Historia Gnoma. Idea original de ARTROS.

Un lugar donde los héroes se reúnen a discutir, reír y beber!

Historia Gnoma. Idea original de ARTROS.

por ASHURAM el Lun Sep 19, 2005 11:00 pm

(Artros) Ejem!! ejem!! Existía una ciudad gnoma escondida (esto es ciertamente absurdo lo se, pero así lo indica la historia) en la que vivía un gnomo llamado Casiinventordeproductosfacialespara... pero lo llamaramos Casiin será mas fácil, un día observaba la carretera cuando vio aparecer una caravana de... humanos, que extraño ver humanos por esos parajes, Casiin sintió gran emoción, a los gnomos les encantaban las visitas(mas que nada para poder investigarlas y observar sus comportamientos), así que decidió acercarse y darles la bienvenida a su pueblo...

(Ashuram) ``Es curiosa la manía que tiene esta raza de llenar hasta los topes de cacharros los carromatos e ir ellos después al lado de los bueyes... Habrá que venderles el Compresorderopa, por ejemplo, para que hagan sitio...´´ Casiin nunca dejaba de elucubrar mientras andaba, da igual a donde fuese. En una ocasión su Maestrodegeotecnica de la Escueladeingenierosdecaminos le echó la bronca durante una clase práctica de campo porque tenía la mirada vete a saber en qué capa del infierno. Siempre parecía estar más allá de toda realidad, pero sólo por su pasión inventora.
La caravana se detuvo junto al Pozodegranito, junto a la Entradaoeste de la Granmurallaquesefundeconelentorno, todo un portento de ingeniería en comunión con la Naturaleza. Casiin se acercó al que parecía ser el comerciante de la tribu, un hombre maduro ya canoso pero de mirada viva y rostro risueño.
Estaba manipulando lo que parecía ser un artefacto de dos brazos con ruedas dentadas que se entrelazaban. El hombre lo asió como unas tenazas con la mano derecha mientras lo cerraba en el borde de un bote de barro de tapa metálica. También éste bote era curioso para el gnomo, la tapa parecía estar fundida con la cerámica en el borde del bote. Ante el asombro del gnomo, las tenazas mordieron la tapa metálica y quedó enganchada. La tapa se fue desprendiendo a medida que el hombre daba vueltas a una rueda de las tenazas. Una vez abierto el bote sacó con una fina daga algo parecido a fruta. Con gran satisfacción se llevó el alimento a la boca y se relamió.
El hombre salió de su ensoñación para darse cuenta que tenía junto a su rodilla izquierda un gorro rojo chillón con copete verde que le hacía cosquillas y bajo éste un ser con cara de no haber visto comer a nadie en su vida.
El gnomo empezó a hablar con voz chillona.
- ¡Uyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy! ¿Pero qué es esa especie de tenaza tan rara? ¡Se la cambio! ¿Y ese bote de tapa dura? ¿Me lo deja?
- Tranquilo, chaval. Parece que te haya picado toda una colmena ¡Qué exaltación! Ante todo, mi nombre es Ganímides Mantogrís, comerciante.
- ¡Ah! Mis disculpas. Mi nombre es Casiinventordeproductosfacialespara, inventor. Estaba absorto con ese artilugio con forma de tenazas. Y con el bote.
- ¡Oh! Claro, cómo no. Olvidaba que me dirijía a territorio gnomo y vuestro amor por la invención. Esto es un abrelatas. Y esto una conserva. Lo del abrelatas es cosa de una tienda gnoma de mi ciudad natal. Lo de la conserva de melocotón es cosa de enanos, se les da de maravilla eso de trabajar la chapa. Les propuse a unos comerciantes que me hiciesen algo capaz de aguantar viajes y aquí está. ¿Gustas?

(Artros) El gnomo no respondio ni si ni no sino que comenzó ha hablar al estilo gnomo... rápido y sin pensar:
- ¿Deverdadlohaninventadootrosgnomos? ¡Oh! ¡Esmaravilloso! ¿Yquémáscosastienesenelcarro? ¡Interesa ntetecnicaladeestastenazas!...
- ¡Basta! -gritó exhausto el mercader, arto de tantas preguntas.
Pero el alboroto creado por Casiin atrajo a más gnomos provenientes de la ciudad, que empezaron a observar la caravana con gran interés y ha realizar toda clase de preguntas y a intentar probar sus inventos de un aspecto amenazador(aunque ellos creían inocentes) con los artilugios, mascotas e incluso con los mismos viajeros...
Así que Casiin decidió fijarse en otras partes de la caravana y vio a un hombre revestido de hierro atusándose el bigote, hacia caso omiso de los chillones gnomos y no apartaba la mano de su espada, Casiin se fijo en el prendedor que llevaba al cuello; bueno, esto no es del todo cierto, en lo primero que pensó fue en la maravillosa espada arado que fabricaría con esa espada, pero desestimo rápidamente la idea al ver como miro a otro gnomo que le propuso que la convirtiera en un elemento para cortar la fruta...
Así que se puso a pensar, apostaría sus anteojos a que ese prendedor era de una dama (según había leído a los humanos les gustaba la absurda idea de llevar regalos de sus damas), y para descubrir la verdad de aquel asunto solo podía hacer una cosa... investigar.

(Ashuram) Ni corto ni perezoso fue dirigiéndose hacia el sujeto a investigar con aire inocente. El hombre era corpulento y de mediana edad, con cabellos negros como el azabache y mirada penetrante. La mano que aferraba la empuñadura de su espada tenía toda la pinta de no necesitar el arma de lo musculosa que era, lo mismo que su brazo. Por su armadura completa y su aspecto no daba lugar a dudas que se trataba de un soldado de escolta de la caravana. En cuanto vio acercarse al gnomo bramó:
- ¡Ya estás diciendo a tus amiguitos que se aparten de la caravana! Venimos cansados y no queremos jaleo y muchos menos manos largas con problemas acerca de la propiedad.
- Mis disculpas, señor...
- ¡Sturm!
- ¡Salud!
- ¡Me llamo Sturm, marionetilla de feria! ¡Orden, orden! -desenfundó la espada para impresionar al personal. Inmediatamente la turba de gnomos empezó a alejarse de la caravana.
Casiin decidió que ya lo investigaría más tarde. Regresó junto al comerciante.
- Siento el jaleo que le han causado mis compatriotas, señor Ganímides. ¡Hum! Parece una golosina estupenda. Y volviendo al tema de la conserva, ¿de quién es la receta? –exclamaba y preguntaba con ojos como platos, cual niño en una feria.
- La receta está muy extendida por mi región aunque en cada familia la elaboran con toques particulares. Te la daré en un pergamino con la elaboración pero no sé si tendréis a mano ciertas especias –el hombre siempre que daba explicaciones lo hacía con semblante autoritario y apuntando al cielo con el índice izquierdo.
Se ve que esta táctica le resultaba útil a la hora de convencer a posibles clientes pues inmediatamente le habló a Casiin de toda una gama de productos culinarios traídos de allende las montañas y que, curiosamente, disponía en su carromato. Claro que el gnomo no era tonto daba su perspicaz naturaleza y aunque atendía con un aire de expectación en seguida le hizo una oferta. Esto le pilló por sorpresa a Ganímides, acostumbrado a tener la última palabra.
- Un lote de productos faciales a cambio del abrelatas y un bote de conserva –dijo convencido de sí mismo Casiin.
- Pero no puedo deshacerme del artefacto, ¿cómo voy a abrir el resto de mis comidas? Le pongo precio de amigo a mis conservas, te las quitarán de las manos las mamás y los jóvenes...
- Y a mí no me sirve de nada comprar conservas si sólo se pueden abrir a machetazos o rompiendo el bote y estropeando el contenido –con esto dejó perplejo al humano y le pareció por un momento que se reflejaban en su rostro recuerdos pasados-. Sólo le pido ambos inventos unos días para estudiarlos por algo a cambio de las molestias.
- ¡Ah! Eso es algo convincente, desde luego. Puedo vender entre los míos esos productos, claro, claro. Trato hecho.
Con un apretón de manos seguido de una cortés indicación de Casiin para que lo siguiese se encaminaron ambos a la ciudad gnoma, hacia el hogar del hombrecito. Ganímides guardó los inventos en un morral que llevaba siempre colgado en bandolera del lado izquierdo “con cosillas de por si acaso...” como solía decir. O como se traducía en aquellos sombríos tiempos: una daga, yesca y pedernal, pequeña cantimplora, tabaco y pipa, algo de dinero y gemas semipreciosas en un saquillo, brújula y mapa de la región... y una poción de curación comprada en el último Templo por el que pasó. En el lado izquierdo y casi oculta bajo la gruesa capa de viaje llevaba al cinto una espada corta con signos de haber sufrido más el viaje que su portador. El gnomo caminaba con las manos cruzadas en la espalda con su típico aire pensativo pero no se le pasó por alto el detalle de la espada cuando se pusieron en marcha...
- No pareces el típico comerciante. Hablas de un modo refinado y con autoridad. Y los comerciantes no suelen llevar espadas como ésa –alargó la mano para señalar la empuñadura, rica en detalles de artesanía y que ahora podía verse mejor después de que Ganímides la dejara al descubierto al levantar el brazo.
- Soy un emigrante como estos a los que sigo y con un pasado que prefiero no recordar, como casi todos los que emigran –suspiró a medida que vaciaba las palabras.
- Pero ahora estás en una tierra donde nadie te va a pedir cuentas y acabas de hacer un nuevo amigo, ¿no? Mañana puede que no estés aquí y te ayudaría desahogarte un poco -¡ay, esa curiosidad, que no pocas veces costó la vida a uno de sus congéneres!
- Yo antes era un noble de mi ciudad, político de la región. Hubo una crisis, desacuerdos, intrigas y venganzas personales. Esta espada de mi familia intervino en ellas. Me enseñaron a manejarla como se les enseña a casi todos los nobles. Pero yo la utilicé como la utilizan los villanos. Ahora me valgo de mi labia y elocuencia para hacer de vendedor y buscarme la vida.

(Ashuram) Casiin pensó en lo triste que puede llegar a ser verse alejado del hogar y los seres queridos por causas ajenas a su voluntad y de lo duro que es que se obligue a alguien a tomar partido en temas escabrosos. Como buen inventor e investigador tenía su vena aventurera, deseos de explorar más allá del valle donde vivía, pero no se engañaba que seres como él en un mundo tan agitado y en tierras peligrosas eran presas potenciales para cualquier cosa...
- Me encantaría acompañarte con la caravana. A mí nada me ata aquí salvo mis amigos, o mi paternalísimo tío Rododendro Cascanueces y su mujer. Sería una ocasión fantástica para recopilar información y con ello hacer prosperar mi negocio.
- No digas tonterías, jovencito. ¿Ves aquellas montañas al Este de tu hermoso valle? Por el Paso de los Colmillos hemos venido hasta aquí. ¿Te imaginas porqué lo llaman así? –adoptaba el gesto y la expresión de un padre echando la bronca del siglo a su hijo-. Ten cuidado con lo que deseas. Más allá de tu hogar todo es peligro, mi espada ha tenido que cruzarse con él en muchas ocasiones. Incluso a Sturm y sus hombres les costó trabajo defender a esta gente. Nosotros no nos quedaremos más de una semana aquí, lo justo para descansar y comprar provisiones. Venimos desde el Norte dando todo tipo de rodeos para no encararnos con el mal y vamos hacia el Sur, a tierras libres y desocupadas, para alejarnos de él todo lo que podamos –se incorporó después de la reprimenda y giró bruscamente el rostro para no dejar ver una lágrima.
Estaban pasando ya por la Entradaoeste y el comerciante se sorprendió de lo bulliciosa y vital que era la ciudad. Las casas eran más altas de lo que había imaginado en unos gnomos, casi todas de tres plantas pero con la altura de bloques de dos en ciudades humanas. Un humano de mediana estatura hubiese entrado en cualquier sitio pero medio encorvado. En todas ellas, en la planta baja, se albergaban espacios comunes con enormes inventos que facilitaban la labor de las hogareñas hembras gnomo. A través de las ventanas de los bajos salían tubos, chimeneas que trepaban por las fachadas hasta los tejados, curiosas estructuras de tela circular con varillas radiales que les daban forma... Casi todos los bloques eran cuadrados con chaflanes en las esquinas. En algunos de los bajos se habrían puertas al exterior de pequeños comercios y tabernas.
- Mi hogar está en el Barriodelcomercio, junto a la Plazacentral. Para ti será un paseo –Casiin gesticulaba alegremente hacia el frente, señalando una amplia avenida con árboles que desembocaba al cabo de un kilómetro y medio escaso en una plaza.
A ambos lados de la Entradaoeste había una avenida que discurría de Norte a Sur a lo largo de la Granmurallaquesefundeconelentorno y por la que discurrían carretas, carromatos y ganado. Por el camino la gente miraba a la pareja expectante.
Una vez llegados al hogar de Casiin, Ganímides pudo ver el interior de las casas. Tenían un patio central que era el deleite de los niños y de animadas reuniones antes de la cena. El pozo en una esquina era algo muy común, si daban en el subsuelo con agua aprovechable. Y si no, recogían la de lluvia para las labores domésticas de limpieza y amablemente otros vecinos permitían el uso de sus pozos. En los segundos y terceros pisos se alojaban las familias, en las buhardillas había trastos de todo tipo y en los sótanos se habilitaban bodegas y almacenes para el invierno tanto de combustibles como de alimentos.

(Artros) Esa noche Ganímides durmió en la casa de Casiin y tuvo un extraño sueño. En el aparecían Casiin, su fiel compañero Sturm junto su prometida Gladia y él mismo. Todos eran felices, todo iba bien hasta que apareció él... de nuevo, no podía ser, le había arrebatado la felicidad en la vida real. ¿Cómo podía arrebatárselo también en sus sueños...? Rápidamente todo se volvió oscuro, ese maldito hombre murmuro unas palabras... Gladia desapareció ante la impotencia de Sturm, dejando tan solo el prendedor. A Ganímides le rodearon cientos de asesinos a sueldo, todo volvía a pasar... pero algo cambiaba otra vez. ¡Casiin! Estaba muerto caía degollado por la daga del malvado hombre... entonces todo se volvió negro y apareció una imagen borrosa de Las Montañas Brumosas... despertó repentinamente...
- Drogbar -susurró- ahora sé dónde estas, ahora sé lo que debo hacer, me pagarás tu traición.
Casiin lo miró impresionado. “Humanos -pensó-. Siempre tan raros...”

(Eldorodwen) Ganímides se levantó sigilosamente y tras vestirse recogió sus cosas. Se encaminó con cuidado a la puerta principal y antes de salir volvió el rostro hacia el fondo de la sala, hacia la puerta de la habitación. “Éste chico... Cómo le envidio”. Cerró con cuidado la puerta y se encaminó decidido hacia su carromato.
“Éste hombre... Mira que no decirme nada”. Pensó Casiin. Tras oír cómo se cerraba la puerta se levantó de un bote, se vistió. Metió algunas cosas en un petate y escribió una nota: “Queridos tíos: me tomo unas vacaciones. Colgad el cartel Vacaciones en la puerta de la tienda, por favor. Os traeré más inventos. Os quiero. Casiin.” Dejó la nota junto a la cómoda que había a la entrada del cuarto de sus tíos y se fue.
“Si fue Drogbar quién provocó mi caída debió ser por algo mucho más grande que mi simple puesto de Consejero de Comercio de la Región. Algo habrá en mí que hacía que le estorbase. No puedo dejar que me de caza y acabe con mis amigos. Debo encontrarle yo primero. No debe caer nadie más conmigo. ¿No será por algo de mi familia que me odia? Recuerdo que éstas rencillas entre ambos partidos ya existían desde que a mi padre le nombraron Gobernador... ¡Dioses! Eso me hace ya tan viejo...” Ganímides estaba ya cerca de la Entradaoeste. Estaba la verja echada y había un par de guardias.
“Tengo que ir más rápido. Tengo que darle alcance. Tengo que... ¡ay! no torcerme el tobillo. ¡Uf! ¡Arf!” Casiin iba meditando cómo demonios iba a explicarle a Ganímides que no cabía discusión en cuanto a lo de acompañarle. Una ocasión como ésa de investigación no iba a desperdiciarla y menos de alguien tan experimentado como el comerciante. Si de verdad había demasiado mal allá fuera, nadie mejor que él para no salir demasiado mal parado...
- ¡No, no trato de escabullirme de nada! Mi carromato está fuera –Ganímides trataba de explicarse para que le dejaran salir.
- Claro, hombre. Tu carromato fuera y tú dentro. Eso no es lo prudente, caramba. Lo normal es que cuidaras de tus cosas. ¿De verdad no te has escapado de alguna bronca en una taberna? Los humanos por lo visto tenéis esa mala costumbre y si te andan buscando nuestros agentes de la Ley... –el que hablaba era un gnomo ya maduro muy picajoso. Era uno de los sargentos de la Guardia y no le había echo gracia que le tocara esa noche el turno.
- Se lo aseguro, Sargento, nada más lejos de la realidad. Estaba en casa de uno de sus conciudadanos y se ha prolongado mucho la visita. Debo regresar con la caravana...
- ¿Ganímides? ¿Le ocurre algo, Señor? –Sturm apareció como agua de Mayo al otro lado de la verja-. Sargento, soy yo de nuevo, el guardia de la caravana. Éste hombre es amigo mío, le doy mi palabra que no hay problema.
- ¡Bien! Le ruego mil perdones pues, comerciante. Buenas noches –hizo una señal y de modo casi silencioso se fue abriendo la verja.
“Sorprendente esta ingeniería gnoma, sorprendente.” Pensaba Ganímides. De camino hacia su carromato le habló a Sturm.
- Y deja de decirme Señor. Ya no estás a mi servicio. Siempre fuiste más que un guardia para mí, hijo.
- Es la costumbre, S... Ganímides –balbuceó Sturm.
“¡Corred, malditas piernas, corred! La verja vuelve a cerrarse.” Casiin ya no daba más de sí. El ejercicio más fuerte que había echo en su vida fue el de acarrear bultos del pedido desde el carro del distribuidor a su almacén. Estaba ya a escasos tres metros de la entrada y como los guardias habían decidido resguardarse en la garita aprovechó para deslizarse suavemente por debajo de la verja que se cerraba sin que le viesen. Decidió entonces no decir nada a Ganímides y esconderse en su carromato. Una vez puesto en marcha y lejos de allí no iba a dejarle atrás...

(Ashuram) Ya junto a su carromato Ganímides le deseó buenas noches a Sturm. Pero el soldado no parecía muy convencido de que todo iba bien, tenía experiencia y conocía a su antiguo Señor.
- Ganímides ¿Puedo ayudarle?
- No, Sturm, hijo. Ve ya a dormir. Gladia se pone nerviosa cada vez que se prolongan en exceso tus rondas –deseaba despacharle cuanto antes para preparar sus cosas.
- Ganímides, no me engaña. Algo le ocurre. Tiene la misma expresión de desasosiego que la última vez que vio a...
- Déjate de tonterías. Tengo la expresión de alguien azotado por el viaje y que ya no está hecho para trasnochar.
- De acuerdo, buenas noches.
Mientras le dejaba atrás una pequeña sombra se deslizaba por debajo del carromato, se arrebujaba junto a una rueda y desapareció. Sturm se encaminó hacia su carromato y junto a éste se encontró con Gladia y su típico semblante de “dónde demonios te has metido”.
- Hola, amor mío. Me tenías preocupada.
- No veo por qué has de estarlo. Nuestra Región con sus males quedan muy atrás.
- Ya, por eso vienes con esa cara de “la que se nos va a caer encima”. Suéltalo. A tu Señor puedes darle la razón como a los locos. A mí, no.
- Algo le pasa a Ganímides, es cierto. Sospecho que trama algo y debo seguirle, le debo mucho. La vida. Lo malo es que tú...
- Yo no soy una aldeana enclenque que necesite siempre de protección. No estoy echa para luchar con los músculos sino con el corazón. Mi magia puede ayudaros. Voy contigo y punto en boca.
“No se está mal al aire libre” pensó Casiin junto a la rueda. “Pero en cuanto se ponga en el asiento del conductor me esconderé dentro”.

(Artros) Al alba, Ganímides se despidió de la gente de la caravana. Se dirigía a las Montañas Brumosas, un lugar peligroso, se debía haber vuelto loco. Se preparaba para irse cuando una mano le detuvo.
- No te librarás de nosotros tan fácilmente -Sturm y Gladia le miraban sonrientes-. Tu misión no es para un solo hombre -en ese momento un gnomo salió corriendo de debajo de una rueda.
- Noooooo -Casiin hablaba muy serio ante el asombro de los tres humanos-. Esunamisiónpara4... ynomemiréisasí... pienso ir, queráis o no -Ganímides se rió y encogió los hombros, sabía que no convencería a ninguno de los tres. Así que comenzaron a andar, cuatro figuras contra el Sol, cuatro héroes hacia las montañas...
Habiendo andado un trecho Ganímides se preguntó si el gnomo llevaría alguna arma:
- Vas armado?
- Por supuesto -el gnomo le mostró una espada arado.
- ¡Jajajajaja! Me dan más miedo los inventos que llevas a la espalda.
- ¡Ohhh! No, no, no, no... tranquilo, son inventos que sirven para curar fracturas y realizar operaciones.
Ganimides sonrió. Sabía cómo funcionaban los inventos Gnomos, seguro que eran mucho más peligrosos que la espada de Sturm... Miró a Gladia, ella aparecía en el sueño pero desaparecía ante unas palabras de Drogbar, que querría decir traición o peligro. No se podía fiar. Pensó en consultarle al gnomo, pero a veces resulta mejor no preguntar a un gnomo...

(Eldorodwen) En un carromato, Ganímides y Casiin; en otro carromato, Sturm y Gladia. En la parte trasera de ambos iban enganchados dos briosos caballos de batalla, uno de cada caballero. Para Gladia compraron una montura menos nerviosa. Si necesitaban abandonar los carromatos el gnomo podría cabalgar con ella.
A la luz del día el gnomo estudió minuciosamente a Gladia. Vestía ropa cómoda de viaje y tenía en el regazo, para cuando refrescase, una gruesa capa con capucha. También tenía una bolsa o morral como Ganímides donde guardaba cosas. Pero al gnomo le intrigaba el olor que desprendía la bolsa. “¿Componentes mágicos?” pensó. De lejos podría parecerle a cualquiera la típica doncella a la que rescatar. Pero a pocos pasos de distancia uno se daba cuenta del error de infravalorarla. Sus ojos eran grandes y almendrados, pardo verdosos. En seguida que le dirigía a alguien la mirada transmitía algo mucho más profundo que un espíritu libre, sus pupilas destilaban pura magia, un brillo indescriptible sobre todo al anochecer. La piel tostada de su rostro estaba enmarcada por una melena marrón oscura con reflejos rojizos que le llegaba a los hombros. Las manos eran finas, con largos dedos, muy diestras. No llevaba joyas de ningún tipo. Escondía en una manga una daga finísima y en cinto llevaba enganchados unos dardos. Junto a su lado en el asiento había un bastón de aspecto corriente. De cerca todo en ella, si se prestaba atención, daba señales de lo que era: una hechicera.
Empezó a practicar la magia desde muy pequeña, sus padres se dieron cuenta de que lo llevaba en la sangre y la pusieron al cargo de un Maestro muy popular de la ciudad. Éste hombre ya había ayudado a defender las murallas de asedios de todo tipo. De personalidad fuerte, Gladia nunca se dejó llevar por las cosas convencionales; era lo que su Maestro calificaría de algo caótica. Pero eso no quitaba que tuviese gran corazón, que lo tenía. En más de una ocasión arriesgó mucho para acabar después con poco y nunca le importó. Por eso se prometió con Sturm: sus ideales de Justicia y de llevarlos a cabo costase lo que costase reflejaban parte de sus ideas. Como hechicera no era tan poderosa como su Maestro pues aún no había emprendido misiones ni aventuras en las que potenciar sus dones. Ni siquiera había magia en nada de lo que llevaba pues no tenía poder suficiente para manejar cosas tan peligrosas. Era de todos modos muy práctica.
A pesar de la buena obra de ingeniería, la carretera siempre agota a los viajeros que tienen la cabeza poblada de preocupaciones. Poco antes del ocaso acamparon junto a un cruce. El camino principal seguía hacia el Este, por donde había venido la caravana. Sturm no tenía ganas de pelearse de nuevo en el Paso de los Colmillos con una horda de jinetes lobo. La otra parte iba hacia el Sur, hacia otra salida del Vallegnomolestargracias, hacia el Paso de Alas Oscuras. Aquella zona tenía fama de estar poblada por bandadas de criaturas que descendían desde el cielo por las noches dejando tan sólo los huesos de las presas. Como la información era escasa pues muy pocos han descrito sabiamente el lugar (o muy pocos transmitieron las vivencias sin deformar), a Sturm se le ocurrió que seguramente fuesen exageraciones.

(Ashuram) Mientras Gladia y el gnomo intercambiaban opiniones culinarias junto a una marmita mientras preparaban la cena, los caballeros dispusieron todo para turnarse para hacer guardia. Siempre dejaban a mano junto al lecho sus armas y, si podían soportarlo, dormían con la armadura. O al menos con algo de protección. Dadas las circunstancias todo era poco si se trataba de sobrevivir.
- No creo que sea buena idea ir por el paso del Sur, Alas Oscuras, Sturm. No sabemos lo que hay –dijo ceñudo Ganímides.
- Las historias que circulan parecen cuentos de viejas asustaniños –trató de convencerlo Sturm.
- No es prudente enfrentarse a lo que no se conoce, hijo, lo digo por experiencia.
- Y tampoco lo es volver sobre nuestros pasos y encontrarnos con alguien que esté interesado en nosotros. Creo que el encuentro con los jinetes lobo no fue casualidad, no son estúpidos. Atacar como lo hicieron no era algo propio de ellos y en eso soy yo el que tengo experiencia –alegó Sturm. Gladia miró de reojo y Casiin se percató de ello-. Cada vez estoy más seguro que alguien trata de asustarnos hasta que cometamos un error. Cada vez estoy más convencido de que nuestros tropiezos por el camino se deben a que ese alguien ha pagado para que sucediesen.
- Drogbar... –murmuró Ganímides.
- Además, si vamos de nuevo por el Este daremos un tremendo rodeo. Sospecho que quieres ir hacia el Sur. Si quieres encararte con Drogbar seguro que se le ha ocurrido la feliz idea de esperarte en esas malditas Montañas Brumosas, la cordillera junto a la costa –Ganímides se giró bruscamente y le miró atónito-. Desde que salimos de la ciudad no tienes otra idea que la de acabar con él. Y justo anoche te pones en plan misterioso y de repente quieres largarte. Esas montañas son un lugar perfecto para el malnacido.
- Yo en su maldito pellejo me escondería en la antigua fortaleza de Alcestis, al pie del Paso Espumoso. Donde el río se abre paso en rápidos hacia el mar. Es un buen lugar para defenderse –intervino Gladia. En ese momento todos la miraron perplejos-. Y, por cierto, yo también se hacer guardias. Ya os he dicho mil veces que mi magia ayuda.
- ¡Y yo puedo acompañarla! -chilló Casiin-. ¡Y vale ya de discusiones que tengo hambre!
Todos rieron y se acomodaron para cenar. Decidieron luego ir por el Sur a la mañana siguiente. Ganímides haría la primera guardia, Sturm la siguiente y Gladia con Casiin la última. Justo antes de acostarse, Casiin colocó varios dispositivos con diversos materiales del bosque alrededor del campamento y rogó a todos que tuviesen mucho cuidado con ellos. “Trampas, pensó en seguida Gladia. Buena idea”. Y ella hizo lo propio con un conjuro de luz que se activaría si algo le asustaba.

(Artros) La noche fue tranquila, pero no fue así para Ganímides: de nuevo el sueño. Esta vez se pudo fijar en los ojos de Gladia, lo miró y el tembló... eran negros, solo algunos servidores del mal tenían esos ojos. Despertó, como siempre, y miro a Gladia dormida bajo la atenta mirada de Sturm, no podía ser, aquello tenia que ser un fallo, una broma del destino. Decidió seguir durmiendo, necesitaría estar despierto al día siguiente.
A la mañana siguiente Casiin y Gladia despertaron a los dos hombres, Ganímides disimuló bien la desconfianza hacia Gladia; sabía hacerlo, llevaba toda su vida actuando. Decidió que debía hablar con Casiin, necesitaba una segunda opinión, necesitaba alguien que le ayudaba a vigilarla...

(Eldorodwen) Ganímides frenó un poco a las mulas para que su carromato quedara detrás del de Sturm y poder comentar tranquilamente sus visiones. Con mucha prudencia y en voz baja hablaron.
- Perdona si te contradigo, Ganímides –le reprochó Casiin-. Una mujer como Gladia no puede ser un siervo oculto de tu enemigo. Y no porque eso no haya sucedido en otras ocasiones. Es porque veo absurdo que si quiere hacernos daño se hubiese prometido con Sturm al salir de vuestro hogar –sentenció muy serio.
- ¿Y qué mejor modo que acercarse para ello? Conociéndonos y haciéndose pasar por otra no nos fijamos en ella como potencial enemigo... –desesperaba Ganímides.
- Claro, claro. Y Sturm, un paladín, no se va a dar cuenta de que es malvada, claaarooo –asentía sarcástico el gnomo-. ¿Y no puede ser que la magia de Gladia te hiciese ver algo raro? ¿No puede ser que en el sueño se te retorciese la realidad? ¡Incluso yo, con mi buena vista puedo equivocarme! Si pierdes los estribos no vas a saber qué demonios tienes delante. Trata de calmarte y, si te ayuda, yo le echaré un ojo a Gladia.
- Te lo agradezco, Casiin. Me serenaré tanto como pueda, prometido. ¿Y si tal vez Drogbar la volviese contra nosotros contra su voluntad? No sería la primera vez que alguien se vale de la magia para ello. He visto casos de doblegadores de mentes sacando información a delincuentes o haciendo que sus enemigos se pegaran entre sí...
- ¿Ves? Eso parece más lógico. El aura de Sturm hubiese detectado mal en caso de que se albergase entre nosotros. Déjalo estar por el momento y sigamos.

(Ashuram) Aprovechando el ligero distanciamiento de los carromatos Sturm se dirigió a Gladia en tono confidencial.
- ¿Te ocurre algo, cielo? –el paladín estaba preocupado-. Por tu cabeza anda algo, sé que estás asustada porque noto esas cosas...
- No tengas cuidado conmigo, amor –estaba cabizbaja y jugueteaba nerviosamente con un pañuelo.
- ¡Mujer! ¡Y cómo no lo voy a tener! Eres mi prometida y, además, está mi voto como caballero –gruñó Sturm.
- Y aunque te lo contase ¿qué arreglarías? Tienes el don de quitar el miedo pero no de las pesadillas...
- ¡Por lo más Sagrado! ¡Explícate! –le conminó el caballero.
- He tenido una noche agitada. Se me apareció alguien que no conozco, probablemente sea a quien Ganímides busque... Trataba de obligarme a hacer algo contra vosotros pero yo me resistía. Era doloroso, me zumbaba la cabeza. Como no conseguía nada se apareció abiertamente entonces frente a todos y... –estalló en llanto y se cubrió la cara avergonzada-. Yo estaba preparada para lanzarle algo pero... Te señaló a ti con un macabro dedo y me gritaba “¡Tendrás que escoger! Tu amor verdadero o mi destrucción”. Intuyo que la duda estaba entre Ganímides y tu. Sospecho que si destruía a Ganímides nosotros no podríamos acabar con él. ¡Me obligó a escoger! ¡Maldito sea! ¡Es más rápido que yo! ¿Y si para colmo no me hubiese resistido?
- Escúchame, Gladia, cálmate y sé sensata –Sturm soltó una mano de las riendas para apoyarla en un hombro-. Si Ganímides tiene la clave para destruirle, o la conseguirá en el futuro, es obvio que debemos cuidar de él ¿no? ¿Para qué le hemos seguido todos entonces? Y a mí no se me fulmina tan fácilmente, cielo. Y menos ahora que sé que desea hacerlo. Si ese montón de estiércol de verdad quiere acabar con nosotros no es inteligente mandar un aviso ¿no? Los Dioses no iban a darnos estas visiones para nada. Son duras de soportar pero útiles. Buscaremos remedios contra todo eso como sea, es un juramento. ¿Lo has oído? Que se me lleve el peor esbirro del Caos si no cumplo...
- ¡No digas eso! –estaba casi histérica. Sturm entonces volvió su mirada a ella y le susurró.
- Mírame, Gladia, te lo ruego –sus palabras fluían dulcemente y en torno a él parecía que hasta la brisa se parase- Ya no hay temor.
Gladia se secó el rostro con el pañuelo y le miró. Inmediatamente le sonrió, respiró hondo y mientras murmuraba una plegaria reposó la cabeza en su hombro. En pocos segundos, debido al agotamiento, se durmió. “No dudes, amor mío. Su destrucción”, susurró el caballero.
Ambos carromatos estaban ya muy adentrados en el Paso de Alas Oscuras. El primer tramo se hizo apenas con dificultad. Tenían aún jornada y media por delante para atravesarlo y la segunda parte era más escabrosa, con un camino menos cuidado. Se pararon para establecer el campamento bastante antes del ocaso para preparar defensas. Las guardias las harían como la noche anterior. Decidieron poner los carromatos uno junto a otro con sitio suficiente para desplazarse todos ellos y las monturas en el espacio intermedio. Casiin ingenió la manera de poner una red por encima de los carromatos con alguna que otra trampa de fogonazos cegadores. “Si de verdad hay bichos que atacan desde el cielo, me voy a reír”, comentaba. Alrededor del campamento, como a una treintena de metros, plagó el bosque de trampas. Gladia se preparó un conjuro de luz y otro que ayudaría a Ganímides a golpear mejor con su arma, dado que él ya no tenía tanta fuerza como Sturm. Ambos hombres pusieron en los flacos que no estaban cubiertos por los carromatos una especie de muro de troncos y maleza espinosa. Y tras rezar cada uno a su manera, se dispusieron a pasar la noche.
Sturm besó en la frente a la muchacha antes de retirarse. “No dudes, amor mío. Su destrucción...”
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por Artros el Lun Sep 19, 2005 11:35 pm

... Sturm oyo un ruido en el aire... de repente la red callo, malditos inventos gnomos- penso. Los otros se levantaron y rompieron la red con relativa facilidad, Gladia se apresuro a lanxar sus conjuros... arpias!!! Sturm se preparo para que bajaran y se situo frente a Gladia, Ganímides se acerco a Casiin que resultaba divertido enarbolando su espada-arado. Las arpias bajaron dispuestas a atacar Sturm hizo un corte a la primera en el vientre, haciendola caer, Ganímides le clavo su espada a otra en la yugular.. su espada se movia con rapidez, Ganimides intento golpear a una arpia sin embargo el arma se le escapo golpeando a otra en la cabeza y haciendola caer... la batalla siguio durante unos instantes, la superioridad numerica era abrumadora Sturm aguantaba los embates de las arpias gracias a su armadura, a ganímides solo su experiencia le permitia seguir vivo, tenia varios cortes en los brazos y uno profundo en el abdomen; Gladia se defendia como podia con el baston, hacia tiempo que habia arrojado la daga, mantenia a raya a las arpias; mientras tanto Casiin corria de un lado a otro mientras gritaba, evitando los ataques de las arpias... en ese momento una de las arpias sujeto el baston de Gladia y entre otras dos se la llevaron, Sturm corrio, pero no llego a tiempo, el ataque ceso...
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por Artros el Mar Sep 20, 2005 12:53 am

parriba
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por ELDORODWEN el Mar Sep 20, 2005 1:05 am

Casiin echó mano de su lanzallamas viendo que no podía con la afilada hoja que se había agenciado y corría detrás de Sturm con la esperanza de hacer caer al menos a un par de las criaturas en pleno vuelo.
- ¡Casiin, no! –gritaba exhausto Ganímides-. Es un disparo muy arriesgado, podrías alcanzar a las que llevan a Gladia... –jadeaba. Se sujetó el vientre con un gruñido y se desplomó. Casiin se giró al oír la caída y chilló abrumado.
- ¡Nooo, aguanta! ¡Stuuurm! ¡Ganímides está herido!
El paladín frenó la carrera al oír que su Señor estaba mal. Se le vinieron a la cabeza entonces las mismas palabras que le infundó a Gladia: “No dudes... Su destrucción”. Encolerizado, gritando lleno de rabia por tener que ser él entonces quien decidía, tuvo de correr sobre sus pasos para atender a su amigo sabiendo que si él tenía la clave debía sobrevivir.
Ganímides estaba a punto de caer inconsciente cuando Sturm le quitó con mucho esfuerzo la mano que sujetaba como una garra la herida. Puso su izquierda en la herida apretándola y se llevó la derecha al corazón mientras suplicaba por su amigo.
- Dioses. Esto no puede acabar así. Debí ser yo. Debo ser yo...
Casiin abrió los ojos como platos cuando vio una aureola dorada en la mano izquierda de Sturm. El paladín derramaba más lágrimas de las que se podrían enjugar con un manto real. Ganímides gimió como si le hubiesen despertado de una resaca y parpadeó para enfocar la imagen de su salvador. Casiin empezó a dar chillidos y a brincar alrededor del fuego.
- ¡Yiiiiiiiiiijaaaaaa! ¡Op, op, op! ¡Yiiiiiiiiiijaaaaaa!
- Cielos Constelados –murmuraba Ganímides-. ¿Pero qué ha pasado, hijo? –el paladín salió de una especie de trance y al ver a Ganímides curado le abrazó.
- No... no sé qué ha pasado. Pero ha sido maravilloso. Al menos te he recuperado a ti, amigo mío –sollozaba en el hombro de Ganímides y éste le devolvió el abrazo.
- ¿Que qué ha pasado? –se acercó Casiin-. Que tenemos frente a nosotros a todo un Paladín. Esta noche los Dioses le han otorgado el Don de la Curación. ¡Ja! Van a saber ahora esas gallinas retorcidas lo que vale...
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por ASHURAM el Mar Sep 20, 2005 1:10 am

Ganímides le tomó las manos a Sturm y éste agachó la cabeza abatido de nuevo por la pérdida de Gladia. Casiin se sintió culpable de haber metido la pata otra vez.
- Os prometo esperarme con los ingenios, de verdad. A sido por mi culpa, ¿no? A Gladia se la han llevado porque os estorbó la red en algún momento... –Ganímides se incorporó, se puso de rodillas frente a Casiin y le tomó de los hombros.
- No es culpa tuya. Aquí todos hemos tratado de dar lo mejor de nosotros. Mírame a mí. Me he engañado a mí mismo pensando que aún tengo la vitalidad que cuando abandoné el cargo. Todos podríamos ahora culparnos de algo. Yo me culpo, por ejemplo, de no haber manejado bien la espada; de haber hecho golpes certeros me hubiese abierto camino hasta ella para ayudarla.
Sturm se puso en pié y se acercó para frotar la cabeza del gnomo. Ganímides se incorporó y le sonrió. Casiin levantó la cabeza a ambos, sorbió la nariz, devolvió la sonrisa y mientras se ajustaba el lanzallamas al cinto estalló:
- ¿Y se puede saber entonces qué estamos haciendo aquí parados? –su voz pitaba como una tetera hirviendo-. El Lanzallamasverdecorrosivochúpateesamamón me quema en el cinto. ¿No hay que rescatar a alguien y asar unos cuantos pollos? ¡Pues vamos ya!
Muy decidido se dispuso a recoger los restos de la red. Los dos hombres se carcajearon estruendosamente mientras iban a recoger las cosas. “Ese carácter gnomo... Bendito sea, pensó Sturm”.
- ¿Y hacia dónde? –preguntó Ganímides.
- Hacia ese pico. Sospecho que allí tendrán sus guaridas –señaló Sturm-. El resto de las montañas de este paso no ofrecen la misma protección. Si no recuerdo mal, los “cuentos” de las viejas lo llaman Aguilucho. Si todo sale bien, podremos aprovechar su vertiente Sur para salir de este maldito paso.
El aire silbaba en los oídos de la muchacha y le quemaba con frío la piel. Colgaba de las garras de dos arpías que la llevaban velozmente hacia una terrible montaña. Con la luz de la luna tenía sus desfiladeros y gargantas un aspecto de enormes brechas abiertas a cuchillo en la panza de una res. A lo lejos le llegó con el eco del Paso un coro de carcajadas.

(ARTROS: COPIA LA DIRECCIÓN QUE APARECE EN LA BARRA DE DIRECCIONES DE TU VENTANA DE INTERNET Y GUÁRDALA. ESO TE LLEVARÁ DIRECTAMENTE A ESTE POST. EVITAREMOS LA PLAGA DE NUEVO.)
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por Artros el Mar Sep 20, 2005 8:52 pm

Avanzaron a traves de riscos afilados y enormes barrancos, el gnomo les contaba historias de inventos que funcionaban y hombres sensatos que hacian lo correcto... eso amenizo el viaje. Finalmente llegaron a una cueva, Ganimides arrugo la nariz:
-Arpias- dijo- las puedo oler desde aqui.
Sturm saco la espada y Casiin preparo el lanzallamas.
-Alla voy- grito emocionado.
Ganimides y Sturm no pudieron detenerle, entro en la cueva y apreto un boton... un chorro verde salio del invento... funcionaba!!!! Sturm y Ganímides se miraron sorprendidos.. Las arpias que no caieron ante el chorro corrosivo huyeron volando ante aquella pequeña criatura con gafas que echaba aliento de dragon... solo alguien quedo dentro, un hombre delgado con ropajes oscuros, cuando Ganímides lo reconocio casi escupio su nombre.
-Galieon!!! sucio sirviente de Drogbar!!! juro por mis antepasados que te matare!!!!
-Espera!!! -le detuvo Sturm- quizas sepa algo de Gladia...
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por ELDORODWEN el Mar Sep 20, 2005 11:15 pm

Galieon salió desde el fondo de la gruta con un bastón en su mano izquierda y una pequeña daga en la derecha. Al parecer estaba protegido contra el ácido corrosivo de algún modo pues su túnica negra estaba intacta y no aparentaba estar herido.

Ganímides pudo distinguirlo porque era un albino, ya mayor, y de rasgos macabros, huellas probablemente de extraños experimentos. Era un mago de muy mala reputación. Se contaba que en más de una ocasión había aparecido, qué casualidad, cerca de casas donde habían fallecido “por enfermedad” destacados contrincantes políticos de Drogbar. Nunca se le pudo acusar formalmente y nadie se atrevía a tocarle. No porque fuese especialmente poderoso, sino por las represalias que Drogbar pudiese tomar porque era un secreto a voces que no era ése su único esbirro. Aunque nadie vio nunca a nadie más cerca del corrupto político, su rastro de maldad era propio no sólo de un mago.

- Ya sabíamos que las bestias no atacaban de forma natural –retumbaba la voz de Ganímides-. Tú las comandaste para hacernos complicado el camino. Allá donde fuésemos siempre había algo a lo que pudieses hechizar para que nos molestase. ¡Pues estoy molesto y eso no es bueno para ti! ¿Dónde está Gladia? –le costaba contenerse, estaba a punto de abalanzarse sobre el mago.

- Dile a tu Señor que se calme, Sturm –respondió con voz empalagosa Galieon-. Estaría feo que un paladín tuviese que hablarle a un muerto...

- Tengo las mismas ganas de sujetarle como él de acariciarte con la espada. ¡Habla!

- Gladia está más arriba, en otra gruta con varias arpías. No creerás prudente dejar todos los huevos en la misma cesta, ¿verdad? Pero para lograr sacarla de allí lo vais a tener complicado –sonrió maliciosamente y por un instante sus pupilas se desviaron a un lugar detrás de ellos-. Veréis... es cierto que las arpías están a mis órdenes y, obviamente, si algo me ocurre se volverán contra ella. Siguen siendo bestias ¿no? Querrán comer...

A Casiin no se le pasó por alto la mirada rápida del mago. Ahora sus sospechas acerca de un posible enemigo en retaguardia se confirmaban. Una sombra que antes no estaba delante de él apareció y se desvaneció en un parpadeo. “Es por culpa de la luz de la Luna que entra en la caverna. Quienquiera que sea no ha sido tan cuidadoso...” Aprovechando que tenía los brazos caídos, sutilmente preparó el pulgar sobre el botón del lanzallamas y desvió la boca del cañón hacia atrás mientras no quitaba el ojo de encima al mago para no delatarse él mismo.

La desesperación estuvo a punto de hacer mella en Ganímides. Ambos caballeros estaban pendientes de reojo uno del otro para coordinar sus movimientos, esta vez no podían fallar lo más mínimo. El mago carcajeó y, como si fuese una señal, se desató la refriega.

Casiin apretó el botón y el retroceso hizo que Casiin estuviese a punto de caer de boca. Puso por delante el pié derecho para apoyarse y giró sobre sus talones con la cabeza agachada mientras extendía el brazo del arma hacia la entrada para atacar de nuevo. Tras girar vio algo aterrador: alguien con toda la pinta de un asesino a sueldo trataba de levantar una ballesta y miraba fijamente a Ganímides mientras las lenguas de ácido le iban comiendo el peto acolchado, el rostro, brazos y manos. Gritaba desbordado por el dolor pero no parecía que fuese a abandonar su propósito. Casiin advirtió a Ganímides y apuntó con la esperanza de disparar antes que él.

Ganímides y Sturm, mientras tanto, se abalanzaron por el costado izquierdo y derecho respectivamente para flanquear al mago. El comerciante se disponía a darle una estocada hacia arriba con intención de alcanzar el pecho. El paladín describió un arco desde arriba con el mandoble para decapitarle.

- ¡Vete de aquí, Casiin! Sube a por Gladia. Debes frenar a sus guardianes –gritó Ganímides. En ese instante una saeta le cruzó por delante con tal suerte que se clavó en el bastón del mago y lo movió.
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por ASHURAM el Mar Sep 20, 2005 11:21 pm

El asesino, incapacitado por el dolor, había herrado el tiro. Pero la fortuna es caprichosa y quiso que el bastón al desviarse con el golpe frenase la estocada de Ganímides. Casiin se contuvo de disparar y aprovechó que el asesino tenía el arma descargada para rodearle y salir. Tampoco tuvo tanta suerte porque éste soltó la ballesta y con un rapidísimo movimiento de muñeca lanzó un dardo oculto en la manga hacia el gnomo. El dardo se clavó en el hombro izquierdo pero no le contuvo. El asesino cayó y murió después.
Ganímides no frenó su golpe sin embargo. No alcanzó a herir a Galieon pero hizo que de la embestida perdiese el equilibrio. La espada hizo saltar una chispa del bastón, al que no melló. Sturm maniobró el mandoble en pleno “vuelo” para corregir la trayectoria de la hoja y poner el filo sobre el cuello del mago. Sorprendentemente no pudo tocarle, algún tipo de escudo le envolvía. Lo peor vino después.
El mago pronunció una palabra y del bastón salió una luz. La luz se convirtió en un rayo dirigido contra Ganímides. Sorprendentemente tampoco le tocó. En cambio la espada de Ganímides pareció cobrar vida. El rayo hizo brillar la empuñadura y por un instante el hombre notó que le hormigueaba el brazo. Sturm quiso aprovechar el asombro Galieon para tratar de golpearle de nuevo y tampoco lo consiguió esta vez. En cambio Ganímides no se despistó e hizo un giro con la espada como un labriego con la guadaña. Esta vez abrió una herida en el costado del mago el cual soltó las armas y se sujetó el costado mientras caía.
Inmediatamente ambos caballeros se lanzaron a la carrera hacia la salida sorteando como podían los cadáveres chamuscados. Trataron de seguirle la pista a Casiin. El gnomo había subido por una repisa en la ladera y se encontraba a una veintena de metros tirado en la roca. Gemía y trataba de avanzar a rastras. Al alcanzarle los hombres Sturm le volvió boca arriba y le examinó. Estaba envenenado. Ganímides le preguntó por el lanzallamas y el hombrecito se lo entregó. Inmediatamente Ganímides siguió subiendo. Casiin señaló el dardo que había junto a él en el suelo y miró a Sturm. El paladín repitió el proceso que hizo a Ganímides para curarle y curó al gnomo. Los dos siguieron a Ganímides y llegaron poco después a la entrada de otra cueva. Pero ésta tenía verja. Casiin pasó entre las piernas de los hombres y se puso a manipular la cerradura con unos artilugios que sacó del bolsillo. La cerradura cedió.
- Y ahora, si me permites, quiero cocinar YO el segundo plato –dijo sonriente extendiendo la mano hacia Ganímides-. Creo que os bastáis con las armas que lleváis.
Ganímides le devolvió el Lanzallamasverdecorrosivochúpateesamamón y se adentraron los tres. A pocos pasos había un recodo y tras él se oían graznidos y aleteos. Además, había sonidos de jadeos y de algo que golpeaba contra algo blando. Tras doblar el recodo preparados para el ataque vieron a Gladia en un nido bajo la luz de un pequeño farol colgado muy alto tratando de repeler a tres pollos de arpía que trataban de cenársela. Usaba un enorme fémur, probablemente de un caballo, a modo de bastón. No les costó entre los cuatro hacerse cargo de las criaturas. Luego descendieron todos hacia la guarida de Galieon para tratar de averiguar algo.
- Te advierto que no es agradable, cielo –le dijo Sturm a Gladia-. El artefacto del gnomo ha hecho estragos.
- ¡No más de los que hubiese causado yo de haber conjurado ciertas cosas! –reía la muchacha.
Examinando el cadáver de Galieon descubrieron porqué las cosas no fueron mejor. Gladia identificó un amuleto que detenía a las armas corrientes, no-mágicas. El bastón era para clamar relámpagos. Si el mago no sufrió daños por el ácido fue seguramente por un conjuro de protección que se deshizo después. Todos estuvieron de acuerdo en que Gladia llevara ambos objetos para su protección. El gnomo halló un saco tras una roca al fondo del que extrajo un pergamino. Al desenrollarlo leyeron todos:
“Estimado Galieon:
No deseo tener que vérmelas con mi antiguo rival político antes de reunir el ejército que derrocará a las tropas del Duque y apoderarme de la Región. Debes detener como sea a Ganímides. Cuídate bien de subestimarle. Cuando termines tráeme su espada y a la muchacha. Son lo único que me falta para poder acabar con el Duque.
Drogbar”
Todos se giraron hacia Ganímides y éste miró incrédulo el legado familiar. Ahora comprendieron todos porqué solo él pudo herir a Galieon. Luego Ganímides miró a Gladia y derramó lágrimas de culpabilidad. Le confesó el sueño que había tenido y sus recelos hacia ella por considerarla traidora. Ella le reveló después la posible intención de Drogbar según aparecía en su visión. Decidieron pasar la noche en la gruta tras deshacerse de los cadáveres y bajar a la mañana siguiente a por los carromatos y sus monturas.
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por Artros el Mié Sep 21, 2005 12:16 am

A la mañana siguiente el grupo se levanto feliz, ahora todo empezaba a encajar, las cosas estaban en su sitio, pero necesitarian algo mas que simples ideas de donde podia estar drogbar y de como podrian acabar con el.
-Pero, ¿De donde puede sacarr Drogbar todo un ejercito?- pregunto Gladia extrañada-No se puede sacar un ejercito de la nada.
-Si que se puede- contesto Ganímides con una media sonrisa- mercenarios, Drogbar funciona asi, paga gente para no hacer el trabajo sucio. Pero esto no es todo cerca de las montañas Brumosas al otro lado hay una ciudad sin ley Lakenor, esta llena de piratas y mercenarios sin escrupulos, es el lugar perfecto. Debemos ir ahi.
- Pero... ¿pasaremos delante de Drogbar... y no nos enfrentaremos a el?- Sturm estaba sorprendido.
-Veras, Sturm, para vencer al enemigo es importante saber a que te enfrentas- La experiencia de Ganímides brillaba en sus palabras- veremos como funciona, como contrata los mercenarios... nos acercaremos a el y no se dara cuenta, no se lo esperara...
-¡¡¡Genial!!!- Casiin estaba entusiasmado- una ciudad humana sin ley, quizas pueda inventar un dispensador de ley para legalizarla.... ¿Que pensais?
No pudieron sino reir ante la descabellada iidea. Pasarian frente a la guarida del enemigo para unirse a el -penso Ganimides- despues del todo la idea del gnomo no es tan descabellada.
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por Friki de mierda el Mié Sep 21, 2005 6:08 am

FRIKI MUERTO AF CONTENTO!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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VAYA MIERDA POST, KE OS JODAN A TODOS PUTOS FRIKIS, NO KEREIS UNA OPCION PACIFICA, OS DAREMOS GUERRA HASTA LA MUERTE. JOPUTAS, MARICONAZOS DE MIERDA, PLAGA, JAURIA DE CUCARACHAS HAMBRIENTAS
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por Jorge57 el Mié Sep 21, 2005 7:38 pm

joder, ay ke tener aguante pa escribir este post

y pa leerlo mas
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Jorge57

 
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por lord_alvar el Mié Sep 21, 2005 7:53 pm

jorge, te dire la verdad, este post es MUY pequeño comparado con otros.......
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por ELDORODWEN el Mié Sep 21, 2005 8:40 pm

Se alejaron del Aguilucho hacia el Sur. En teoría les quedaba una jornada de viaje como mucho pero se retrasaron a la salida a causa de una tormenta otoñal muy fuerte. Se resguardaron en una osera en la prolongación de las montañas. Hacía tiempo que estaba abandonada, seguramente por la competencia que presentaban las arpías ya desaparecidas.
Gladia examinaba curiosa el bastón. Era de madera noble muy oscura y resistente, lacado. No destacaba de lejos demasiado salvo por la empuñadura: una fragmento bruto de topacio azulado del tamaño de un huevo de paloma. La piedra estaba engastada en el bastón por una maraña de retorcidas varillas de adamantino como una jaula a modo de rayos que recorriesen su superficie. El amuleto era una simple pieza de oro con unas runas grabadas que colgaba de una cadena. Secándose frente al fuego los cuatro planeaban sus próximos movimientos.
- Es cierto que viajando tan sólo con los caballos iremos más rápido. No podemos permitirnos el lujo de perder más tiempo de la cuenta. Pero si no llevamos los carromatos vamos a parecer justo lo que no queremos: vengadores. La gente es muy susceptible ante la presencia de caras nuevas –Ganímides hablaba preocupado.
Hasta ese momento no se percataron de una cuestión muy importante: aunque Drogbar no hablaba de plazos en el mensaje existía la posibilidad de que le preocupara la falta de noticias de Galieon. De no llegar pronto a Lakenor y acabar con el traidor pondrían en alerta a otros secuaces dificultándoles los planes. Casiin abrió la boca como un dragón, de un brinco se puso en pié y apuntando seriamente al cielo con un autoritario dedo índice exclamó:
- ¿Y si no nos llevamos los carromatos pero los convertimos en una pequeña caravana? –sus ojos echaban chispas de felicidad-. Desenganchamos las mulas y ponemos sobre ellas lo que podamos necesitar, las ponemos en fila unidas como una traílla y listo. ¡Pensadlo! Si llevamos los carromatos también podemos hacer creer que somos tontos de remate por llegar justo con lo que Galieon nos encontró.
Los tres le miraron atónitos. Algo tan pequeño rebosando de ideas era maravilloso.
- ¡Y aún más! –dijo en tono espectáculo-. Vendemos una de las mulas y parte de la carga en la aldea más próxima a Lakenor. Con eso tampoco llegamos con el número exacto. Nos hacemos pasar por mercenarios supervivientes de una compañía minera que iba a hacer prospecciones al Paso de Alas Oscuras y listo.
- ¡Eres formidable! –le abrazó Ganímides-. Ojalá hubieses estado de Consejero en mi ciudad. Muchos buenos hombres habrían sacado provecho de ello... Pero ¿qué hay de Galieon? Drogbar seguirá preguntándose qué demonios habrá ocurrido.
- ¡Bah! Pierde cuidado –sacudió ambas manos Casiin-. En cuanto lleguemos a la próxima aldea y a Lakenor soltamos en las tabernas un bulo. Contamos que se nos echaron las arpías encima, que la gente se defendió como pudo y que un minero zapador loco de miedo hizo saltar por los aires a un tiparraco que iba con ellas preguntando por no se quien. Lo malo es... –se rascó la barbilla pensativo-. Gladia no podrá ir por ahí así como así. Tendrá que disfrazarse. Sobre todo, esconder el amuleto bajo la ropa y “maquillar” el bastón. Ambas cosas la delatarían. Una hechicera guapa siempre llama la atención –le guiñó.
- Lo cual nos lleva al problema siguiente –suspiró la muchacha-. Por los conocimientos que tengo de magia sé que este bastón no me va a servir de nada a menos que sepa cuál es la palabra que usó Galieon para activarlo. ¿No podéis recordarla vosotros que estabais junto a él?
- Es difícil... –dijo Sturm pensativo-. El lenguaje de la magia suena rarísimo... ¿No sonó algo así como dsetar? ¿yedtar?
- Mmm... –Ganímides frunció el ceño, miró a Gladia fijamente e interrogó-. ¿Dyastor?
- ¡Un momento! –Gladia le devolvió la mirada-. Puede ser... Es el nombre de cierto, ejem, mensajero del Caos. Según cuentan algunos se vale de los rayos que arrojan los Dioses para introducir en ellos palabras aterradoras. Muchos creen que los truenos que se oyen infunden miedo a veces porque Dyastor los contamina...
Por tener Gladia sujeto el bastón en ese momento se le iluminó. Habían dado con la clave. Gladia puso la palma en la empuñadura y éste se apagó. Todos enmudecieron. Fuera, la tormenta amainaba pero los “mensajes” no dejaban de sonar. Casiin suspiró, se quitó el gorro, se rascó la cabeza y dijo:
- ¡Hala! ¡A dormir! Se acabó la sesión de cuentos –los demás se rieron.
Las carcajadas de la gruta desafiaban con su eco a los truenos. Se prepararon para dormir.

(Artros, Ashuram: ni puñetero caso. Nosotros a lo nuestro.)
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por ASHURAM el Mié Sep 21, 2005 10:15 pm

Sturm se despertó como si estuviese en casa, como si no hubiese problemas en el mundo... ¿Para qué preocuparse? Todo puede resolverse, menos la muerte. Y ni siquiera eso le asustaba. Mientras salía de la osera dirigió una mirada a Ganímides. Dormía tranquilo. No había señales de que hubiese sufrido pesadillas. “Mejor aún, pensó”. Con una flamante sonrisa fue hacia lo que quedaba de los carromatos. Gladia y Casiin habían empezado temprano a desmontarlos para aprovechar las lonas, varillas y otras cosas. Serían útiles a la hora de hacer una tienda donde refugiarse por el camino.
- ¡Buenos días, Señor Ingeniero de Minas! ¡Jajaja! –bromeó el paladín con el gnomo-. ¿Y Gladia?
- ¿Gladia? –se hizo el tonto Casiin-. Esto... Ya no existe. –no pudo contenerse y estalló en risas-. Jejeje. ¡Jajaja!
En ese momento alguien salió de detrás de un carromato con la cabeza agachada mientras se ajustaba un cinturón. A Sturm casi le da un infarto.
- ¿Y quién demonios eres tú? ¿Qué está pasando a...? ¿¡Gladia!? –el paladín estaba confundido. Casiin estaba retorciéndose a carcajadas en el suelo y Ganímides salió enarbolando la espada.
- ¿Qué pasa? –la muchacha dio una vuelta sobre sí misma-. Tenía que disfrazarme ¿no?
Ganímides dejó caer la espada, puso los brazos en jarras y se echó a reír también. Sturm miraba confuso a todos. La muchacha se había cortado el pelo al modo de los escuderos y el gnomo lo había teñido de un color más cobrizo. Llevaba pantalones y camisa pardo-oscuro y había conservado su capa de viaje. Sturm frunció el ceño y se dirigió a Gladia.
- Pero... ¡si podría confundirte con tu primo! ¿Qué te has hecho?
- Casiin me ha ayudado. Me ha cortado el pelo y lo ha teñido con unas hierbas que le he dado. Te he cogido esta ropa que habías dejado en el fondo del petate porque te queda un poco estrecha. Tengo que retocarla, lo haré por el camino y...
- Pues te queda bien, muchacho. Y... ¿cómo te llamo ahora, chaval? –ironizó Ganímides. Se apoyó en un árbol y carcajeó.
- ¡Vale ya! No es un desfile de moda. ¿Tengo que pasar desapercibida? ¡Pues lo he conseguido! Tú casi no me reconoces hace un rato y tú me dices “chaval” –les señaló-. Si vosotros tuvieseis que disfrazaros de mineros apuesto a que acabaríais pareciendo porqueros.
- ¡Que conste, amiga mía, que yo me troncho de la cara que han puesto estos dos! –sonreía Casiin-. Nuestra obra es perfecta. Enséñales ahora el bastón.
- De acuerdo, estás estupenda –admitió Ganímides-. Veamos ahora el bastón –se acercaron los hombres y Gladia tomó el bastón. Lo había dejado apoyado junto al carromato. Ni siquiera se percataron de ello.
- Lo embadurné con el mismo tinte que el pelo después de haber rascado el lacado, así se pegaría mejor el color. Como la magia reside en la piedra no se ha visto afectado. La piedra con su engaste están recubiertas de arcilla endurecida. Como excusa para el nuevo pomo de barro, le hemos puesto unos adornos al modo de “amuletos para viajeros” –Casiin daba las explicaciones como en una conferencia.
- Y ahora a otra cosa –dijo seria Gladia-. Me llamaréis Alcione. Sé que es nombre de mujer. Pero es peor llamarme como a un chico y que por un accidente se vea que no lo soy. Sería mala señal. Si la gente me confunde da igual. Sólo tengo 20 años. A mi edad a muchos se les confunde, ¿no? Vosotros usaréis ese nombre y punto. Se supone que soy vuestra ayudante.
- Bien. Pues a mí me llamaréis Albekthor –dijo Ganímides.
- Esto parece ridículo, pero, en fin... Adoptaré el nombre de... Félix –sentenció Sturm.
- Pues yo si que no me decido. A ver... ¡Destornilladorpuntaestrellada! Déster para los amigos, claro –explicó Casiin.
Una vez más se rieron de las ocurrencias del gnomo. Satisfechos con los resultados, pusieron a lomo de las mulas todo lo que necesitaban y escondieron los restos de los carromatos dentro de la osera. Luego pusieron arbustos delante. Tomaron un desayuno y partieron. Al dejar atrás el Paso se adentraron en la Llanura Perlada, nombrada así por el efecto del rocío en unas flores muy conocidas de pétalos nacarados. En un cruce tomaron rumbo Sur-Oeste hacia el Paso Espumoso, que daba a Lakenor al otro lado. Esperaban descansar y aprovisionarse en una aldea que estaba a un día del cruce. De la aldea al Paso había apenas dos días de viaje. Con nuevos nombres y nuevas esperanzas avanzaron.
Qué frágiles son las ilusiones... Una aldea puede no ser tan tranquila. Cuando llegaron una mujer les salió al paso llorosa.
- ¡Ayudadnos caballeros!
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ASHURAM

 
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por Artros el Mié Sep 21, 2005 11:56 pm

Ganímides iba a decirle que les resultaba imposible cuando Sturm intervino sin dudarlo:
-Tranqulicese señora, cuentenos que es lo que le ocurre... le ayudaremos...
´Malditos votos de los paladines`penso Ganímides.
-Por favor caballero mis hijos, se los han llevado, esos malditos mercenarios... solo son niños... ¿para que los quieren? ¿para que?...
-Tranquilicese, diganos su nombre, el de sus hijos y si sabe algo de los mercenarios- dijo finalmente Ganímides con resignación.
-Me llamo Drala... y mis hijos Drackbar y Astinus... los mercenarios llevaban ropajes rojos y azules, con el simbolo de una cobra...
Sturm y Ganímides se miraron -¡¡Drogbar!!- dijeron los dos a la vez.
- Muy bien Drala, necesitaremos provisiones, despues iremos a buscar a sus hijos- intervino Gladia ante el silencio de los dos hombres.
- ¡¡¡¡Siiiiiiii!!!!- chillo Casiin esntusiasmado y cara de peligro- destrozaremos a esos malditos secuestradores.


En dos horas se encontraban buscando a los dos niños y a los mercenarios, la mujer les habia procurado los suministros y les habia dao las gracias.
- La mujer tenia razon- reflexiono Ganímides en voz alta- ¿Para que querra Drogbar a los niños?
Ninguno respondio.
-¡¡¡Demonios!!!- grito repentinamente Casiin
- ¿Que? ¿Que ocurre?- pregunto Sturm sorprendido.
- Demonios, querra invocar a algun demonio, la gente mala lo hace, lo lei en libros humanos, se necesitan seres inocentes... como niños.
- ¡Cierto! - dijo Sturm- como no me habre dado cuenta antes, hay que detenerlos como sea.
- Entonces habra que darse prisa -dijo Ganímides.
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por lord_alvar el Jue Sep 22, 2005 1:59 pm

mmm, ¿no habia alguien que queria continuar esto?
PUES ALE PARA ARRIBA!!!
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por lord_alvar el Vie Sep 23, 2005 12:56 am

segunda vez seguida que recupero este post.
¿me debeis algo, no? :P
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por Proserpina el Vie Sep 23, 2005 1:28 am

(HABER COMO ME SALE EL ESTRENO. GRACIAS A TODOS.)

Llevaban cuatro horas desde que salieron del pueblo buscando en espiral huellas desde la casa de la mujer. Dieron con un rastro de cuatro caballos, bien cuidados al parecer por las huellas de buenas herraduras que dejaban. Dos de los rastros eran más profundos. “Peso extra, pensó Ganímides”. Según les dijo la madre eran casi unos chavales, de diez y once años, fornidos como su padre. Las huellas se hicieron más evidentes cuando pasaron por un arrollo. Allí perdieron la pista.

- Se va a poner el Sol en un par de horas. Si van a hacer lo que tememos, no podemos demorarnos más. la noche será su aliada –gruñía Sturm-. No me gusta que me den esquinazo mis enemigos.

- Pues no van a esconderse de ti más tiempo –Ganímides señaló a lo lejos-. Que me parta un rayo si no están allí. Pronto impartirás Justicia.

Se encaminaban hacia una alameda a galope cuando empezaba a declinar el Sol. Sospechaban, era un lugar idóneo lejos de molestas miradas para que los mercenarios llevaran a cabo sus propósitos. En aquellos tiempos, nadie en su sano juicio se internaba en lugares donde se convierten en presas por la noche. A un centenar de metros del bosque decidieron dejar los caballos y encaminarse a la carrera. Unos caballos pesados eran estruendosos y temían que hubiesen apostado guardas en las primeras hileras de árboles. Que hubiesen seguido a cuatro caballos no significaba que hubiese más gente esperando. Seguían el mismo arroyo que descubrieron hace rato porque habían vuelto a encontrar pistas. Seguramente el arroyo era producto de un manantial del bosque. Ya había oscurecido. Tuvieron suerte y no tropezaron con nadie tras internarse durante quince minutos. Aún así hablaban en susurros y se movían con cautela.

- Seguramente no se esperan que llegue gente competente a molestarles -sugirió el gnomo. Él era el que mejor se las apañaba en la oscuridad e iba delante del resto para guiarles.

- ¿Qué tenemos de menú, “Alcione”? –preguntó irónicamente Sturm a Gladia-. ¿Primero me encantas el mandoble y luego un fogonazo cegador?

- Por supuesto, “mi señor Félix” –respondió en el mismo tono la hechicera-. Pero recuerda que si fallas el primer golpe para el segundo no habrá magia. El Impacto Verdadero sólo funciona a la primera. Inmovilizaré a alguien tras el fogonazo aprovechando la sorpresa...

- No creo adecuado que hagas eso. Si algo saliese mal, el efecto de un conjuro como ese delataría la presencia de alguien como tú –dijo Ganímides.

- Menuda tontería dices. Cualquier cosa que hagamos puede delatarnos. No hay nadie como nosotros en los alrededores y menos aún gente que vaya a ocuparse de algo como esto. Así que menos motivos para fallar –replicó Gladia-. Lástima, eso sí, que no pueda usar el bastón. Y no es porque esté “disfrazado”, es que no me arriesgo a gastarlo aún. No sé exactamente cuántas cargas le quedan...
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por Maestro Denethor el Vie Sep 23, 2005 1:37 am

madre mia!!!!! en las historias para seguir de antes se escribia pero que bastante menos
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por Artros el Vie Sep 23, 2005 1:47 am

Jajajaja!!! esta no es como las de antes es una autentica historia, muy bueno prosperina, ahora abra que esperar a estas dos
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