por Kovu el Vie Mar 10, 2006 8:48 am
El Cazador de las Sombras
Acababa de cumplir 20 minutos ocultos en esa antigua casa abandonada ya en ruinas, cuando se dejaron de oír los gritos. No quería recordar lo que les acababa de ocurrir a sus compañeros momentos antes, ni mucho menos a quien había provocado esa masacre. Ahora Gregory se encontraba oculto entre las sombras de un cuarto del segundo piso de la casa con un rifle entre sus manos apuntando hacía el bosque.
Su largo cabello color negro, estaba alborotado por la huida del bosque, sus grandes ojos azules no dejaban de llorar por sus amigos, su piel era clara y su cuerpo estaba sucio y sudado. Sus pensamientos estaban desordenados pero sabía que solo había una persona capaz de ayudarlo, pero en ese momento era imposible recurrir a el.
Comenzó a recordar entonces la horrenda escena desde el momento en que se desato el caos. Gregory estaba con sus amigos de campamento, y llegada la noche se reunieron alrededor de la fogata y comenzaron a contar historias de terror. Pero ya entrada la noche, Gregory comenzó a contar una antigua historia llamada Los Ángeles Negros, que hablaba sobre los ángeles caídos enviados por el Diablo para matar a los vivos que serian Arcángeles una vez que hayan muerto. Pero una vez a la mitad de la historia un extraño apareció de la nada y dijo que se había separado de su grupo de caza, que había perdido su rifle y que no sabía donde estaba. Extrañamente este desconocido también conocía la historia, lo cual asusto a todos, pero no le prestaron importancia. Una vez concluida la historia algunos amigos de Gregory se apartaron un poco de la fogata, directo hacia las sombras, y mientras, los que se habían quedado a lado de la fogata platicaban sobre la historia. Pero segundos después un horrendo grito rompió el silencio, y su origen había sido un grupo de cadáveres, todos eran cazadores. Automáticamente nuestro invitado dijo que la historia tenia otro final, y ahí comenzó la masacre. 3 murieron al instante, mientras los demás corríamos fuera del bosque, pero en el camino todos fueron muriendo uno por uno hasta que Gregory se quedo solo. Y ahora, lo único con lo que se podía defender era con un rifle que había tomado de los cuerpos, y que no lo protegería si fallaba el tiro.
Ya habían transcurrido unos minutos, cuando Gregory se dio cuenta de que estaba muy cerca de la ciudad. La carretera estaba a unos 500 metros de distancia, y todo el camino entre la casa y la carretera era un claro, así que no sería sorprendido por el cazador. Ya estaba todo planeado, saldría de la casa, iría a la carretera y una vez ahí el cazador no le haría nada por que la gente lo vería, después se iría a la casa de algún amigo y a la mañana siguiente buscaría a la única persona capaz de ayudarlo.
Pero en su desesperación por planear su escape había olvidado prestar atención a la casa, y cuando menos se dio cuenta noto que la puerta principal se estaba cerrando. Rápidamente salio del cuarto y al oír los pasos en la escalera, apunto el rifle… pero nada salio.
—Debes estar bromean…—pero antes de poder terminar un cuchillo salio de la nada y casi se clava en su rostro. Por fortuna logro evitarlo, después noto que el cazador se acercaba corriendo hacía el. Entro sin pensarlo a la habitación que tenía a su derecha, cerro la puerta con seguro y se alejo de ella. La habitación era grande, tenía algunas pinturas de paisajes colgadas en la pared ya desgastada y con algunas hendiduras y agujeros. Algunos muebles, la mayoría rotos, le daban un toque de antigüedad a la habitación. Noto que había dos puertas, una era por la que había entrado y la otra conducía a una habitación contigua, la cual estaba abierta.
De repente un fuerte golpe en la puerta cerrada rompió el silencio. Gregory apunto con el rifle, pero se lo pensó dos veces antes de disparar. Así que en lugar de eso, corrió a la puerta de la habitación contigua. Cerró la puerta al entrar y espero.
Esta habitación era algo parecida a la anterior, solo la diferenciaba la cama que se encontraba ahí. Otra puerta que daba al pasillo se encontraba a un extremo de la habitación, y una vez que oyó como la otra puerta era abierta, corrió hacia el pasillo.
Al salir al pasillo, noto que el cazador salía de la otra habitación. Su capa negra se agitaba con fuerza. Gregory bajo rápidamente las escaleras y con un movimiento rápido salto de ellas ya en los últimos 5 escalones, justo a tiempo para evitar otro cuchillo que había lanzado el cazador y que se había clavado en el peldaño del cual había saltado Gregory.
Entro rápidamente a la cocina, y se oculto entre las sombras. Ya había sufrido mucho por gente como esa. Entonces, con la puerta de la cocina cerrándose lentamente, Gregory se sumió en sus recuerdos.
Había pasado el verano con sus abuelos, y había sido la mejor semana de su vida. Pero había llegado la hora de irse, así que con la cabeza en alto se despidió de sus abuelos y tomo el brazo de su madre para así retirarse. Después de las 4 horas de viaje, finalmente habían llegado a casa, pero algo extraño había notado su padre, que la puerta de la entrada principal estaba entreabierta. El entro con una vara de metal en la mano, y segundos después un disparo ahogo el silencio. Segundos después un extraño salía de la casa con la cara ensangrentada, peor no era la suya, sino la de su padre. El extraño tomo el auto y huyo, con su madre y el abordo. Condujo hasta haber salido de la ciudad, después bajo a mi madre y sin pensarlo dos veces la mato. Gregory iba oculto en la parte de atrás y el asesino aun no sabía sobre el. Así que en un movimiento arriesgado, salió de su escondite y tomo el volante. El auto perdió el control, y después de algunas vueltas el auto se volcó. El asesino murió al instante, pero Gregory logro sobrevivir. Desde ese día, Gregory vivió con sus abuelos, pero cada día deseaba estar muerto. Pero tampoco se suicidaría, no era un cobarde.
Lo que lo hizo volver en si fue el sonido de la puerta al abrirse con fuerza. Al instante el cazador entro en la cocina y fue hacía el. Lo golpeo con el mango del rifle y después corrió lejos de el, saliendo de la cocina y dirigiéndose a la entrada de la casa. Pero segundos después noto que la puerta había sido trabada, y no gastaría una de las balas del rifle para abrirla. Así que volvió rápidamente a la puerta de la cocina, en la cual aun seguía tirado el cazador, y trabo la puerta con una varilla de metal. Después de eso busco la puerta que condujera al sótano, sorteando toda clase de obstáculos, tablas, muebles y telarañas.
Una vez en el sótano encendió la linterna que llevaba en su bolsillo y cerro la puerta desde dentro. El sótano era algo grande, tenía dos muebles llenos de botellas de vino, en la mesa algunas herramientas oxidadas, planos de la casa y decenas de ratas. Gregory comenzó a buscar una salida… pero descubrió que no había nada. Se sentó en una vieja silla y trato de descansar una poco, después comenzó a recordar a los amigos que aun le quedaban, los que no habían estado en el campamento, los que los Ángeles Negros no le habían quitado. Entonces comenzó a recordarlos, a Diana, a Robert, a Luisa… y a Ángel, al único capaz de ayudarlo. Hasta ahora sabía que Diana y Robert vivían en el Vaticano, lugar donde estarían seguros… y aprovechar para hablar con los Cardenales sobre la proximidad del Día Final, del cual los Ángeles Negros les habían hablado y les habían dado pruebas. Pero de Luisa y Ángel no sabía nada, solo sabía que estaban cerca de Nueva York buscando al resto de los Arcángeles. Y el, era el único que se había separado sin preocuparse sobre el peligro que le estaba pasando. Se había ido lejos ya que el se podría cuidar solo, pero no pensó que alguien ajeno a su temor lo fuera a matar ahora.
El aullido de un lobo lo hizo volver en si, pero ya no estaba en el sótano, ahora estaba de nuevo en el bosque. Oía algo a lo lejos, así que comenzó a buscar la fuente de ese sonido. A través de su trayecto se encontró grandes charcos de sangre, y debido al miedo no logro encontrar una respuesta. Después alcanzo a oír el crepitar de una fogata… y voces que desconocía, y pensó que estaba realizando un viaje astral, que las voces eran de otros campistas… que no habían visto los charcos de sangre y que ahora se encontraban en un grave peligro.
Corrió hacia las voces, que cada vez eran más fuertes y con mayor claridad. Una vez que vio la luz de la fogata descubrió que estaban contando una historia que el desconocía, se acerco mas, y una vez que estuvo frente a la fogata se sorprendió.
Todos los campistas eran sus amigos, y estaban contando una historia sobre un chico que era perseguido por un asesino maniático y que ahora se encontraba en una casa abandonada, supo al instante que hablaban de el. Segundos después todos lo miraban con indiferencia, como si fuera un extraño, como habían mirado al cazador. Gregory se alejo corriendo de ahí, esperando que no le pasara nada. Piso charcos de sangre, de lodo, ramas, en una ocasión casi cae al suelo, pero aun así siguió sin mirar atrás. Después se apareció frente a el un extraño templo, al cual entro buscando refugio. Una vez ahí encontró un grupo de 8 personas alrededor de una mesa, todos vestidos de negro.
— ¿Disculpen?—les pregunto.
—Parece que nuestro invitado ha llegado—contesto el que parecía ser el líder. La voz se le hacía muy familiar.
—Un extraño me persigue y quiere matarme. ¿Podría ocultarme aquí hasta mañana?
— ¿Ocultarte? Pero si aquí vivirás, con nosotros—después de decir eso todos los que estaban en la mesa se levantaron y se descubrieron los rostros, mostrando los rostros de los amigos que los Ángeles Negros le habían quitado.
—No… no… esto no es… posible.
—Claro que lo es, y pronto tú estarás aquí… con nosotros.
Al oír eso Gregory salio corriendo huyendo del templo. De nuevo se encontró en el bosque, pero lo que se materializo frente a el no fue una fogata ni un templo, fue una casa abandonada casi en ruinas. La puerta principal estaba abierta, y se oía a alguien correr por dentro.
Al entrar en la casa cerro la puerta atrancándola por fuera, y corrió hacia el sótano. Penetro en la oscuridad del sótano y cerro la puerta. Una vez abajo encontró un joven acostado sobre una mesa de trabajo, su aspecto era de alguien cansado, parecía que acababa de recorrer una gran distancia en tan poco tiempo. Tenía una cortada en el brazo izquierdo, su ropa estaba rasgada, y su expresión reflejaba un horrendo miedo. Esa imagen lo llevo directo a un antiguo cementerio, donde había visto a sus antiguos amigos por última vez.
—Esta muy cerca… puedo sentirlo—dijo Robert.
—Igual yo, se siente un horrendo frió en el aire—comento Diana.
—Gregory… ¿Te sientes bien?—le pregunto Ángel.
El se encontraba respirando con dificultad sin razón alguna, y su cabeza la sentía a punto de explotar. Pero lo único que recordaba era que eso había pasado y que cuando paso, a su mente en ese momento había llegado la imagen de una casa en ruinas y un grupo de gente muerta… ahora sabía porque… y me arrepentía de no haber hecho caso a mi premonición que era muy clara.
—No… me duele… la cabeza—le contesto.
—Si, era de suponerse… ya se acercan—dijo Ángel.
Su voz era firme, y de todos los presentes era el único que no presentaba miedo. Parecía estar deseoso de que los Ángeles Negros llegaran, ya que presionaba los puños con fuerza llevando en el puño derecho una reluciente espada. Su empuñadora estaba decorada con 4 dragones de color rojo que formaban una larga espiral que terminaba con cada uno de los dragones con la boca abierta, aparentando estar envolviendo la espada en llamas.
—Se están tardando—dijo Robert.
—Ya llegaran, sean pacientes—aligero Ángel.
— ¿Qué te hace pensar que vendrán?—le pregunto Gregory a Ángel.
—Quieren el amuleto, tienen que venir—le contesto confiado de lo que decía.
— ¿Y si es una trampa?
—No son tan sucios. De los Poltergeist si te lo creería pero de estos no—y con una risa débil se sentó en una tumba.
Un grupo de encapuchados comenzó a llegar minutos después, al instante supe que eran los Ángeles Negros, pero no tenían intención de matarnos. En realidad llevaban sus espadas enfundadas, lo que decía que no pensaban hacernos nada.
—Bien Ángel, parece que cumpliste tu parte del trato al venir con el amuleto—dijo en que parecía ser el líder. Kamos.
—Ya sabes que soy un hombre de palabra.
—Tienes porque, ya que no tienes otra opción.
— ¿Quién dijo que no la tengo? Puedo destruir el amuleto y asunto resuelto.
—Sabes lo que ocurriría si lo hace.
—Claro que lo se, pero no le temo a las consecuencias.
—Deberías. Ya que pronto todo terminara—y sin decir nada mas desenfundo su espada y corrió hacía Ángel. Al instante Gregory despertó sudando. Un golpeteo en la puerta lo alarmo, parecía que el cazador ya estaba a punto de entrar en el sótano.
Se escondió detrás de unos viejos muebles y espero. Entonces, la puerta cedió, y sus pasos se oyeron en el interior del cuarto. Parecía que el tiempo pasaba cada momento mas despacio y que su muerte no podía ser evitada de nuevo.
Entonces, como caída del cielo, una voz ronca lleno el sótano.
— ¿Hay alguien hay?—supuso que su amigo maniático no podría estar hablándome así que conteste.
—Si, por aquí. Ayúdeme por favor—dijo al salir de su escondite—, un extraño esta aquí y trata de matarme.
—Tranquilo, tranquilo. Oí gritos en la casa y decidí venir, soy el guardabosque. Mi cabaña queda cerca de aquí. Ven.
Salió de la casa con el. Le dijo que ya no era necesario el rifle pero aun así no lo soltó. Pero al salir de la casa nunca supuso que alguien me observaba desde la ventana de uno de los cuartos del segundo piso.
Una vez en la cabaña del guardabosque Gregory se relajo y le contó lo que paso, desde que llego el extraño hasta que el guardabosque lo encontró en la vieja cabaña. Reacciono mucho más impresionado de lo que Gregory pensó, ya que hizo un ademán de querer tomar su rifle e ir a la cabaña por el cazador, pero el no quería mas muertos así que lo detuvo justo a tiempo antes de que partiera.
Paso unos treinta minutos dentro de la cabaña, despejando su mente y agradeciendo a Dios de que se haya salvado. Nunca pensó que esas palabras pasarían de nuevo por su mente de una forma diferente dentro de unos minutos. Intento poner sus pensamientos en orden, pensó en la forma en la se pudo evitar toda esta masacre… pero no encontraba la forma, por su mente solo desfilaban imágenes de cadáveres… cadáveres con los que acababa de hablar aproximadamente hace una hora. Y aunque en su mente estaba feliz de estar vivo, su alma le decía que debía morir.
Ha llegado la hora, fue lo que dijo Ángel cuando partieron en dirección al cementerio donde los habían citado. Hace unas horas acababa de matar a uno de los Ángeles Negros, encontrando entre sus ropas un pequeño amuleto que según Ángel es capaz de abrir la Puerta del Infierno. Así es como llegaron a nuestro mundo, y si querían regresar al suyo necesitaban el amuleto. Así que hicieron un trato, sus vidas por el amuleto. Ellos aceptaron y les dijeron donde, pero Gregory supuso que era una trampa. Intento detener a Ángel pero solo le dijo una cosa…”Lo se”
—Aun no se el porque te preocupas tanto Gregory—le dijo Robert.
—No lo entienden, esto puede ser una trampa. Y si seguimos así caeremos en ella y moriremos.
—No te preocupes, no caeremos. Me tienen a mí—agrego Ángel.
—Ah si, que consuelo.
—Cállate y no lo contradigas—contesto Diana.
—A mi no me callas maldita pe…
—Silencio. Alguien se acerca—dijo Ángel. Entonces su cabeza sintió un fuerte golpe justo por dentro. Ya era tarde para escapar.
El fuerte ruido de un golpe en la madera lo hizo despertar. Parecía que alguien estaba tocando la puerta. El guardabosque fue a ver, y bajo su asombro no había nadie.
—Cierre la puerta.
—Pero tengo que ver a donde se fue.
— ¡Que cierre la maldita puerta!
Al instante, el guardabosque cerró la puerta justo para evitar el golpe de una gran hacha que quedo incrustada en la madera. Estaba manchada de sangre. Era la misma hacha que había sacado cuando comenzó la masacre. Y era la misma hacha que había visto Gregory en el cementerio meses atrás. Ya sabía lo que le deparaba. El guardabosque tomo su rifle y disparo hacía la puerta. Un fuerte grito de dolor se oyó, y al instante el hacha soltó la puerta. Gregory tomo su rifle y corrió hacía la puerta aun entre abierta. No había nadie, excepto algunas gotas de sangre que se dirigían hacía una parte oculta de la cabaña. Pero no pudo reaccionar cuando sintió el frió del cañón del rifle.
El guardabosque cargo su rifle y salió, quiso seguir las huellas. Pero sabía que podía hacer algo mejor, si le ofrecía al cazador a este campista que había rescatado podría perdonarle la vida. Apunto hacía la espalda del extraño y dijo.
—Muy bien, aquí termino todo. Tú te quedas aquí mientras yo me alejo y salvo mi vida.
—No lo entiendes, ya me ayudaste. Automáticamente ya eres parte de esto—respondió el campista.
—No, yo me salvo y tu te mueres. Así funciona esto, así es como he vivido.
— ¿Les dabas a los campistas? ¿Dejabas que los matara?
—A cambio de vivir todo vale la pena.
—Créeme, ahora no te va a funcionar tu plan.
Arthur acababa de entrar a la cabaña por una ventana abierta. Le dolía mucho el brazo por culpa de ese guardabosque. No captaba el porque lo había ayudado. Pero eso no era de importancia, ya que acababa de cumplir su cometido. Una conversación se oía en la puerta. Parecía que su amigo acababa de capturar a la presa. Por fin se libraría de ambos. Dejo el hacha cerca de la ventana y desenfundo su espada. Se acerco sin hacer ruido, y con toda velocidad encajo la espada en el pecho del guardabosque. Solo le dijo una cosa.
—Ya tengo a la presa. Tú ya no me sirves.
Después clavo una daga en el mismo lugar, y como un relámpago corto al guardabosque por la mitad.
El grito de dolor del guardabosque hizo saltar a Gregory. Al voltear vio al cazador detrás del guardabosque, y al guardabosque en el aire, suspendido por la espada del cazador. La sangre no paraba de gotear, y sus intestinos se hacían cada vez más visibles. A la mente de Gregory llego la misma imagen, solo que con victimas diferentes. Lo que más odiaba Gregory de si mismo era que nunca le hacían caso y siempre tenía la razón, y eso fue lo que hizo que viera como muchas de las personas que amaba se fueran. Entre ellas sus padres.
Gregory le había dicho muchas veces a su padre que cambiara las cerraduras de las puertas de la casa, y no lo hizo; le había dicho que cargara un arma, y no lo hizo; le había dicho que no entrara a la casa, y lo hizo; le había dicho a su madre que bajara, y no lo hizo; le había dicho al asesino que se detuviera, y no lo hizo; y ahora solo por no hacerle caso esas tres personas ahora estaban muertas. Fue lo mismo varías veces con Ángel pero eso es otra historia mucho mayor, pero de algo estaba seguro, ya no tendría que soportar ese horrendo defecto.
Acababa de recibir el primer ataque cuando el resto comenzó a atacar. Poco a poco los Ángeles Negros comenzaron a rodearlos en el cementerio, y lo único que les quedo fue protegerse entre si mismos. Entonces, cuando la perdición parecía ser inminente, una luz comenzó a destellar desde el amuleto, que fue lo que hizo que los Ángeles Negros se fueran. Les había salvado la vida, pero en ese momento Gregory no tenía el amuleto.
Solo vio una daga entrar a lado de la espada, después al guardabosque partido en dos. Cuando el cazador se abalanzo contra Gregory, el levanto el rifle y disparo. El tiro golpeo en el pecho del cazador haciéndolo caer al suelo. Gregory soltó el rifle y corrió lo mas rápido que pudo hacía la luz de los autos de la carretera.
Ya no estaba muy lejos…
Solo el amor…
Faltaba muy poco…
Solo el puede…
Volteo y vio al cazador aun en el suelo…
Fue lo que nos salvo…
Podía oír a los autos…
El amor que nos tenemos entre nosotros…
Volvió a voltear pero el cazador ya no estaba ni el rifle…
Fue lo que nos salvo…
Solo alcanzo a ver una gran masa negra frente a el antes de caer al suelo. El cazador estaba frente a el con el rifle en la mano, u espada estaba en el suelo. Intento levantarse pero el cazador encajo su espada en el pecho de Gregory varía veces. Ahora se encontraba en el suelo rodeado por un gran charco de sangre.
—Fuiste muy difícil de atrapar—le dijo el cazador.
—Sabía que este momento llegaría.
—Si, pero nunca pensé que fuera tan pronto. Al menos diste batalla.
Dicho esto, levanto el rifle y apunto al rostro de Gregory.
Por un momento Gregory creyó ver a sus padres a su lado.
Después un blanco resplandor.
Finalmente… oscuridad.