por drad el Lun Dic 26, 2011 7:22 pm
Continuación de la historia
El remero acercó el bote a la orilla en que se encontraba la mujer, de modo que el mismo quedara sobre la tierra para que ella no se mojara los pies. Ella posó un pie sobre el transporte, y luego el otro, hasta que pudo sentarse en el. Los perros la imitaron, sentándose uno delante y otro atrás de ella.
El bote comenzó el cruce del río, a veces desviado por la corriente. Los remos salían y entraban al agua una y otra vez, hasta que llegó al otro lado.
La mujer se puso en pie y, una vez el bote se halló sobre tierra, bajó. Los perros la siguieron, hasta que se puso frente a la fogata, dónde ella calentó sus manos.
-Cómo debería explicarles... Bueno, ¿cómo les digo?- Pensaba mientras se mantenía en silencio.
Uno de los reunidos alzó la voz, al tiempo que hacía un gesto con la mano.
-¿Quién eres tú? ¿Tú nos has reunido?-
Ella se estremeció al escuchar la interrupción del silencio, pero el sonido fue un impulso para hablar.
-Sí, yo los he reunido aquí. Pueden llamarme Confused, o Confu, si prefieren- respondió, al tiempo que pensaba que dar su verdadero nombre sería problemático.
Vio la duda y la sorpresa apoderarse de algunos rostros, como también vio indiferencia, molestia, y quizás también aburrimiento, en otros.
-Son menos de los que esperaba.- indicó después de unos segundos -Sin embargo, sólo los que están aquí han demostrado interés, y la capacidad de llegar. No los conozco realmente, pero los que han recibido la carta son consideradas personas destacadas -por uno u otro motivo- a lo largo de todo el continente, y son sus posibles habilidades y talentos los que me han decidido a traerlos aquí.-
Tomó aire. El cielo comenzaba a despejarse. Sintió su corazón acelerado, había sido todo un desafío dar aquel inicio de discurso, y aún no había terminado.
-¿Qué es lo que quieres de nosotros?- preguntó una muchacha.
La miró, duditativa.
-He descubierto un secreto que nos incumbe a todos. No sé que los motive a ustedes, en realidad, sea oro, poder, prestigio, o cualquier otra cosa. Pero esperaba que aceptaran unirse a mi misión, a esta búsqueda imposible de los misterios ocultos de ésta tierra.- expresó con fuerza, totalmente convencida de lo que decía.
Un joven que se encontraba apartado del grupo se levantó y comenzó a acercarse. Parecía interesado por lo que había alcanzado a oír.
Una vez estuvo lo suficientemente cerca, se puso las manos en los bolsillos y habló.
-¿Buscas los tesoros de la Isla prohibida?-
Pocos eran los que conocían el nombre de la Isla de Othe, no le extrañaba a Drad que la nombrara así un joven que no era noble. Sólo le asombró que supiera de su existencia alguien que no debía haber recibido educación alguna.
-Sí, ¿cómo es que sabes de ellos?- Le preguntó, intentando disimular el impacto que habían tenido sus palabras en ella.
Él se presentó como Diego Fragor, herrero. Le explicó sus estudios a escondidas respecto a la alquimia y cómo había leído menciones de una isla que escondía unos tesoros que podrían ayudar a la difícil tarea que se proponían.
En aquellos tiempos, la palabra magia era una palabra prohibida. Los magos de todo el reino, al esconder los tesoros místicos, escondieron también todo conocimiento respecto a la magia, incluyendo la propia palabra. Ideas sobrenaturales eran castigadas en aquel entonces, y sólo se podía hacer alusión a ella de una forma muy superficial, y sin nombrarla jamás como magia. Para Diego, lo que los tesoros tenían era alguna herramienta para favorecer los estudios de la alquimia, nada más. No era capaz de imaginar que en realidad eran una fuente de poder inimaginable por los hombres de esa tierra.
Se fijó en una joven que parecía distraída, encerrada en sus propios pensamientos. Apartó su vista para mirar uno a uno a los presentes.
-No sé que ofrecerles para que me ayuden, pero si aceptan, les explicaré mi plan. Lo que busco puede llegar a revolucionar a todos los reinos conocidos por cada uno de ustedes, puedo incluso ser más de lo que yo pienso. Los peligros que esconde pueden ser también más de los esperados, puesto que todo lo que yo sé está escrito desde hace decenios, tanto así que casi nadie sabe de la existencia de este tesoro, siquiera su ubicación. Les mandé una carta, y los reuní aquí, con las esperanzas de que aceptaran este reto, y espero que me digan si algo los preocupa respecto a ello, o incluso a sus vidas.-
Notó que un hombre se levantó de su puesto. Supo, al ver sus ojos, de quién se trataba. Sería uno de los más complicados de controlar, si es que eso se podía hacer con alguien como él. Antes de que intentara algo, Drad habló:
-Habrán muchas personas que se interpondrán en nuestro camino, y si están dispuestos, tendremos que sacarlos a la fuerza, corra sangre o corran cabezas. ¿Están dispuestos a seguir esta causa? ¿A matar, a robar, a luchar contra especies nunca antes conocidas? No es una causa noble, es la búsqueda de un tesoro, y si les interesa, espero que respondan un sí a mis preguntas.- finalizó.
Sólo podía esperar que aceptaran ahora que ya había dicho todo lo que podía anticipar. Si todos estaban de acuerdo, podrían robar la primera llave oculta en poco tiempo, y así, acercarse al final de su expedición sin demoras.
Uno de los perros movió su cola y olisqueó el aire. Luego se detuvo y volvió a sentarse en el suelo.
Drad Confused Duredspar Terrón