Weno... si nadie sigue...
Capitulo 13
Lord Arkalic pensaba como destruir al legítimo. A su lado Genova anotaba los impuestos, diezmos y otras formas de robar dinero a los villanos. Mapache estaba sentado acicalándose la cola.
-Debo encontrar la forma de acabar con ese fenómeno. Archias, ¡ilumíname!- decía en su monologo Lord Arkalic. A pesar de estar acompañado, se hablaba a si mismo.
Unos gritos se oyeron, venían del pasillo. Lord Arkalic y Genova desenfundaron sus espadas listos para defenderse. Mapache se escabullo por las cortinas y salió del edificio.
-¿Qué mierda fue eso, Genova?-
-My Lord, sonó como la cocinera y dos guardias-
-Vamos allá-
Lord Arkalic y Genova salieron de la habitación. En el pasillo los cuerpos inertes de los guardias parecían indicar el mal. Siguieron caminando, siguiendo el rastro de sangre y se encontraron con la cocinera arañada en todas partes. Sus ojos desorbitados les hicieron cambiar el rostro de confusión por terror.
Una criatura salto sobre Genova, al instante la bestia le mordió el cuello y murió en un grito ahogado.
-¿Dónde esta mi madre?- preguntó sereno el legítimo.
-Yo no se… Aquí no esta- contestó Lord Arkalic.
El legítimo le estranguló el cuello en cuanto escuchó la respuesta. Luego salió del castillo matando todo a su paso, iba en dirección al castillo Duredspar. Solo la noche sabría su camino.
La mujer, el Fénix y el tabernero dormían placidamente. Desde que habían llegado tranquilidad habitaba en sus corazones. Mas en la mente de la hija de los infiernos siempre acechaba la idea de que tenía dos hijos, y uno de ellos era asesino. No quería pensar en su encuentro sin ella por medición, la muerte de uno podría ser determinada.
El sol se escabulló por las cortinas y rozó los ojos de la mujer. La brisa se abría paso entre las tablas de la taberna. El frío y la luz le hicieron despertar. Salió de la cama y bajo las escaleras, la taberna en las mañanas no funcionaba. Mafioso limpiaba la barra, Eidahan seguía durmiendo.
-Esta noche abrimos, ¿te quedarás?-
-Mafi, mis hijos podrían matarse mientras yo este aquí-
-Lo dudo, Heraldo no es tan tonto como para pelear porque si-
-¿Y si matan a sus amigos? Mi hijo menor es… un poco agresivo-
-No pasará nada, Archias nos avisaría antes-
-¿Cómo estás tan seguro?-
-Heraldo fue a visitarlo, ya le debe tener buena-
-Confiado. Me quedare, pero solo hoy. Mañana iré al castillo del rey-
Mafioso sonrió, obtuvo lo que quería. Antes era normal entre ellos reñirse y jugar, eran amigos de la infancia. Extrañaban su pasado, pero sabían que solo arreglando las cosas que sucedían ahora podrían tener un mañana parecido.
-De las muchas cosas que podías pedirle a Archias, ¿tenías que pedirle llegar al castillo de rey?- preguntó enfadada Elfa.
-Por supuesto, lo mejor era llegar cuanto antes aquí, ¿Dónde encontraría a mi madre si no es con mi hermano?- respondió Heraldo, como si fuera lo más obvio del mundo.
-¿Sabes? Nuestras vidas peligran aquí- dijo Gusster en tono burlón.
-No sean cobardes, Archias no nos hubiera mandado aquí si corriéramos peligro. Además, un hombre no puede contra tres, menos contra los hijos de un hada- recordó Ostín.
-Hada mis… Ya, vale, pero si me matan te penaré por siempre- aceptó Gusster.
Se encontraban en el salón principal del rey, ya habían revisado todo el castillo y ni rastro del legítimo menor, de la mujer o de alguien influyente.
Continuaron buscando, pero no encontraron a nadie de alto cargo. Decidieron quedarse allí y esperar la aparición del legítimo, seguro no faltaría demasiado para que llegara. Los guardias del castillo les dejaron bien ubicados, se les dio de comer y se les presto armadura y espadas. Estaban como caballeros en aquel lugar.
-Señores, solo debo pedirles un favor. Si el legítimo ataca, ¿podrían ayudarnos?- preguntó un guardia.
-Hombre, estas frente al gemelo del legítimo- contestó Ostín.
-No se le parece demasiado… ¿Es usted realmente hijo del rey?-
-Eso me dijo nuestro Señor, noble hombre- respondió Heraldo.
El guardia corrió fuera de la habitación y gritó a todos que el hijo del rey los libraría del hijo del demonio. La gente gritaba con esperanza, estaban tan atemorizados que apenas hacían sus labores ordinarias.
-Heraldo, eres el héroe de esta gente- comentó mientras sonreía Ostín.
-Espero que mi hermano no sea el demonio que dicen, o seré héroe muerto-
-Al menos sabes que te espera si mueres-
Ambos rieron. La muerte se había convertido en un chiste común para ellos. Incluso a Gusster que parecía temerle le causaba gracia.
El sol iluminaba a todos por igual ese medio día, hasta el legítimo sentía el sol sobre sus hombros.
