por Neji-Kun el Mar Jun 17, 2008 8:13 pm
Capitulo 10: ruinas
La bestia daba sus últimos suspiros en el suelo, esperando que su agonía concluyera lo antes posible, Athos, armado con su larga espada se acercó y la hundió en el cuello de esta, la bestia se quedo inmóvil, sus puños dejaron de estar tensos, su maza golpeo el suelo por última vez.
Una oleada de viento azotó nuestros cuerpos, levantando mí cabellera a la vez que pasaba una mano por la frente, el sudor me resbala por la mejilla terminando por caer al suelo, contenía la respiración en un afán de controlar mis nervios, ya que mi temblorosa mano me delataba.
-¿Qué has hecho druida? – Preguntó el joven King
-Lo que tenía que hacer – me esmeré en explicarle - ¿estamos vivos no? Eso es lo importante.
-¿Cómo lo mataste con una sola flecha? – Preguntaba incrédulo Akaoni
-Conseguí acertar en el punto débil de esta criatura… - me limité a contestar.
Mis pasos se acercaron al coloso, posando una de mis manos en su frente recité unas palabras en mi lengua, palabras que le permitirían llegar al mas allá “Que tus pecados sean perdonados y tu alma se eleve, que Ariel te acoja en su seno…” – Susurré.
Las miradas de mis compañeros lo decían todo, solo unos metros nos separaban de la cabaña en la cual habíamos pasado la noche, ahora solo unos trozos de madera envuelta en astillas nos recordaban a ella, un camino de destrucción se abría desde los árboles caídos del bosque, hasta nosotros.
-Debemos apresurarnos, hemos malgastado mucho tiempo en un combate sin sentido, ¿Qué demonios esta ocurriendo? – Maldijo Efrel.
-Estas bestias se han vuelto locas… - Comentó por lo bajo Gawaine.
-¿Tu no has tenido nada que ver? – Le pregunte de forma acusadora.
-No, te lo aseguro, salí a cazar como hago cada noche… - se relamió – pasé cerca de esa bestia, la miré y seguidamente comenzó a perseguirme como si hubiese perdido la cordura, intente desviarla de aquí pero ya habéis visto… es imposible controlarla.
-Por Ariel… ¿Qué has hecho Sarch?
Dirigí mi mirada al cielo sin esperar respuesta alguna, las nubes se agolpaban unas con otras, grandes masas negras se agrupaban encima de nosotros, un relámpago se escuchó a lo lejos…, la tormenta no tardaría en llegar.
-Andando… - Casi susurre al resto del grupo haciendo un gesto con la mano.
Un suspiro recorriendo mi espalda, dándome un escalofrío, me encontraba detrás de todos, giré mi cabeza y divisé un paisaje tenebroso, a lo lejos, la cabaña hecha pedazos… a su derecha el bosque demolido por la furia del coloso, justo en el centro… yacía la bestia sobre los escombros. Unas gotas cayeron del cielo, pronto empezó a tronar, la lluvia tomó fuerza, era finalmente… algo espantoso.
-Debemos refugiarnos, no podemos seguir a la intemperie con este tiempo… - Me comento Likimeya.
-Tienes razón, ¿Conoces algún pueblo cercano?- Pregunte sin mucho interés.
-Sí, está a unos cien metros de aquí, todo recto, conozco a un joven que se hospeda de vez en cuando allí y me ha hablado muy bien de una taberna en el centro del pueblo, sigamos el camino – Concluyo la anciana.
No le faltaba razón a Likimeya, exactamente a cien metros de donde nos encontrábamos, se erguía una pequeña aldea, con los caminos pedregosos y las casas de duro barro, en el centro, encontramos la taberna “The Little Sky”, su interior era espacioso, con varias mesas enormes y otras pequeñas en rincones mas oscuros… - Donde se suelen planear los trapicheos entre la gente del pueblo… - pensé.
El único problema era que no dejaban entrar animales, tuve que persuadir a Kaiser de que se alejara para no asustar a los caballos de los demás clientes, al día siguiente nos volveríamos a encontrar.
Siguiendo con mi historia, el tabernero, un personaje del todo burlesco, presentaba un físico grotesco, un bigote recortado y una pequeña perilla, era realmente bajo, no pasaría de mis hombros, eso si, se trataba de un hombre mayor y muy amable, muy atento con todos nosotros, aun siendo un grupo disperso, no lo encontró raro… y nos atendió de la mejor manera que pudo.
-Es aquí donde suele hospedarse vuestro amigo, anciana… - Me acerque a Likimeya sin que los demás me escucharan.
-Si, podría estar aquí, he pensado en pedirle ayuda, es un caballero de honor, hijo de un rey, la gloria cabalga sobre sus hombros… - me señalo posando énfasis en sus ultimas palabras.
Akaoni ya estaba sentado en una mesa alejada del bullicio general, los demás tomamos asiento cerca de él, teníamos que trazar los planes que llevaríamos acabo de ahora en adelante, y no estaría de más, conocer a los últimos miembros “involuntarios” de La Resistencia. El tabernero, con gentileza, nos trajo unos trozos de pan y queso, al lado de una bandeja de birra fría, yo mas miedoso que los demás… solo pedí una jarra de hidromiel para perder la sed antes de ir a dormir.
-Bueno… - Comenzó Akaoni- creo que queréis saber algo mas de mi… no tengo mucha historia, crecí deprisa debido a las circunstancias que rodeaban a mi familia, pronto abandone mi hogar materno y me lancé a la búsqueda de aventuras, me llamo a mi mismo explorador, puesto que es el único oficio que conozco… - hizo una pausa leve acompañada de un sorbo de cerveza y prosiguió- Se de vosotros debido a los rumores que pasean cada mañana por las plazas de los pueblos, desde hace un año me propuse encontraros… el único problema era que aquellos rumores no eran nada acertados… y ahora, por un golpe de suerte estoy sentado en vuestra misma mesa… es un orgullo que me hayáis aceptado entre vosotros, daré mi vida por la causa, odio a Sarch y a todo lo que el representa… y por mi espada, juro que os serviré hasta que mi cuello deje de estar sujeto a mis hombros.
Yo sabía que aquel chico no mentía, era fácil leerle la mente con la expresión de su cara, los toscos humanos siempre han sido muy expresivos, y fáciles de detectar cuando mienten, en Akaoni solo podía ver seguridad, fidelidad y rabia, era lo que yo andaba buscando, y lo que necesitábamos en ese momento.
Al volver a mirar al explorador me di cuenta de que había un hombre mirándonos, quizás vigilándonos, enfundado en una capa negra con una capucha sobre la cabeza… no le di mayor importancia y seguí esperando a que hablara King.
-Bueno… creo que es mi turno… - dijo titubeando el joven- Yo… pertenezco a una familia de labradores, mis padres trabajaban la tierra… os hablo en pasado puesto que están muertos… - su cabeza se dirigió directamente al suelo – por eso me encontrasteis en el bosque, escapaba de los hombres de Sarch, ellos entraron en la granja… asesinaron a mis padres… y se que me estaban buscando, conseguí esconderme antes de que me hicieran daño…
Likimeya estaba encaprichada con aquel joven, no me entendáis mal, lo trataba como a un hijo, King no sobrepasaba los diecisiete años humanos, era de constitución fuerte pero tenía una personalidad muy infantil y poco curtida, nadie podría convencer a Likimeya de que lo dejáramos a su suerte… por tanto, decidimos que viniera con nosotros, el chico parecía saber manejar la espada, y Efrel estaba poniendo empeño durante el camino para enseñarle sus mejores movimientos.
Después de vaciar unas cervezas, pidieron otra ronda, mis compañeros parecían comenzar a divertirse… como son los humanos… un par de birras y podrían darte todo su oro sin pensarlo… yo me limité a mi Hidromiel y unos trozos de queso. Algo llamo mi atención el hombre encapuchado se levantó de su asiento y vino hacia nosotros, deje el queso sobre la mesa y eche mano del cinturón donde residía una de mis dagas.
-Hola likimeya – involuntariamente todos dirigimos una mirada hacia él – Soy yo, Esteban.