ello hacer prosperar mi negocio.
- No digas tonterías, jovencito. ¿Ves aquellas montañas al Este de tu hermoso valle? Por el Paso de los Colmillos hemos venido hasta aquí. ¿Te imaginas porqué lo llaman así? –adoptaba el gesto y la expresión de un padre echando la bronca del siglo a su hijo-. Ten cuidado con lo que deseas. Más allá de tu hogar todo es peligro, mi espada ha tenido que cruzarse con él en muchas ocasiones. Incluso a Sturm y sus hombres les costó trabajo defender a esta gente. Nosotros no nos quedaremos más de una semana aquí, lo justo para descansar y comprar provisiones. Venimos desde el Norte dando todo tipo de rodeos para no encararnos con el mal y vamos hacia el Sur, a tierras libres y desocupadas, para alejarnos de él todo lo que podamos –se incorporó después de la reprimenda y giró bruscamente el rostro para no dejar ver una lágrima.
Estaban pasando ya por la Entradaoeste y el comerciante se sorprendió de lo bulliciosa y vital que era la ciudad. Las casas eran más altas de lo que había imaginado en unos gnomos, casi todas de tres plantas pero con la altura de bloques de dos en ciudades humanas. Un humano de mediana estatura hubiese entrado en cualquier sitio pero medio encorvado. En todas ellas, en la planta baja, se albergaban espacios comunes con enormes inventos que facilitaban la labor de las hogareñas hembras gnomo. A través de las ventanas de los bajos salían tubos, chimeneas que trepaban por las fachadas hasta los tejados, curiosas estructuras de tela circular con varillas radiales que les daban forma... Casi todos los bloques eran cuadrados con chaflanes en las esquinas. En algunos de los bajos se habrían puertas al exterior de pequeños comercios y tabernas.
- Mi hogar está en el Barriodelcomercio, junto a la Plazacentral. Para ti será un paseo –Casiin gesticulaba alegremente hacia el frente, señalando una amplia avenida con árboles que desembocaba al cabo de un kilómetro y medio escaso en una plaza.
A ambos lados de la Entradaoeste había una avenida que discurría de Norte a Sur a lo largo de la Granmurallaquesefundeconelentorno y por la que discurrían carretas, carromatos y ganado. Por el camino la gente miraba a la pareja expectante.
Una vez llegados al hogar de Casiin, Ganímides pudo ver el interior de las casas. Tenían un patio central que era el deleite de los niños y de animadas reuniones antes de la cena. El pozo en una esquina era algo muy común, si daban en el subsuelo con agua aprovechable. Y si no, recogían la de lluvia para las labores domésticas de limpieza y amablemente otros vecinos permitían el uso de sus pozos. En los segundos y terceros pisos se alojaban las familias, en las buhardillas había trastos de todo tipo y en los sótanos se habilitaban bodegas y almacenes para el invierno tanto de combustibles como de alimentos.
(Artros) Esa noche Ganímides durmió en la casa de Casiin y tuvo un extraño sueño. En el aparecían Casiin, su fiel compañero Sturm junto su prometida Gladia y él mismo. Todos eran felices, todo iba bien hasta que apareció él... de nuevo, no podía ser, le había arrebatado la felicidad en la vida real. ¿Cómo podía arrebatárselo también en sus sueños...? Rápidamente todo se volvió oscuro, ese maldito hombre murmuro unas palabras... Gladia desapareció ante la impotencia de Sturm, dejando tan solo el prendedor. A Ganímides le rodearon cientos de asesinos a sueldo, todo volvía a pasar... pero algo cambiaba otra vez. ¡Casiin! Estaba muerto caía degollado por la daga del malvado hombre... entonces todo se volvió negro y apareció una imagen borrosa de Las Montañas Brumosas... despertó repentinamente...
- Drogbar -susurró- ahora sé dónde estas, ahora sé lo que debo hacer, me pagarás tu traición.
Casiin lo miró impresionado. “Humanos -pensó-. Siempre tan raros...”
(Eldorodwen) Ganímides se levantó sigilosamente y tras vestirse recogió sus cosas. Se encaminó con cuidado a la puerta principal y antes de salir volvió el rostro hacia el fondo de la sala, hacia la puerta de la habitación. “Éste chico... Cómo le envidio”. Cerró con cuidado la puerta y se encaminó decidido hacia su carromato.
“Éste hombre... Mira que no decirme nada”. Pensó Casiin. Tras oír cómo se cerraba la puerta se levantó de un bote, se vistió. Metió algunas cosas en un petate y escribió una nota: “Queridos tíos: me tomo unas vacaciones. Colgad el cartel Vacaciones en la puerta de la tienda, por favor. Os traeré más inventos. Os quiero. Casiin.” Dejó la nota junto a la cómoda que había a la entrada del cuarto de sus tíos y se fue.
“Si fue Drogbar quién provocó mi caída debió ser por algo mucho más grande que mi simple puesto de Consejero de Comercio de la Región. Algo habrá en mí que hacía que le estorbase. No puedo dejar que me de caza y acabe con mis amigos. Debo encontrarle yo primero. No debe caer nadie más conmigo. ¿No será por algo de mi familia que me odia? Recuerdo que éstas rencillas entre ambos partidos ya existían desde que a mi padre le nombraron Gobernador... ¡Dioses! Eso me hace ya tan viejo...” Ganímides estaba ya cerca de la Entradaoeste. Estaba la verja echada y había un par de guardias.
“Tengo que ir más rápido. Tengo que darle alcance. Tengo que... ¡ay! no torcerme el tobillo. ¡Uf! ¡Arf!” Casiin iba meditando cómo demonios iba a explicarle a Ganímides que no cabía discusión en cuanto a lo de acompañarle. Una ocasión como ésa de investigación no iba a desperdiciarla y menos de alguien tan experimentado como el comerciante. Si de verdad había demasiado mal allá fuera, nadie mejor que él para no salir demasiado mal parado...
- ¡No, no trato de escabullirme de nada! Mi carromato está fuera –Ganímides trataba de explicarse para que le dejaran salir.
- Claro, hombre. Tu carromato fuera y tú dentro. Eso no es lo prudente, caramba. Lo normal es que cuidaras de tus cosas. ¿De verdad no te has escapado de alguna bronca en una taberna? Los humanos por lo visto tenéis esa mala costumbre y si te andan buscando nuestros agentes de la Ley... –el que hablaba era un gnomo ya maduro muy picajoso. Era uno de los sargentos de la Guardia y no le había echo gracia que le tocara esa noche el turno.
- Se lo aseguro, Sargento, nada más lejos de la realidad. Estaba en casa de uno de sus conciudadanos y se ha prolongado mucho la visita. Debo regresar con la caravana...
- ¿Ganímides? ¿Le ocurre algo, Señor? –Sturm apareció como agua de Mayo al otro lado de la verja-. Sargento, soy yo de nuevo, el guardia de la caravana. Éste hombre es amigo mío, le doy mi palabra que no hay problema.
- ¡Bien! Le ruego mil perdones pues, comerciante. Buenas noches –hizo una señal y de modo casi silencioso se fue abriendo la verja.
“Sorprendente esta ingeniería gnoma, sorprendente.” Pensaba Ganímides. De camino hacia su carromato le habló a Sturm.
- Y deja de decirme Señor. Ya no estás a mi servicio. Siempre fuiste más que un guardia para mí, hijo.
- Es la costumbre, S... Ganímides –balbuceó Sturm.
“¡Corred, malditas piernas, corred! La verja vuelve a cerrarse.” Casiin ya no daba más de sí. El ejercicio más fuerte que había echo en su vida fue el de acarrear bultos del pedido desde el carro del distribuidor a su almacén. Estaba ya a escasos tres metros de la entrada y como los guardias habían decidido resguardarse en la garita aprovechó para deslizarse suavemente por debajo de la verja que se cerraba sin que le viesen. Decidió entonces no decir nada a Ganímides y esconderse en su carromato. Una vez puesto en marcha y lejos de allí no iba a dejarle atrás...
(Ashuram) Ya junto a su carromato Ganímides le deseó buenas noches a Sturm. Pero el soldado no parecía muy convencido de que todo iba bien, tenía experiencia y conocía a su antiguo Señor.
- Ganímides ¿Puedo ayudarle?
- No, Sturm, hijo. Ve ya a dormir. Gladia se pone nerviosa cada vez que se prolongan en exceso tus rondas –deseaba despacharle cuanto antes para preparar sus cosas.
- Ganímides, no me engaña. Algo le ocurre. Tiene la misma expresión de desasosiego que la última vez que vio a...
- Déjate de tonterías. Tengo la expresión de alguien azotado por el viaje y que ya no está hecho para trasnochar.
- De acuerdo, buenas noches.
Mientras le dejaba atrás una pequeña sombra se deslizaba por debajo del carromato, se arrebujaba junto a una rueda y desapareció. Sturm se encaminó hacia su carromato y junto a éste se encontró con Gladia y su típico semblante de “dónde demonios te has metido”.
- Hola, amor mío. Me tenías preocupada.
- No veo por qué has de estarlo. Nuestra Región con sus males quedan muy atrás.
- Ya, por eso vienes con esa cara de “la que se nos va a caer encima”. Suéltalo. A tu Señor puedes darle la razón como a los locos. A mí, no.
- Algo le pasa a Ganímides, es cierto. Sospecho que trama algo y debo seguirle, le debo mucho. La vida. Lo malo es que tú...
- Yo no soy una aldeana enclenque que necesite siempre de protección. No estoy echa para luchar con los músculos sino con el corazón. Mi magia puede ayudaros. Voy contigo y punto en boca.
“No se está mal al aire libre” pensó Casiin junto a la rueda. “Pero en cuanto se ponga en el asiento del conductor me esconderé dentro”.
(Artros) Al alba, Ganímides se despidió de la gente de la caravana. Se dirigía a las Montañas Brumosas, un lugar peligroso, se debía haber vuelto loco. Se preparaba para irse cuando una mano le detuvo.
- No te librarás de nosotros tan fácilmente -Sturm y Gladia le miraban sonrientes-. Tu misión no es para un solo hombre -en ese momento un gnomo salió corriendo de debajo de una rueda.
- Noooooo -Casiin hablaba muy serio ante el asombro de los tres humanos-. Esunamisiónpara4... ynomemiréisasí... pienso ir, queráis o no -Ganímides se rió y encogió los hombros, sabía que no convencería a ninguno de los tres. Así que comenzaron a andar, cuatro figuras contra el Sol, cuatro héroes hacia las montañas...
Habiendo andado un trecho Ganímides se preguntó si el gnomo llevaría alguna arma:
- Vas armado?
- Por supuesto -el gnomo le mostró una espada arado.
- ¡Jajajajaja! Me dan más miedo los inventos que llevas a la espalda.
- ¡Ohhh! No, no, no, no... tranquilo, son inventos que sirven para curar fracturas y realizar operaciones.
Ganimides sonrió. Sabía cómo funcionaban los inventos Gnomos, seguro que eran mucho más peligrosos que la espada de Sturm... Miró a Gladia, ella aparecía en el sueño pero desaparecía ante unas palabras de Drogbar, que querría decir traición o peligro. No se podía fiar. Pensó en consultarle al gnomo, pero a veces resulta mejor no preguntar a un gnomo...
(Eldorodwen) En un carromato, Ganímides y Casiin; en otro carromato, Sturm y Gladia. En la parte trasera de ambos iban enganchados dos briosos caballos de batalla, uno de cada caballero. Para Gladia compraron una montura menos nerviosa. Si necesitaban abandonar los carromatos el gnomo podría cabalgar con ella.
A la luz del día el gnomo estudió minuciosamente a Gladia. Vestía ropa cómoda de viaje y tenía en el regazo, para cuando refrescase, una gruesa capa con capucha. También tenía una bolsa o morral como Ganímides donde guardaba cosas. Pero al gnomo le intrigaba el olor que desprendía la bolsa. “¿Componentes mágicos?” pensó. De lejos podría parecerle a cualquiera la típica doncella a la que rescatar. Pero a pocos pasos de distancia uno se daba cuenta del error de infravalorarla. Sus ojos eran grandes y almendrados, pardo verdosos. En seguida que le dirigía a alguien la mirada transmitía algo mucho más profundo que un espíritu libre, sus pupilas destilaban pura magia, un brillo indescriptible sobre todo al anochecer. La piel tostada de su rostro estaba enmarcada por una melena marrón oscura con reflejos rojizos que le llegaba a los hombros. Las manos eran finas, con largos dedos, muy diestras. No llevaba joyas de ningún tipo. Escondía en una manga una daga finísima y en cinto llevaba enganchados unos dardos. Junto a su lado en el asiento había un bastón de aspecto corriente. De cerca todo en ella, si se prestaba atención, daba señales de lo que era: una hechicera.
Empezó a practicar la magia desde muy pequeña, sus padres se dieron cuenta de que lo llevaba en la sangre y la pusieron al cargo de un Maestro muy popular de la ciudad. Éste hombre ya había ayudado a defender las murallas de asedios de todo tipo. De personalidad fuerte, Gladia nunca se dejó llevar por las cosas convencionales; era lo que su Maestro calificaría de algo caótica. Pero eso no quitaba que tuviese gran corazón, que lo tenía. En más de una ocasión arriesgó mucho para acabar después con poco y nunca le importó. Por eso se prometió con Sturm: sus ideales de Justicia y de llevarlos a cabo costase lo que costase reflejaban parte de sus ideas. Como hechicera no era tan poderosa como su Maestro pues aún no había emprendido misiones ni aventuras en las que potenciar sus dones. Ni siquiera había magia en nada de lo que llevaba pues no tenía poder suficiente para manejar cosas tan peligrosas. Era de todos modos muy práctica.
A pesar de la buena obra de ingeniería, la carretera siempre agota a los viajeros que tienen la cabeza poblada de preocupaciones. Poco antes del ocaso acamparon junto a un cruce. El camino principal seguía hacia el Este, por donde había venido la caravana. Sturm no tenía ganas de pelearse de nuevo en el Paso de los Colmillos con una horda de jinetes lobo. La otra parte iba hacia el Sur, hacia otra salida del Vallegnomolestargracias, hacia el Paso de Alas Oscuras. Aquella zona tenía fama de estar poblada por bandadas de criaturas que descendían desde el cielo por las noches dejando tan sólo los huesos de las presas. Como la información era escasa pues muy pocos han descrito sabiamente el lugar (o muy pocos transmitieron las vivencias sin deformar), a Sturm se le ocurrió que seguramente fuesen exageraciones.
(Ashuram) Mientras Gladia y el gnomo intercambiaban opiniones culinarias junto a una marmita mientras preparaban la cena, los caballeros dispusieron todo para turnarse para hacer guardia. Siempre dejaban a mano junto al lecho sus armas y, si podían soportarlo, dormían con la armadura. O al menos con algo de protección. Dadas las circunstancias todo era poco si se trataba de sobrevivir.
- No creo que sea buena idea ir por el paso del Sur, Alas Oscuras, Sturm. No sabemos lo que hay –dijo ceñudo Ganímides.
- Las historias que circulan parecen cuentos de viejas asustaniños –trató de convencerlo Sturm.
- No es prudente enfrentarse a lo que no se conoce, hijo, lo digo por experiencia.
- Y tampoco lo es volver sobre nuestros pasos y encontrarnos con alguien que esté interesado en nosotros. Creo que el encuentro con los jinetes lobo no fue casualidad, no son estúpidos. Atacar como lo hicieron no era algo propio de ellos y en eso soy yo el que tengo experiencia –alegó Sturm. Gladia miró de reojo y Casiin se percató de ello-. Cada vez estoy más seguro que alguien trata de asustarnos hasta que cometamos un error. Cada vez estoy más convencido de que nuestros tropiezos por el camino se deben a que ese alguien ha pagado para que sucediesen.
- Drogbar... –murmuró Ganímides.
- Además, si vamos de nuevo por el Este daremos un tremendo rodeo. Sospecho que quieres ir hacia el Sur. Si quieres encararte con Drogbar seguro que se le ha ocurrido la feliz idea de esperarte en esas malditas Montañas Brumosas, la cordillera junto a la costa –Ganímides se giró bruscamente y le miró atónito-. Desde que salimos de la ciudad no tienes otra idea que la de acabar con él. Y justo anoche te pones en plan misterioso y de repente quieres largarte. Esas montañas son un lugar perfecto para el malnacido.
- Yo en su maldito pellejo me escondería en la antigua fortaleza de Alcestis, al pie del Paso Espumoso. Donde el río se abre paso en rápidos hacia el mar. Es un buen lugar para defenderse –intervino Gladia. En ese momento todos la miraron perplejos-. Y, por cierto, yo también se hacer guardias. Ya os he dicho mil veces que mi magia ayuda.
- ¡Y yo puedo acompañarla! -chilló Casiin-. ¡Y vale ya de discusiones que tengo hambre!
Todos rieron y se acomodaron para cenar. Decidieron luego ir por el Sur a la mañana siguiente. Ganímides haría la primera guardia, Sturm la siguiente y Gladia con Casiin la última. Justo antes de acostarse, Casiin colocó varios dispositivos con diversos materiales del bosque alrededor del campamento y rogó a todos que tuviesen mucho cuidado con ellos. “Trampas, pensó en seguida Gladia. Buena idea”. Y ella hizo lo propio con un conjuro de luz que se activaría si algo le asustaba.
(Artros) La noche fue tranquila, pero no fue así para Ganímides: de nuevo el sueño. Esta vez se pudo fijar en los ojos de Gladia, lo miró y el tembló... eran negros, solo algunos servidores del mal tenían esos ojos. Despertó, como siempre, y miro a Gladia dormida bajo la atenta mirada de Sturm, no podía ser, aquello tenia que ser un fallo, una broma del destino. Decidió seguir durmiendo, necesitaría estar despierto al día siguiente.
A la mañana siguiente Casiin y Gladia despertaron a los dos hombres, Ganímides disimuló bien la desconfianza hacia Gladia; sabía hacerlo, llevaba toda su vida actuando. Decidió que debía hablar con Casiin, necesitaba una segunda opinión, necesitaba alguien que le ayudaba a vigilarla...
(Eldorodwen) Ganímides frenó un poco a las mulas para que su carromato quedara detrás del de Sturm y poder comentar tranquilamente sus visiones. Con mucha prudencia y en voz baja hablaron.
- Perdona si te contradigo, Ganímides –le reprochó Casiin-. Una mujer como Gladia no puede ser un siervo oculto de tu enemigo. Y no porque eso no haya sucedido en otras ocasiones. Es porque veo absurdo que si quiere hacernos daño se hubiese prometido con Sturm al salir de vuestro hogar –sentenció muy serio.
- ¿Y qué mejor modo que acercarse para ello? Conociéndonos y haciéndose pasar por otra no nos fijamos en ella como potencial enemigo... –desesperaba Ganímides.
- Claro, claro. Y Sturm, un paladín, no se va a dar cuenta de que es malvada, claaarooo –asentía sarcástico el gnomo-. ¿Y no puede ser que la magia de Gladia te hiciese ver algo raro? ¿No puede ser que en el sueño se te retorciese la realidad? ¡Incluso yo, con mi buena vista puedo equivocarme! Si pierdes los estribos no vas a saber qué demonios tienes delante. Trata de calmarte y, si te ayuda, yo le echaré un ojo a Gladia.
- Te lo agradezco, Casiin. Me serenaré tanto como pueda, prometido. ¿Y si tal vez Drogbar la volviese contra nosotros contra su voluntad? No sería la primera vez que alguien se vale de la magia para ello. He visto casos de doblegadores de mentes sacando información a delincuentes o haciendo que sus enemigos se pegaran entre sí...
- ¿Ves? Eso parece más lógico. El aura de Sturm hubiese detectado mal en caso de que se albergase entre nosotros. Déjalo estar por el momento y sigamos.
(Ashuram) Aprovechando el ligero distanciamiento de los carromatos Sturm se dirigió a Gladia en tono confidencial.
- ¿Te ocurre algo, cielo? –el paladín estaba preocupado-. Por tu cabeza anda algo, sé que estás asustada porque noto esas cosas...
- No tengas cuidado conmigo, amor –estaba cabizbaja y jugueteaba nerviosamente con un pañuelo.
- ¡Mujer! ¡Y cómo no lo voy a tener! Eres mi prometida y, además, está mi voto como caballero –gruñó Sturm.
- Y aunque te lo contase ¿qué arreglarías? Tienes el don de quitar el miedo pero no de las pesadillas...
- ¡Por lo más Sagrado! ¡Explícate! –le conminó el caballero.
- He tenido una noche agitada. Se me apareció alguien que no conozco, probablemente sea a quien Ganímides busque... Trataba de obligarme a hacer algo contra vosotros pero yo me resistía. Era doloroso, me zumbaba la cabeza. Como no conseguía nada se apareció abiertamente entonces frente a todos y... –estalló en llanto y se cubrió la cara avergonzada-. Yo estaba preparada para lanzarle algo pero... Te señaló a ti con un macabro dedo y me gritaba “¡Tendrás que escoger! Tu amor verdadero o mi destrucción”. Intuyo que la duda estaba entre Ganímides y tu. Sospecho que si destruía a Ganímides nosotros no podríamos acabar con él. ¡Me obligó a escoger! ¡Maldito sea! ¡Es más rápido que yo! ¿Y si para colmo no me hubiese resistido?
- Escúchame, Gladia, cálmate y sé sensata –Sturm soltó una mano de las riendas para apoyarla en un hombro-. Si Ganímides tiene la clave para destruirle, o la conseguirá en el futuro, es obvio que debemos cuidar de él ¿no? ¿Para qué le hemos seguido todos entonces? Y a mí no se me fulmina tan fácilmente, cielo. Y menos ahora que sé que desea hacerlo. Si ese montón de estiércol de verdad quiere acabar con nosotros no es inteligente mandar un aviso ¿no? Los Dioses no iban a darnos estas visiones para nada. Son duras de soportar pero útiles. Buscaremos remedios contra todo eso como sea, es un juramento. ¿Lo has oído? Que se me lleve el peor esbirro del Caos si no cumplo...
- ¡No digas eso! –estaba casi histérica. Sturm entonces volvió su mirada a ella y le susurró.
- Mírame, Gladia, te lo ruego –sus palabras fluían dulcemente y en torno a él parecía que hasta la brisa se parase- Ya no hay temor.
Gladia se secó el rostro con el pañuelo y le miró. Inmediatamente le sonrió, respiró hondo y mientras murmuraba una plegaria reposó la cabeza en su hombro. En pocos segundos, debido al agotamiento, se durmió. “No dudes, amor mío. Su destrucción”, susurró el caballero.
Ambos carromatos estaban ya muy adentrados en el Paso de Alas Oscuras. El primer tramo se hizo apenas con dificultad. Tenían aún jornada y media por delante para atravesarlo y la segunda parte era más escabrosa, con un camino menos cuidado. Se pararon para establecer el campamento bastante antes del ocaso para preparar defensas. Las guardias las harían como la noche anterior. Decidieron poner los carromatos uno junto a otro con sitio suficiente para desplazarse todos ellos y las monturas en el espacio intermedio. Casiin ingenió la manera de poner una red por encima de los carromatos con alguna que otra trampa de fogonazos cegadores. “Si de verdad hay bichos que atacan desde el cielo, me voy a reír”, comentaba. Alrededor del campamento, como a una treintena de metros, plagó el bosque de trampas. Gladia se preparó un conjuro de luz y otro que ayudaría a Ganímides a golpear mejor con su arma, dado que él ya no tenía tanta fuerza como Sturm. Ambos hombres pusieron en los flacos que no estaban cubiertos por los carromatos una especie de muro de troncos y maleza espinosa. Y tras rezar cada uno a su manera, se dispusieron a pasar la noche.
Sturm besó en la frente a la muchacha antes de retirarse. “No dudes, amor mío. Su destrucción...”